Thomas guardó la caja de terciopelo negro en su chaqueta y subió nuevamente a su coche- Ahora si, continúa- le indicó a su chofer. -Si, señor- La noche ya estaba sobre la ciudad pintada por las luces de los bares y los boliches del centro. Todos estaban abiertos, excepto uno que estaba con las luces apagadas y las persianas bajas para no llamar la atención. Thomas observó el lugar desde lejos- Puedes detenerte aquí, no quiero levantar sospechar- le ordenó al chofer que se detuvo a unos 100 metros del lugar. Si frenaba en la puerta, su coche sería demasiado llamativo. El CEO bajó y el coche se alejó calle abajo desapareciendo en el horizonte. Con cuidado, observó hacia todos lados antes de avanzar y mezclarse entre el tumulto de gente. Todas las personas parecían en sus propios mundos, muy ocupados como para prestarle atención. Avanzó entre la gente apretando con fuerza la caja en su bolsillo para asegurarse de que siguiera allí. Estaba cerca, su corazón lo sabía, latía con fuerza e
-¡Maldito!- gritó Danny empujando a Thomas contra el suelo. El CEO cayó contra un charco de agua sucia y no hizo nada para evitar que el hombre se abalanzara sobre él para propinarle un buen golpe limpio y certero contra su pómulo que había sobrevivido a la anterior golpiza, de todas formas su rostro ya estaba entumecido y sabía que se lo merecía. Si el feje de Celeste estaba furioso era porque la había cagado una vez más y esta véz él tenía toda la razón. Como pudo, se cubrió el rostro, listo para recibir la golpiza de su vida. Esperaba que el jefe de su amada tuviera la compasión de no golpearlo más en su cabeza y que usara otras partes de su cuerpo como bolsa de boxeo. Para su sorpresa los golpes nunca llegaron. Danny lo observó con desprecio desde una posición ventajosa pero no lo golpeó, no tenía sentido hacerlo, ya se veía patético y miserable en su estado, y él no era ese tipo de cobarde. -Ella confió en tí, te esperó…- escupió con desprecio. -Danny ¿Que estás…?- Krystal se
Sentirse miserable era decir poco. Queria que las sábanas y el colchón la absorvieran, que se abriera un hueco debajo de ella, que la tragara y la llevara a donde nadie más la lastimara. Observó el techo viejo de madera manchado con humedad durante lo que se sintió más de una hora mientras escuchaba música triste en loop que solo la hacía poner peor y peor. Una lágrima traicionera se deslizó por su rostro hasta su almohada, la canción parecía haber estado hecha para ella, clavando sus palabras cruelmente en su corazón. La música llegó a su fin y de repente escuchó un sonido extraño que no veía de sus auriculares, sino de fuera de su cuarto. Alarmada, se sentó en la cama y se quitó los aparatos, tratando de prestar atención al sonido de la casa, con la lluvia golpeando contra el techo y el viento contra la ventana se hacía dificil distinguir, pero el chirrido de la puerta de entrada era inconfundible.“Mierda mierda” pensó entrando en pánico. Se deslizó lentamente fuera de la cama, t
Un nuevo día comenzó, aunque no era igual a los demás. Celeste se arrastró fuera de la cama con los ojos entrecerrados e hinchados, dolor de espalda y el cabello enmarañado. Se miró al espejo y contempló el desastre matutino que era. -Hola 29 años- exclamó con la voz ronca. No era una buena manera de comenzar un nuevo ciclo. Así que rápidamente se metió bajo la ducha para cambiar el aspecto desaliñado. Luego de un largo baño relajante, cremas y una buena peinada de cabello se podría decir que se veía mucho más descente. Relajada y sin dolor de espalda, comió lentamente su desayuno mientras reía por los mensajes de felicitaciones que sus amigos le habían enviado a las 0:00 de la noche como hacían cada año. Se sintió un poco decepcionada al no ver ningún mensaje de Thomas, esperaba encontrarse con unos buenos días y con la promesa de que vendría a su fiesta. Pero nada. -Debe estar ocupado- murmuró dejando el celular a un lado. Mientras comía una segunda tostada quemada con algo de me
-¿Qué hago? -¡Que prendas las velas de la torta!- Chilló Krystal colocando los últimos globos en una esquina del bar- Que no se te llegue a caer la torta ¿me oíste?- Dijo nerviosa. -Si si…- bufó Danny colocando la torta en el centro de la mesa con mucho cuidado, para luego encender las velas- Tati… ¿Qué te dijo Cele? -No me atendió las llamadas, pero me dijo que estaba en camino- exclamó el joven mientras se colocaba un gorro de cumpleaños en forma de cono y de cartón- Ya debe estar cerca. -¡Entonces escondete! ¡Dale Danny para hoy!- gritó Kristal, bajándose de la silla donde había estado parada- ¡Escondete! -Ya ya…- exclamó escondiéndose detrás de la mesa- ¿Para que nos escondemos? Si ella ya sabe de la fiesta…- Krystal lo fulminó con la mirada, cerrándole la boca. -¿No deberíamos esperar a Thomas?- preguntó Thomas, de forma inocente, pero nadie le contestó. Resignado, Tati se escondió detrás de un sillón y por último la mujer se escondió detrás de la barra justo cuando escucha
-¿Puedes ir más rápido?- exigió nervioso a su chofer. -Lo siento señor, pero el tráfico está atascado. -Mierda…- murmuró nervioso observando por milésima vez la hora en su reloj de muñeca. Estaba llegando tarde, muy tarde al cumpleaños de su amada y temía que pensara que la había dejado plantada una vez más. Había tratado de comunicarse con ella, pero por alguna razón, su celular lo llevaba directo a la casilla de mensajes de voz. Pensó, angustiado, que seguramente estaba con los preparativos, corriendo de aquí para allá, quizás hasta ansiosa por su llegada y mierda… no quería fallarle, no esta vez. “Si el tráfico sigue así, voy a llegar muy tarde” Pensó abriendo la puerta del coche sin dudarlo. -¿A donde va señor? -Voy a ir a pie, va a ser más rápido- exclamó cerrando la puerta del coche y comenzando a correr entre los choches que lo insultaban y le tocaban bocina. Con un pequeño y sensillo ramos de rosas azules en su mano, comenzó a correr por la húmeda vereda las 15 cuadras
En momentos difíciles como este era que Celeste admitía que tener a sus amigos era lo mejor que le había pasado en la vida. Sin ellos, probablemente hubiese terminado en la miseria. Era incapaz de levantarse de la cama a no más que ir al baño y darse una ducha de vez en cuando para ser por lo menos un ser humano descente. Sin embargo su cuerpo no le permitía hacer nada más. Era su amiga quien se ocupaba de hacer que comiera, por lo menos una vez al día si es que lo lograba. Era su pequeño hermano postizo quien trataba con todas sus fuerzas de hacerla reír, aunque a veces parecía lo más dificil del mundo. Y era su amigo Danny quien trababa de que hablaba, que emitiera un sonido aunque sea, sin éxito pues claro. Solo dormía y lloraba, más llorar que dormir. Se entregaba al mundo de los sueños cuando el propio llanto y su corazón roto la dejaban agotada y caía desmayada. Sintía que jamás iba a salir del agujero de angustia en el que había caído luego de que la verdad saliera a la luz.
Thomas estaba cansado de no hacerse responsable de sus actos y seguir cometiendo error tras error. Esta vez haría las cosas bien, especialmente porque ahora tenía un motivo: Su amado ángel. Sea que ella lo perdonara o no, tenía que demostrarle que nada de lo que había ocurrido había sido intencional. Luego de cortar todo lazo con sus padres, tomó un vuelo de vuelta a la Argentina tratando de pasar lo más desapercibido posible. Había ignorado las insistentes llamadas, no solo de su padre y su suegro, sino también de Pilar. Que hasta lo había amenazado por mensaje de que se dejara de tonterías y volviera con ella. Apenas bajó del avión tomó un taxi en el aeropuerto.-¿A donde lo llevo señor? -A la penitenciaría-—Nunca esperó estar en un lugar así. Debía admitir que se sentía bastante intimidado por el lugar gris y frío y se preguntó si realmente hubiese sobrevivido en un lugar así si las cosas hubieran sido diferentes cuando cometió el crimen a sus tan solo 22 años. -¿A quién visi