Un nuevo día comenzó, aunque no era igual a los demás. Celeste se arrastró fuera de la cama con los ojos entrecerrados e hinchados, dolor de espalda y el cabello enmarañado. Se miró al espejo y contempló el desastre matutino que era. -Hola 29 años- exclamó con la voz ronca. No era una buena manera de comenzar un nuevo ciclo. Así que rápidamente se metió bajo la ducha para cambiar el aspecto desaliñado. Luego de un largo baño relajante, cremas y una buena peinada de cabello se podría decir que se veía mucho más descente. Relajada y sin dolor de espalda, comió lentamente su desayuno mientras reía por los mensajes de felicitaciones que sus amigos le habían enviado a las 0:00 de la noche como hacían cada año. Se sintió un poco decepcionada al no ver ningún mensaje de Thomas, esperaba encontrarse con unos buenos días y con la promesa de que vendría a su fiesta. Pero nada. -Debe estar ocupado- murmuró dejando el celular a un lado. Mientras comía una segunda tostada quemada con algo de me
-¿Qué hago? -¡Que prendas las velas de la torta!- Chilló Krystal colocando los últimos globos en una esquina del bar- Que no se te llegue a caer la torta ¿me oíste?- Dijo nerviosa. -Si si…- bufó Danny colocando la torta en el centro de la mesa con mucho cuidado, para luego encender las velas- Tati… ¿Qué te dijo Cele? -No me atendió las llamadas, pero me dijo que estaba en camino- exclamó el joven mientras se colocaba un gorro de cumpleaños en forma de cono y de cartón- Ya debe estar cerca. -¡Entonces escondete! ¡Dale Danny para hoy!- gritó Kristal, bajándose de la silla donde había estado parada- ¡Escondete! -Ya ya…- exclamó escondiéndose detrás de la mesa- ¿Para que nos escondemos? Si ella ya sabe de la fiesta…- Krystal lo fulminó con la mirada, cerrándole la boca. -¿No deberíamos esperar a Thomas?- preguntó Thomas, de forma inocente, pero nadie le contestó. Resignado, Tati se escondió detrás de un sillón y por último la mujer se escondió detrás de la barra justo cuando escucha
-¿Puedes ir más rápido?- exigió nervioso a su chofer. -Lo siento señor, pero el tráfico está atascado. -Mierda…- murmuró nervioso observando por milésima vez la hora en su reloj de muñeca. Estaba llegando tarde, muy tarde al cumpleaños de su amada y temía que pensara que la había dejado plantada una vez más. Había tratado de comunicarse con ella, pero por alguna razón, su celular lo llevaba directo a la casilla de mensajes de voz. Pensó, angustiado, que seguramente estaba con los preparativos, corriendo de aquí para allá, quizás hasta ansiosa por su llegada y mierda… no quería fallarle, no esta vez. “Si el tráfico sigue así, voy a llegar muy tarde” Pensó abriendo la puerta del coche sin dudarlo. -¿A donde va señor? -Voy a ir a pie, va a ser más rápido- exclamó cerrando la puerta del coche y comenzando a correr entre los choches que lo insultaban y le tocaban bocina. Con un pequeño y sensillo ramos de rosas azules en su mano, comenzó a correr por la húmeda vereda las 15 cuadras
En momentos difíciles como este era que Celeste admitía que tener a sus amigos era lo mejor que le había pasado en la vida. Sin ellos, probablemente hubiese terminado en la miseria. Era incapaz de levantarse de la cama a no más que ir al baño y darse una ducha de vez en cuando para ser por lo menos un ser humano descente. Sin embargo su cuerpo no le permitía hacer nada más. Era su amiga quien se ocupaba de hacer que comiera, por lo menos una vez al día si es que lo lograba. Era su pequeño hermano postizo quien trataba con todas sus fuerzas de hacerla reír, aunque a veces parecía lo más dificil del mundo. Y era su amigo Danny quien trababa de que hablaba, que emitiera un sonido aunque sea, sin éxito pues claro. Solo dormía y lloraba, más llorar que dormir. Se entregaba al mundo de los sueños cuando el propio llanto y su corazón roto la dejaban agotada y caía desmayada. Sintía que jamás iba a salir del agujero de angustia en el que había caído luego de que la verdad saliera a la luz.
Thomas estaba cansado de no hacerse responsable de sus actos y seguir cometiendo error tras error. Esta vez haría las cosas bien, especialmente porque ahora tenía un motivo: Su amado ángel. Sea que ella lo perdonara o no, tenía que demostrarle que nada de lo que había ocurrido había sido intencional. Luego de cortar todo lazo con sus padres, tomó un vuelo de vuelta a la Argentina tratando de pasar lo más desapercibido posible. Había ignorado las insistentes llamadas, no solo de su padre y su suegro, sino también de Pilar. Que hasta lo había amenazado por mensaje de que se dejara de tonterías y volviera con ella. Apenas bajó del avión tomó un taxi en el aeropuerto.-¿A donde lo llevo señor? -A la penitenciaría-—Nunca esperó estar en un lugar así. Debía admitir que se sentía bastante intimidado por el lugar gris y frío y se preguntó si realmente hubiese sobrevivido en un lugar así si las cosas hubieran sido diferentes cuando cometió el crimen a sus tan solo 22 años. -¿A quién visi
Cuando César le dijo que irían a una casa en la playa, realmente no pensó que sería literalmente sobre la playa a muy pocos metros del mar bravo que podría tragársela, solo que la infraestructura moderna estaba a unos metros de altura por encima de la arena, sobre unos fuertes hierros que la cernían en lo alto.No solo era fabulosa por fuera, por dentro era aún más manífica, tenía una gran sala de estar con sillones mullidos, hermosas plantas exóticas por doquier y una luz tenue y cálida que devoraba el lugar, la verdadera protagonista era la luz de la luna llena que ingresaba por el ventanal que daba directo hacia el mar oscuro y que ocupaba casi toda la pared. -Wow…- No pudo evitar decir cuando contempló las olas nocturnas chocar debajo de la casa. Celeste se sentía en medio del océano y deseó haber estado allí con su familia. -¿Increíble no?- dijo el hombre, acercándose a la barra de bebidas- El diseñador es francés, vino desde allí solo para diseñar una única copia, mi casa es
Thomas corrió hacia el estacionamiento del edificio de Bruno y apretó la alarma del llavero haciendo sonar el coche. Corrió el último tramo con el corazón en la garganta y se metió en el asiento del piloto. No esperaba que su pecho se presionara contra sus costillas en lo que parecía el inicio de un ataque de ánico. Su estómago se revolvió y sus manos se congelaron sin poder acercarse al volante, como si este estuviera ardiendo en llamas. Estaba petrificado en su lugar, sintiendo que sus oídos zumbaban, solo podía escuchar el ruido de un coche estrellándose, los gritos de la gente, el llanto y la desesperación en sus voces. Sintió que los recuerdos que había intentado borrar lo abrumaban y comenzó a hiperventilar con fuerza mientras el sudor bajaba por su frente. Observó cómo el volante se distorsionaba y parecía burlarse de su debilidad. “Era un maldito cobarde.” Le decía la voz cruel de su mente. Apretó con fuerza la manbíbula mientras sus manos temblaban de terror. Nunca pensó
Thomas no se resistió cuando los oficiales lo esposaron con las manos hacia atrás, no luego de que Celeste le dijera “Te odio” con tanto ímpetu. “¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!” La voz rota de su ángel se repetía en su cabeza como un eco de la cruel realidad. Antes de que los oficiales se lo llevaran fuera de la casa de su enemigo, el CEO giró con desespero su rostro hacia su amada una última vez, con la esperanza de que aún quedara alguna pizca de amor. Pero ella no lo miró, tenía sus hermosos zafiros mirando hacia el suelo mientras Bruno la abrazaba preocupado. El joven lo observó con lástima, pero no se atrevió a decirle nada y continuó consolando a su amada. Así, Thomas se resignó y se dejó arrastrar hasta la patrulla. Celeste lo odiaba y su corazón estalló en mil pesados, convirtiéndose en polvo de lo que alguna vez fue. — Bruno trató de calmar a Celeste que no dejaba de llorar desconsolada contra su pecho. -¡Por allí!- Le gritó a los paramédicos que entraron corriendo a la