"Pasaré por ti esta noche” Celeste sonrió a la pantalla de su móvil. Las últimas semanas ese tipo de mensajes llegaban de forma inesperada en las noches antes de su horario de salida. Desde que las cosas habían mejorado con Thomas, cada vez que tenía huecos en su apretada agenda, pasaba a buscar a la joven por su trabajo y pasaban una romántica velada juntos en algún restaurante y claro, con postre final en la madrugada. A veces era en un restaurante que el CEO elegía, otras veces en alguno que ella elegía. Se iban turnando, como si ambos quisieran entender un poco más el mundo del otro. -¿Y esa cara de novia?- Celeste guardó rápidamente su teléfono en el bolsillo delantero de su delantal- Oh, nada. Solo un chiste tonto- mintió. Desde que había comenzado a “Salir” con Thomas, no había tenido el valor de contarle a su amiga, y menos a su jefe. Por el momento quería que solo fuera algo de ellos, como si todo fuera un sueño perfecto. Krystal la miró con una ceja alzada pero
Thomas estaba observando en su móvil el carrete de fotos Celeste de su última cita, fotos que él le había sacado desprevenida, justo cuando una llamada entrante de Bruno tapó el rostro de su amada. Puso los ojos en blanco, fastidiado por la interrupción. Levantó la llamada inclinándose en su asiento de cuero, girándose hacia el gran ventanal desde donde disfrutaba las luces nocturnas de la gran ciudad. -¿Qué?- dijo con fastidio. -Jefecitooo, ¿Cómo estás? -¿Que quieres Bruno?- -Yo estoy bien gracias- bromeó- Bien, supongo que voy al grano, sino me vas a cortar… -Estás tardando demasiado…- dijo con impaciencia. -Quería que fuéramos a tomar algo…-No gracias- lo interrumpió. -¡Déjame terminar de hablar! Thomas bufó pero no dijo nada. -Sé que aún estás en la oficina, como siempre, haciendo horas extras hasta tarde. No te haría mal distraerte un rato, hay un lugar nuevo que quiero que conozcamos juntos. ¡Prometo que nada de strippers ni ninguna sorpresa!- chillo del otro lado. El
“Mierda, otra vez ese extraño presentimiento” Pensó Celeste cuando abrió la puerta de su casa de noche al volver del trabajp. Sintió un escalofrío en su nuca y se volteó rápidamente hacia atrás. Observó con detenimiento el pasillo vacío y oscuro, no había nadie allí. Pero aún así pudo sentirlo. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Acaso comenzaba a presentir seres de otro plano? Por si acaso, la joven entró rápidamente a su pequeño departamento y esta vez sí cerró con candado como tantas veces su jefe y Thomas le habían insisitido que hiciera. Nunca se había sentido insegura en su hogar, pero algo le decía que lo mejor era estar segura detrás del cerrojo. Aunque no es que su hogar tuviera alarma ni que su puerta de chapa oxidada fuera el mejor escudo, pero por lo menos le daría tiempo para armarse y no ser tomada por sorpresa. —La noche pasó sin inconvenientes y un nuevo día llegó. A la hora de salir hacia el trabajo una vez más, la invadió esa extraña sensación de sentirse espiada a lo le
-Antiende Thomas, por favor…- suplicó por lo bajo, con el teléfono en el oído. Era la quinta vez que le marcaba sin éxito y el pánico comenzó a hacerse presente. ¿Y si ya la había sacado de su vida? ¿La relación se volvió un problema y prefirió fingir que no fueron nada? Realmente había tenído la esperanza de que Thomas hablara con la prensa y aclarara las cosas. Que ella no era ninguna prostituta y lo que ellos tenían era amor verdad. Pero… ¿Lo era? Lo único que vio en las redes y en la internet fue a un Thomas cabizbajo y con la boca cerrada, prefiriendo no dar comentarios frente a las cámaras. No es que su sueño fuera que él la defendiera ante el mundo, pero lo que por lo menos había esperado era una llamada para tranquilizarla. Ni siquiera una llamada, se hubiese confirmado aunque sea con un mísero mensaje de que todo iba a estar bien. Así de poco se quería. Pero nada. -Se te están juntando los pedidos- dijo Krystal con dureza. Celeste suspiró pesadamente, no había cosa que
Bruno leyó las noticias furioso. César se había pasado de la raya. Pensó que solo sería esa estúpida publicidad en ropa interior para molestar un rato a Thomas y que después de todo no era tan malo, porque era un trabajo noble y Celeste había recibido una buena paga por ello. ¿Pero pagarle a periodistas de mala muerte para que los persiguieran? Y lo peor de todo, esos artículos que hablaban horrores de la mujer que, aunque él no era quien para defenderla, sabía que no tenía nada que ver con la inmadura disputa entre Thomas y Cesar. La pobre había quedado en medio de la boca de los lobos.Bruno irrumpió en el pent house de César furioso.- No puedo creer lo que hiciste- protestó encontrando a su amigo en lo que parecía una fiesta privada. El joven se tuvo que morder el interior de su mejilla con fuerza para no exteriorizar sus celos al ver a aquellas dos mujeres semidesnudas una de cada lado del hombre tocándolo en partes que él se moría por hacer. -Hola Bruno… llegaste a tiempo- excl
Los días pasaron y el fin de semana estaba cerca. ¿Realmente volvería a ver a Thomas? La joven observó el papel que Bruno le había dado, aquella dirección donde podría volver a ver a su amado en privado, lejos de las miradas ajenas, lejos de su prometida, lejos de todos. Solo ellos dos Tenía miedo, sentía su cuerpo temblar al imaginar al hombre rechazándola. No puedo evitar imaginar la escena: Ella llegando ilusionada al departamento y Thomas allí mirándola desde arriba con soberbia y hasta burla. “¿Qué haces aquí? ¿Realmente creíste que lo nuestro iba en serio?” La risa de Thomas rompería su corazón en mil pedazos. -No… él no es así, no sería capaz de hacer eso- exclamó en voz alta tratando de aplastar sus pensamientos hasta el fondo de su mente. Apretó el papel con fuerza en su puño y lo guardó en su bolsillo. Antes de encontrarse con Thomas, debía resolver algo primero. —Celeste tocó con nerviosismo el timbre de la casa de su amiga. Jugó nerviosa con sus manos, esperand
Celeste se bajó del taxi, sosteniendo entre sus manos la dirección que le había dado Bruno. -Supongo que es esta…- pensó mirando un complejo de edificios muy nuevos delante suyo. Entró sin problemas y se encontró con el encargado del lugar. “Bueno… Esto es algo que no esperaba” Pensó nerviosa. -Buenos días…- saludó al hombre. Para su suerte, era un anciano amable- Buenos días señorita. ¿En qué puedo ayudarla? -Bueno…- exclamó moviéndose nerviosa-¿Aquí vive el señor Burno Cipolletti?- dijo leyendo la tarjeta. -Si, él señorito vive aquí- dijo sonrtiente- Usted debe ser Celeste ¿verdad? -¿Cómo…?-El señorito me dijo que vendría- exclamó sacando de la pared un juego de llaves- Estas son las llaves de la entrada y del apartamento. La joven las tomó sorprendida. -No se preocupe, que aquí va a tener privacidad al cien por ciento- exclamó tranquilizándola- Bueno vaya señortira, no se tarde mucho que ya la están esperando. El corazón de la rubia comenzó a golpear con fuerza su pecho.
Seis meses pasaron. Si, Celeste contó los meses en su almanaque mental. Desde que hicieron el amor en el departamento, que ya habían proclamarado como su lugar de encuentro, la joven había tomado ese día como el primero del resto de sus vidas. ¿Podría decirse que desde ese día se habían convertido en novios? Ella podría decir que sí. No lo habían dicho en palabras, pero así se sentía. Por lo tanto, el día de hoy se cumplían seis meses de noviazgo. Quizás para muchos era poco, pero Celeste nunca había llegado tan lejos en una relación, siempre escapaban mucho antes. Había que festejarlo y en su último encuentro entre besos y sábanas revueltas, la rubia le había pedido que se reservara el sábado por la noche para encontrarse en el bar de Danny. Al principio a Thomas no le había parecido una buena idea cambiar el lugar de los encuentros. Pero él no era tonto, también había contado los días desde su primera vez en lo de Bruno y sabía que ese sábado se cumplirían los seis meses y había q