“Mierda, otra vez ese extraño presentimiento” Pensó Celeste cuando abrió la puerta de su casa de noche al volver del trabajp. Sintió un escalofrío en su nuca y se volteó rápidamente hacia atrás. Observó con detenimiento el pasillo vacío y oscuro, no había nadie allí. Pero aún así pudo sentirlo. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Acaso comenzaba a presentir seres de otro plano? Por si acaso, la joven entró rápidamente a su pequeño departamento y esta vez sí cerró con candado como tantas veces su jefe y Thomas le habían insisitido que hiciera. Nunca se había sentido insegura en su hogar, pero algo le decía que lo mejor era estar segura detrás del cerrojo. Aunque no es que su hogar tuviera alarma ni que su puerta de chapa oxidada fuera el mejor escudo, pero por lo menos le daría tiempo para armarse y no ser tomada por sorpresa. —La noche pasó sin inconvenientes y un nuevo día llegó. A la hora de salir hacia el trabajo una vez más, la invadió esa extraña sensación de sentirse espiada a lo le
-Antiende Thomas, por favor…- suplicó por lo bajo, con el teléfono en el oído. Era la quinta vez que le marcaba sin éxito y el pánico comenzó a hacerse presente. ¿Y si ya la había sacado de su vida? ¿La relación se volvió un problema y prefirió fingir que no fueron nada? Realmente había tenído la esperanza de que Thomas hablara con la prensa y aclarara las cosas. Que ella no era ninguna prostituta y lo que ellos tenían era amor verdad. Pero… ¿Lo era? Lo único que vio en las redes y en la internet fue a un Thomas cabizbajo y con la boca cerrada, prefiriendo no dar comentarios frente a las cámaras. No es que su sueño fuera que él la defendiera ante el mundo, pero lo que por lo menos había esperado era una llamada para tranquilizarla. Ni siquiera una llamada, se hubiese confirmado aunque sea con un mísero mensaje de que todo iba a estar bien. Así de poco se quería. Pero nada. -Se te están juntando los pedidos- dijo Krystal con dureza. Celeste suspiró pesadamente, no había cosa que
Bruno leyó las noticias furioso. César se había pasado de la raya. Pensó que solo sería esa estúpida publicidad en ropa interior para molestar un rato a Thomas y que después de todo no era tan malo, porque era un trabajo noble y Celeste había recibido una buena paga por ello. ¿Pero pagarle a periodistas de mala muerte para que los persiguieran? Y lo peor de todo, esos artículos que hablaban horrores de la mujer que, aunque él no era quien para defenderla, sabía que no tenía nada que ver con la inmadura disputa entre Thomas y Cesar. La pobre había quedado en medio de la boca de los lobos.Bruno irrumpió en el pent house de César furioso.- No puedo creer lo que hiciste- protestó encontrando a su amigo en lo que parecía una fiesta privada. El joven se tuvo que morder el interior de su mejilla con fuerza para no exteriorizar sus celos al ver a aquellas dos mujeres semidesnudas una de cada lado del hombre tocándolo en partes que él se moría por hacer. -Hola Bruno… llegaste a tiempo- excl
Los días pasaron y el fin de semana estaba cerca. ¿Realmente volvería a ver a Thomas? La joven observó el papel que Bruno le había dado, aquella dirección donde podría volver a ver a su amado en privado, lejos de las miradas ajenas, lejos de su prometida, lejos de todos. Solo ellos dos Tenía miedo, sentía su cuerpo temblar al imaginar al hombre rechazándola. No puedo evitar imaginar la escena: Ella llegando ilusionada al departamento y Thomas allí mirándola desde arriba con soberbia y hasta burla. “¿Qué haces aquí? ¿Realmente creíste que lo nuestro iba en serio?” La risa de Thomas rompería su corazón en mil pedazos. -No… él no es así, no sería capaz de hacer eso- exclamó en voz alta tratando de aplastar sus pensamientos hasta el fondo de su mente. Apretó el papel con fuerza en su puño y lo guardó en su bolsillo. Antes de encontrarse con Thomas, debía resolver algo primero. —Celeste tocó con nerviosismo el timbre de la casa de su amiga. Jugó nerviosa con sus manos, esperand
Celeste se bajó del taxi, sosteniendo entre sus manos la dirección que le había dado Bruno. -Supongo que es esta…- pensó mirando un complejo de edificios muy nuevos delante suyo. Entró sin problemas y se encontró con el encargado del lugar. “Bueno… Esto es algo que no esperaba” Pensó nerviosa. -Buenos días…- saludó al hombre. Para su suerte, era un anciano amable- Buenos días señorita. ¿En qué puedo ayudarla? -Bueno…- exclamó moviéndose nerviosa-¿Aquí vive el señor Burno Cipolletti?- dijo leyendo la tarjeta. -Si, él señorito vive aquí- dijo sonrtiente- Usted debe ser Celeste ¿verdad? -¿Cómo…?-El señorito me dijo que vendría- exclamó sacando de la pared un juego de llaves- Estas son las llaves de la entrada y del apartamento. La joven las tomó sorprendida. -No se preocupe, que aquí va a tener privacidad al cien por ciento- exclamó tranquilizándola- Bueno vaya señortira, no se tarde mucho que ya la están esperando. El corazón de la rubia comenzó a golpear con fuerza su pecho.
Seis meses pasaron. Si, Celeste contó los meses en su almanaque mental. Desde que hicieron el amor en el departamento, que ya habían proclamarado como su lugar de encuentro, la joven había tomado ese día como el primero del resto de sus vidas. ¿Podría decirse que desde ese día se habían convertido en novios? Ella podría decir que sí. No lo habían dicho en palabras, pero así se sentía. Por lo tanto, el día de hoy se cumplían seis meses de noviazgo. Quizás para muchos era poco, pero Celeste nunca había llegado tan lejos en una relación, siempre escapaban mucho antes. Había que festejarlo y en su último encuentro entre besos y sábanas revueltas, la rubia le había pedido que se reservara el sábado por la noche para encontrarse en el bar de Danny. Al principio a Thomas no le había parecido una buena idea cambiar el lugar de los encuentros. Pero él no era tonto, también había contado los días desde su primera vez en lo de Bruno y sabía que ese sábado se cumplirían los seis meses y había q
Thomas guardó la caja de terciopelo negro en su chaqueta y subió nuevamente a su coche- Ahora si, continúa- le indicó a su chofer. -Si, señor- La noche ya estaba sobre la ciudad pintada por las luces de los bares y los boliches del centro. Todos estaban abiertos, excepto uno que estaba con las luces apagadas y las persianas bajas para no llamar la atención. Thomas observó el lugar desde lejos- Puedes detenerte aquí, no quiero levantar sospechar- le ordenó al chofer que se detuvo a unos 100 metros del lugar. Si frenaba en la puerta, su coche sería demasiado llamativo. El CEO bajó y el coche se alejó calle abajo desapareciendo en el horizonte. Con cuidado, observó hacia todos lados antes de avanzar y mezclarse entre el tumulto de gente. Todas las personas parecían en sus propios mundos, muy ocupados como para prestarle atención. Avanzó entre la gente apretando con fuerza la caja en su bolsillo para asegurarse de que siguiera allí. Estaba cerca, su corazón lo sabía, latía con fuerza e
-¡Maldito!- gritó Danny empujando a Thomas contra el suelo. El CEO cayó contra un charco de agua sucia y no hizo nada para evitar que el hombre se abalanzara sobre él para propinarle un buen golpe limpio y certero contra su pómulo que había sobrevivido a la anterior golpiza, de todas formas su rostro ya estaba entumecido y sabía que se lo merecía. Si el feje de Celeste estaba furioso era porque la había cagado una vez más y esta véz él tenía toda la razón. Como pudo, se cubrió el rostro, listo para recibir la golpiza de su vida. Esperaba que el jefe de su amada tuviera la compasión de no golpearlo más en su cabeza y que usara otras partes de su cuerpo como bolsa de boxeo. Para su sorpresa los golpes nunca llegaron. Danny lo observó con desprecio desde una posición ventajosa pero no lo golpeó, no tenía sentido hacerlo, ya se veía patético y miserable en su estado, y él no era ese tipo de cobarde. -Ella confió en tí, te esperó…- escupió con desprecio. -Danny ¿Que estás…?- Krystal se