Hola queridos lectores, queria avisarles que cambie el titulo de la novela a "Un Angel de Alquiler" espero que esten disfrutando esta historia!!
-Celeste…. La joven desvió su mirada del CEO, lo ignoró completamente y corrió a los brazos de su amiga- Krys… ¿Qué pasó?- dijo con preocupación, limpiando las lágrimas de los ojos de su amiga. -F-Fue solo un susto, ya está estable. El médico dijo que se descompensó, pero ya lograron estabilizarlo- sollzó. -¿Puedo verlo?- suplicó conteniéndo sus lágrimas. Thomas observó la escena con un nudo en su garganta, sabía que estaba de más, que sobraba en ese momento. Quería abrazar a su ángel y decirle que todo estaría bien, que haría todo lo posible porque ese muchacho saliera con vida de allí así su amada volvería a sonreír. -Si, está en el cuarto…- señaló la puerta de enfrente- Yo… no pude entrar, simplemente no puedo verlo así- sollozó. Celeste besó la frente de su amiga y se incorporó. Por un segundo, sus ojos rojos se movieron hacia Thomas quien no había dejado de mirarla- Quédate con ella, por favor.- suplicó. -Si, claro- respondió rápidamente. La rubia asintió con la cabeza en
-Está bien, es un trato. Celeste extendió su mano abierta y la acercó al joven, esperando que la estrechara como sello de su contrato sin papel. Thomas observó la mano y lentamente acercó la suya, pero no la apretó, sino que sus dedos se deslizaron entre los de ella y se entrelazaron. No se atrevió a decir nada en voz alta, sintiendo que sobraban las palabras. La rubia observó sus manos entrelazadas y como el pulgar del joven acariciaba su piel con cariño. Sintió su corazón latir de la emoción por un simple roce cargado de cariño y deseo. Poco a poco, sus ojos zafiros se elevaron hasta los oscuros del hombre, viéndose reflejada en aquel cielo nocturno. -Quieres….- soltó tímidamente- ¿Quieres pasar a casa?- dijo sin alejar su mirada. Thomas respiró hondo y mantuvo el aire en su pecho, tratando de tragar su emoción y sus ganas de saltar de alegría ante la propuesta. Claro que quería pasar, se moría por estar solo con su ángel, poder besarla, tocar su cuerpo, hacerla suya una vez má
Celeste se encontraba preparando una bebida no tan complicada, o por lo menos eso había creído, Krystal lo hacía parecer tan fácil y ahora estaba luchando con que saliera un trago que pudiera beberse sin vomitar en el intento. -Aquí tiene- le dijo al cliente, luego de luchar con los ingredientes- Lo siento por la demora. El hombre tomó el vaso, le pagó y caminó hacia una de las mesas. La joven suspiró agotada, limpiando el sudor de su frente. -¿Todo bien Cele?- preguntó Danny, apareciendo por detrás. -El trabajo de Krys no es nada fácil- protestó mientras limpiaba la humedad de la barra. Su jefe rió divertido- Ella es muy buena en esto. -La extraño- dijo haciendo un puchero. -Yo también, pero luego de lo de Tati, merecía aunque sea un día de descanso por lo menos. No sabes cuanto chilló, no quería aceptarlo. Celeste puso los ojos en blanco- Esa mujer…- Dijo y ambos rieron. Luego el silencio, uno algo incómodo, hasta que el hombre habló. -Cele… por cierto.- dijo moviéndose d
-Después de tí- exclamó caballerosamente Danny, abriendo la puerta del restaurante para que Celeste pase delante de él. La rubia observó el lugar maravillada, era hermoso, con una iluminación cálida y acogedora. Mesas de algarrobo que combinaban con la madera de los techos y las paredes, y hermosos ventanales desde donde se podía apreciar el río que pasaba por el puerto de la ciudad. Claramente era una vista excepcional, reservada para los que podían pagar un lugar como ese. -¿Hermoso verdad?- exclamó su jefe caminando detrás de ella. Celeste debía reconocer que no había sido mala idea distraerse un poco y ese lugar parecía ser perfecto. Sus ojos cargados de curiosidad se movieron hacia las mesas, todos parecían personas de clase alta, pero no notaron su presencia, cada uno estaba metido en sus propios asuntos y eso la tranquilizó. Excepto por algo, o más bien alguien.Al principio solo fue una extraña sensación en su estómago cuando atravesó el umbral de la puerta, pero culpó a s
Celeste hundió su rostro en la almohada y lloró. Lloró por la rabia, por ser una ilusa, por creer que un hombre como él la vería más allá de un producto, un envase vacío al cual usar y descartar. La última vez que había llorado tanto fue cuando le arrebataron a su padre de sus brazos hace más de diez años. Luego de eso su corazón quedó con una herida abierta pero controlada, jamás pensó que volvería a sentirse así, como si se estuviera muriendo. El dolor de cabeza se asomó, pero eso no detuvo sus lágrimas amargas. Su jefe la habia estado llamando desde que había huído del restaurante. ¿Acaso los hombres no entienden? Solo juegan con los sentimientos de las mujeres. Pensó colgando una vez más la llamada. De repente, se escucharon golpes ansiosos en la puerta de su departamento y agradeció esta vez haberle puesto candado a la puerta. -¡Déjame en paz!- chilló levantándose de la cama. -¡Quiero estar sola! ¿No lo entiendes?- La rubia corrió furiosa hacia la puerta, aún con el rostro roj
Thomas sintió un rico aroma que hizo rugir su estómago entre sueños. Por un momento pensó que estaba soñando, que todo lo que había ocurrido la noche anterior había sido una de sus crueles fantasías y que despertaría una vez más en su pent hause frío y solitario, demasiado grande para una sola persona. La voz de su ángel le hizo saber que todo era real. -Thomas… despierta, ya está el desayuno- El joven gruñó fingiendo molestia y se cubrió el rostro con la sábana. Celeste puso los ojos en blanco y sonrió. Lentamente se acercó hacia el gran bulto que había robado su cama, sin esperarse que Thomas saliera de entre las sábanas y la tomara entre sus brazos. -Ahora eres mi presa- bromeó aferrándose a su cintura mientras besaba su cuello como si quisiera comérsela. -¡Thomas!- chilló riéndose con fuerza. -Me haces cosquillas- dijo con la voz aguda, su cintura y su barriga eran zonas sensibles y cualquier toque la hacía reír. -No voy a soltarte- dijo escondiendo su rostro adormilado en l
Un coche de lujo que contrastaba con su barrio se estacionó en la puerta de su edificio, juraba que el último coche había sido color negro, este era Gris como la plata. ¿Cuántos coches tenía Thomas en su haber? Celeste no se animó a preguntar. -Después de tí- sonrió el joven, abriéndole la puerta trasera. La rubia sonrió y entró al coche que olía a nuevo. “Una nueva adquisición” pensó fascinada. ¿Cuántos años tendrías que trabajar para poder comprar un coche como este? La joven estaba segura de que quizás unos 500 años y Thomas en tan solo un mes. ¿O quizás días? Parpadeó con fuerza, quitándose esos pensamientos sin sentido y se giró hacia el joven, dándose cuenta de que la estuvo observando en silencio todo este tiempo. -¿Tengo algo en la cara?- dijo nerviosa, colocando un mechón dorado detrás de su oreja. El azabache negó con la cabeza- Solo me gusta verte, cuando estás así como concentrada haces una cara muy graciosa. -¡Ey!- chilló con el rostro rojo de la vergüenza. -Tranqu
"Pasaré por ti esta noche” Celeste sonrió a la pantalla de su móvil. Las últimas semanas ese tipo de mensajes llegaban de forma inesperada en las noches antes de su horario de salida. Desde que las cosas habían mejorado con Thomas, cada vez que tenía huecos en su apretada agenda, pasaba a buscar a la joven por su trabajo y pasaban una romántica velada juntos en algún restaurante y claro, con postre final en la madrugada. A veces era en un restaurante que el CEO elegía, otras veces en alguno que ella elegía. Se iban turnando, como si ambos quisieran entender un poco más el mundo del otro. -¿Y esa cara de novia?- Celeste guardó rápidamente su teléfono en el bolsillo delantero de su delantal- Oh, nada. Solo un chiste tonto- mintió. Desde que había comenzado a “Salir” con Thomas, no había tenido el valor de contarle a su amiga, y menos a su jefe. Por el momento quería que solo fuera algo de ellos, como si todo fuera un sueño perfecto. Krystal la miró con una ceja alzada pero