Celeste se encontró frente a un espacio luminoso, casi en toda su totalidad de paredes de vidrio desde donde se veía toda la ciudad por debajo. Definitivamente estaban muy, muy en lo alto. Nunca se había sentido tan en la cima. La joven quedó boquiabierta al ver que cada rincón estaba cuidadosamente diseñado con muebles minimalistas pero que se notaba a leguas que eran de lujo. Estaba segura de que cada mueble costaba como su pobre departamento o hasta más. -Pasa querida, ponte cómoda- le indicó. Celeste se apresuró a sentarse en uno de los sillones de cuero blanco, tratando de mostrarse tranquila ante la fuerte mirada de aquel hombre. -¿Quieres algo de beber?- preguntó el CEO, caminando hacia su barra donde había cientos de bebidas. -Oh no, está bien- exclamó frotándose las piernas con nerviosismo y estirando su falda. -Insisito- dijo acercándole un vaso con un poco de whisky seco- Te va a encantar, es importado. La rubia bebió tan solo un sorbo y cerró los ojos con fuerza al
Celeste se levantó el bretel de su corpiño con timidez mientras César guardaba la cámara. Nunca se había sentido tan incómoda en su vida, ni cuando algún idiota en el bar se había querido propasar con ella. El hombre no la había tocado, pero su mirada oscura casi diabólica posada durante toda la sesión sobre su cuerpo había sido suficiente como para sentirse completamente ultrajada. César sonrió ampliamente, con sus dientes relucientes y brillosos- Bien, tengo muy buenas fotos aquí- exclamó revisando la galeria, estoy seguro de que a la jefa de publicidad le vas a encantar. Celeste sonrió lo mejor que pudo mientras se abrochaba los botones de su camisa- ¿C-cuando voy a recibir una respuesta?- Preguntó ansiosa. Necesitaba el dinero lo antes posible, para poder operar a Tati lo antes posible. -Pronto ángel, apenas tenga novedades te aviso- dijo guiñando un ojo. La rubia terminó de acomodarse su falda y se levantó de su asiento preparada para irse. -¿Quieres algo de beber?- preguntó
-Celeste…. La joven desvió su mirada del CEO, lo ignoró completamente y corrió a los brazos de su amiga- Krys… ¿Qué pasó?- dijo con preocupación, limpiando las lágrimas de los ojos de su amiga. -F-Fue solo un susto, ya está estable. El médico dijo que se descompensó, pero ya lograron estabilizarlo- sollzó. -¿Puedo verlo?- suplicó conteniéndo sus lágrimas. Thomas observó la escena con un nudo en su garganta, sabía que estaba de más, que sobraba en ese momento. Quería abrazar a su ángel y decirle que todo estaría bien, que haría todo lo posible porque ese muchacho saliera con vida de allí así su amada volvería a sonreír. -Si, está en el cuarto…- señaló la puerta de enfrente- Yo… no pude entrar, simplemente no puedo verlo así- sollozó. Celeste besó la frente de su amiga y se incorporó. Por un segundo, sus ojos rojos se movieron hacia Thomas quien no había dejado de mirarla- Quédate con ella, por favor.- suplicó. -Si, claro- respondió rápidamente. La rubia asintió con la cabeza en
-Está bien, es un trato. Celeste extendió su mano abierta y la acercó al joven, esperando que la estrechara como sello de su contrato sin papel. Thomas observó la mano y lentamente acercó la suya, pero no la apretó, sino que sus dedos se deslizaron entre los de ella y se entrelazaron. No se atrevió a decir nada en voz alta, sintiendo que sobraban las palabras. La rubia observó sus manos entrelazadas y como el pulgar del joven acariciaba su piel con cariño. Sintió su corazón latir de la emoción por un simple roce cargado de cariño y deseo. Poco a poco, sus ojos zafiros se elevaron hasta los oscuros del hombre, viéndose reflejada en aquel cielo nocturno. -Quieres….- soltó tímidamente- ¿Quieres pasar a casa?- dijo sin alejar su mirada. Thomas respiró hondo y mantuvo el aire en su pecho, tratando de tragar su emoción y sus ganas de saltar de alegría ante la propuesta. Claro que quería pasar, se moría por estar solo con su ángel, poder besarla, tocar su cuerpo, hacerla suya una vez má
Celeste se encontraba preparando una bebida no tan complicada, o por lo menos eso había creído, Krystal lo hacía parecer tan fácil y ahora estaba luchando con que saliera un trago que pudiera beberse sin vomitar en el intento. -Aquí tiene- le dijo al cliente, luego de luchar con los ingredientes- Lo siento por la demora. El hombre tomó el vaso, le pagó y caminó hacia una de las mesas. La joven suspiró agotada, limpiando el sudor de su frente. -¿Todo bien Cele?- preguntó Danny, apareciendo por detrás. -El trabajo de Krys no es nada fácil- protestó mientras limpiaba la humedad de la barra. Su jefe rió divertido- Ella es muy buena en esto. -La extraño- dijo haciendo un puchero. -Yo también, pero luego de lo de Tati, merecía aunque sea un día de descanso por lo menos. No sabes cuanto chilló, no quería aceptarlo. Celeste puso los ojos en blanco- Esa mujer…- Dijo y ambos rieron. Luego el silencio, uno algo incómodo, hasta que el hombre habló. -Cele… por cierto.- dijo moviéndose d
-Después de tí- exclamó caballerosamente Danny, abriendo la puerta del restaurante para que Celeste pase delante de él. La rubia observó el lugar maravillada, era hermoso, con una iluminación cálida y acogedora. Mesas de algarrobo que combinaban con la madera de los techos y las paredes, y hermosos ventanales desde donde se podía apreciar el río que pasaba por el puerto de la ciudad. Claramente era una vista excepcional, reservada para los que podían pagar un lugar como ese. -¿Hermoso verdad?- exclamó su jefe caminando detrás de ella. Celeste debía reconocer que no había sido mala idea distraerse un poco y ese lugar parecía ser perfecto. Sus ojos cargados de curiosidad se movieron hacia las mesas, todos parecían personas de clase alta, pero no notaron su presencia, cada uno estaba metido en sus propios asuntos y eso la tranquilizó. Excepto por algo, o más bien alguien.Al principio solo fue una extraña sensación en su estómago cuando atravesó el umbral de la puerta, pero culpó a s
Celeste hundió su rostro en la almohada y lloró. Lloró por la rabia, por ser una ilusa, por creer que un hombre como él la vería más allá de un producto, un envase vacío al cual usar y descartar. La última vez que había llorado tanto fue cuando le arrebataron a su padre de sus brazos hace más de diez años. Luego de eso su corazón quedó con una herida abierta pero controlada, jamás pensó que volvería a sentirse así, como si se estuviera muriendo. El dolor de cabeza se asomó, pero eso no detuvo sus lágrimas amargas. Su jefe la habia estado llamando desde que había huído del restaurante. ¿Acaso los hombres no entienden? Solo juegan con los sentimientos de las mujeres. Pensó colgando una vez más la llamada. De repente, se escucharon golpes ansiosos en la puerta de su departamento y agradeció esta vez haberle puesto candado a la puerta. -¡Déjame en paz!- chilló levantándose de la cama. -¡Quiero estar sola! ¿No lo entiendes?- La rubia corrió furiosa hacia la puerta, aún con el rostro roj
Thomas sintió un rico aroma que hizo rugir su estómago entre sueños. Por un momento pensó que estaba soñando, que todo lo que había ocurrido la noche anterior había sido una de sus crueles fantasías y que despertaría una vez más en su pent hause frío y solitario, demasiado grande para una sola persona. La voz de su ángel le hizo saber que todo era real. -Thomas… despierta, ya está el desayuno- El joven gruñó fingiendo molestia y se cubrió el rostro con la sábana. Celeste puso los ojos en blanco y sonrió. Lentamente se acercó hacia el gran bulto que había robado su cama, sin esperarse que Thomas saliera de entre las sábanas y la tomara entre sus brazos. -Ahora eres mi presa- bromeó aferrándose a su cintura mientras besaba su cuello como si quisiera comérsela. -¡Thomas!- chilló riéndose con fuerza. -Me haces cosquillas- dijo con la voz aguda, su cintura y su barriga eran zonas sensibles y cualquier toque la hacía reír. -No voy a soltarte- dijo escondiendo su rostro adormilado en l