Traiga a mi esposa

Cuando William despertó no sabía dónde se encontraba, ni qué había ocurrido.

Por suerte, los recuerdos fueron llegando poco a poco.

—¿Recuerda su nombre? —le preguntó el doctor.

Él no contestó enseguida, sí recordaba su nombre, pero quería saber cómo estaba Kathleen.

—Mi esposa —murmuró con la voz rasposa—. ¿Dónde está mi esposa?

El doctor sonrió como si su pregunta le resultara graciosa.

—Parece ser que ambos tienen la misma costumbre, su esposa también tiene revolucionado a todo el hospital porque no quiere quedarse en su habitación y pregunta cada cinco minutos por usted.

—Traiga a mi esposa, quiero verla —repitió.

Le dolía la cabeza y el cuerpo, pero la primera imagen que llegó a su mente fue la de Kathleen despidiéndolo en la casa con la expresión triste y preocupada.

—Cuando termine de reconocerlo, aunque por lo que puedo observar, sus recuerdos están bien. ¿Cómo se llama?

—William Hudson —gruñó—. Mi coche se quedó sin frenos y lo siguiente que recuerdo es ver su cara preguntánd
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