El agarre de Sebastián sobre el asa de la maleta era firme, sus nudillos estaban blancos por el esfuerzo de contener una marea de emociones. No había marcha atrás en su decisión. Bajó por los escalones y se encontró con su madre, estaba frente a él con una especie de expectación esperanzada que sólo hizo que el peso de su decisión lo presionara con más fuerza.—Sebastián, cariño, esta noche cenaremos en casa de Sara y sus padres. —anunció Jazmín, con voz ligera, casi cantarina. El aroma de su perfume floral flotaba en el aire, enmascarando brevemente el olor estéril que se adhería a la casa desde que su decisión había arraigado.Sacudió la cabeza, en un seco despido. —No estoy interesado, mamá.Es una cena importante, me dijo Nancy, quiere que toda la familia este presente. —Ya te dije mamá, no estoy interesado. —Pero Cleo estará allí. —presionó, arqueando las cejas, como si mencionar a la ex prometida de Sebastian disolvería mágicamente su resolución.—Mamá, Cleo… —Hizo una pausa,
—Es nuestra hija… —esas palabras resonaron en los oídos de Sara. Lentamente, se puso de pie, cuya expresión estaba retorcida por la ira y el desespero. Con un gesto de furia, lanzó la comida y los utensilios al suelo, su rostro enrojecido por la intensidad de sus emociones.—¡No puede ser verdad! —gritó Sara, su voz temblorosa de emoción mientras luchaba por contener las lágrimas. —¡No puede ser su hija!Alejandro se acercó a Sara con cautela, su expresión llena de preocupación mientras intentaba calmarla en medio de su propia confusión y desdén por la situación. —Sara, cálmate. —dijo en voz baja, su tono lleno de urgencia mientras intentaba contener la explosión de emociones de su esposa.Pero Sara estaba fuera de sí, su mente llena de confusión y desesperación mientras intentaba procesar la impactante revelación que acababa de escuchar. Los ojos de Sara ardieron con una furia que pareció incendiar el aire a su alrededor. —¡Tú! —Señaló a Ava con un dedo acusador y su voz era lo sufi
El teléfono de Sebastián vibró con una sensación de urgencia que sólo los mensajes de su padre podían transmitir. Miró la pantalla, las palabras '¡Reunión AHORA!', sonando hacia él como una alarma. Con un suspiro de resignación, recogió el maletín de cuero que descansaba contra su escritorio, cuyo contenido estaba meticulosamente organizado, un reflejo de su propia mente metódica.—¡Sebastián! —La voz atravesó su enfoque y se giró para encontrar a Antonio caminando hacia él, con las líneas en su frente grabadas con significado.—Antonio, no es un buen momento. —dijo Sebastián, ajustándose la correa de su maletín sobre su hombro.—Pero se trata de Ava. —presionó Antonio, deteniéndose a una distancia respetable, con sus ojos oscuros fijos en los de Sebastián con seriedad.Un destello de preocupación cruzó el rostro de Sebastián y su paso se detuvo momentáneamente. Ava... sólo su nombre despertó algo dentro de él, una mezcla de intriga y temor. —¿Ella está bien? —preguntó con preocupac
El aire estéril de la sala de conferencias de Montenegro Corporation crujió de tensión cuando Ava ocupó su lugar en la mesa. Sus dedos bailaron nerviosamente sobre la superficie pulida, traicionando su fachada tranquila. Frente a ella estaba sentado Alejandro Montenegro, cuya aguda mirada atravesaba el espacio entre ellos como hielo. —¿Que está haciendo ella aquí? —La voz de Alejandro fue un gruñido bajo cuando vio a Ava entre los firmantes. —No hagamos una escena, Alejandro. —intervino Angelo Miller en tono pragmático. —Estoy aquí estrictamente por negocios. Recién hoy firmaremos la venta, ¿Tienes idea de cuanto vale cada minuto de mi tiempo? —Exactamente. —Intervino Michael, que había estado supervisando el proceso; Su voz no admitía discusión. —Procedamos con las firmas y finalicemos este acuerdo. Como hombre de negocios sabía que no importaba quién, sino salvar a su empresa de la ruina, aunque eso significara entregársela al mismo diablo. Sin decir más, Michael recogió sus
El suave tintineo de los cubiertos y el murmullo de otros comensales rodearon a Ava y Sebastián mientras se sentaban uno frente al otro en la mesa de la esquina del acogedor bistró. El cálido resplandor de la lámpara del techo arrojó una luz suave sobre el rostro de Sebastián, resaltando la seriedad en sus ojos cuando se estiró sobre la mesa para tomar las manos de Ava entre las suyas.—Zoe. —comenzó Sebastián usando su seudónimo con un tono cariñoso—, no puedo empezar a decirte cuánto te amo. Cada momento a tu lado es un tesoro. Ava sintió que un sonrojo le calentaba las mejillas. No era frecuente que se permitiera esos momentos de vulnerabilidad, pero con Sebastián se sentía bien. —Yo también estoy feliz, Seb. Tomarlo con calma esta vez parece ser el paso correcto para nosotros.Miró por la ventana, donde las luces de la ciudad brillaban como estrellas lejanas, y luego volvió a encontrarse con la mirada tranquilizadora de Sebastián. La idea de regresar a casa de sus padres más tar
El crujido de la grava bajo los neumáticos anunció su llegada, y la grandeza de la casa de los padres de Sebastian permaneció como un centinela mientras se alejaban. Ava continuaba con la mirada perdida y no pasó desapercibido para Sebastián. —Oye. —la voz de Sebastián rompió su ensoñación mientras tocaba su mano suavemente—, has estado callada. ¿Está todo bien?Ava se volvió hacia él y una tormenta se avecinaba en sus ojos verde mar. —Vi a Alejandro… —confesó, haciendo girar el delicado brazalete alrededor de su muñeca, un hábito nervioso—. Y Cleo. Eran... no había algo inusual…El ceño de Sebastián se frunció, sus instintos protectores se activaron mientras observaba el juego de emociones en el rostro de Ava. —¿En qué manera? —Sondeó, con un tono áspero arrastrándose en su voz.—Creo que ellos son amantes. —dijo simplemente, dejando que el peso de la palabra quedara suspendido entre ellos.Exhaló bruscamente y asintió como si confirmara una sospecha que había albergado durante muc
El bullicio matutino de la oficina financiera fue interrumpido abruptamente por una risa triunfante de Sebastián, que estaba apoyado casualmente en un escritorio de caoba pulida. —Mira estos números. —sonrió, haciendo girar la pantalla de su tableta hacia su asistente. —Las acciones han subido un quince por ciento. —De hecho, es un aumento impresionante. —afirmó su asistente con un gesto respetuoso, mientras su propia pantalla reflejaba la buena noticia. —Nos estamos recuperando, Antonio. Ya podemos dormir tranquilo. —Todo ha sido gracias a sus estrategias y claro está con la llegada de los nuevos socios. Deberías considerar regresar a la vicepresidencia en lugar de Alejandro. —Para nada, mi hijo está por nacer y quiero tener el suficiente tiempo para estar con ellos. Por la tarde tengo que verificar que en la casa todo se encuentre bien. Ava ha puesto mucho empezó en la habitación de nuestro hijo. —Me alegro por ustedes, todo ba de viento en popa, es grandioso verlos felices.
Sebastián se inclinó sobre la cama del hospital y su mirada se suavizó mientras miraba a Ava. Su cabello estaba extendido sobre la almohada, algunos mechones pegados a su frente húmeda. A pesar del cansancio grabado en sus delicados rasgos, estaba radiante en el brillo estéril de la habitación. Rozó sus labios contra los de ella en un tierno beso lleno de gratitud y susurró: —Eres tan valiente, amor. Nos has dado el regalo más preciado. Los ojos de Ava, una ventana clara a su alma que había capeado tormentas de desconfianza, ahora brillaban con una mezcla de vulnerabilidad y alegría. Sosteniendo su mano entre la suya, sintió que ella apretaba ligeramente, un reconocimiento silencioso de su felicidad compartida por la llegada de su primer hijo.—Descansa ahora. —murmuró Sebastián, arropando la fina manta alrededor de ella. —Iré a ver a nuestro pequeño y le contaré sobre su increíble mamá. Salió de la habitación y el clic de la puerta cerrándose detrás de él se sintió como la suave p