Brock Ella estaba… feliz. Realmente era feliz, y yo con ella. Para una mujer que vivió en un castillo, Duquesa o no, con mucho espacio y cientos de personas atentas a ella, Azaleia parecía estar como pez en el agua en nuestra pequeña casa. Cada vez nos acercábamos más, como si un embrujo nos dominara. Ella jugaba con los mechones de mi cabello y yo movía su camisón que descubría su hombro y ojeaba su piel, pasaba la punta de mis dedos por su cuello, su escote, colocaba mi pulgar en sus labios entreabiertos. Ella se despertaba, no asustada, no con miedo, sino sonrojada con una sonrisa tímida, a centímetros de mí, como si le gustaran mis acercamientos, mi toque. Jamás pensé que a una mujer le gustaría que yo la tocara, menos ella, tan pequeña, tan suave, tan delicada como una pequeña ave. Nos quedábamos varios segundos viéndonos directamente a los ojos, en una conversación silenciosa, antes del que día comenzara. Era un juego peligroso, uno el que ambos parecíamos querer jugar. La
AzaleiaÍbamos mejorando, lo sentía desde el fondo de mi ser. Yo veía a Brock como una de esas partes en el bosque donde todo parece enredado, como si las plantas, los arbustos y los árboles hicieran todo lo posible para que nadie ni nada pasara. Pero usualmente esas partes escondían los claros más hermosos, las cascadas soñadas con lagos pequeños como espejos con fondos que parecen llenos de estrellas. Ahí se escondían las flores más radiantes. Pero yo estaba segura de que si poco a poco se iban quitando esas protecciones, esos enredos, esa espesa vegetación… el más maravilloso de los claros aparecería. Muchas veces tuve la oportunidad de ver a ese Brock, él que se reía, el que me complacía, el que me acariciaba tiernamente. Él que me miraba con los ojos más dulces del mundo, como galaxias infinitas. Esa noche que me besó, sentí que nacía algo dentro de mí… como un pequeño volcán que soltaba sus primeras chispas y me hacía suspirar. No me besaba porque era nuestra boda o porque e
BrockYo sé que no hay una respuesta aceptable para esas preguntas, pero hago lo mejor que puedo. Trato de tranquilizarme para lidiar con este momento inesperado.—Yo no quería casarme, es verdad— le confirmo, no puedo mentirle, no tiene sentido negárselo por más tiempo y su cara es más triste aún, ¡Dios tenía que haber escuchado a Layne! ¡Tenía que haber intentado solucionar las cosas antes! —Y no, no tenía planes de ser Duque, sigue sin importarme eso. Pero tomar Bousquet siempre ha sido el plan— intento aclarar, como si eso fuese una excusa válida. No lo es. —Tienes que creerme Azaleia… nada de lo que sucedió estuvo planeado. Lo que pasó en Miraes nos tomó por sorpresa a todos ——Pero tú y los Haggards salieron ganando… terminaron con lo que quería. Eres el señor de Bousquet, tienes mis tierras… ya no me necesitas… soy un estorbo al que en cualquier momento dejarás de lado como una cosa… algo que no necesitas ¿Para qué me retendrías? Podrías tomar a otra mujer… alguien que si con
Brock Ella me ve ahí en el piso arrodillada, llorando y temblando. Finalmente, decido que eso ha terminado y salgo de la habitación dando un portazo. Esa puerta no va a aguantar mucho, no es que quiera volver a entrar ahí. Mientras me voy sigo escuchando como llora. Estoy furioso ¡Ahora parece que soy un ogro malvado que se aprovecha chicas inocentes! ¡Un bárbaro que se deshacería de su esposa por un título! ¡Además, para dejarla por Hilda! Voy al cuarto y me siento en la cama con mi cara entre mis manos y mis codos en mis rodillas, intentando calmar mi respiración. He perdido totalmente mis cabales y lo peor es que creo ella está aterrada. Fui el salvaje, demonio que dicen todos que soy… pero que jamás fui con ella. Azaleia se veía… asustada y triste. Podía ver como todo su cuerpo temblaba, mis palabras fueron peores que golpes, pero que mi espada en mi mano. Nunca pensé en asustarla así, ella siempre lograba que yo fuera diferente, no el sujeto violento, sino que me daba una c
AzaleiaDicen que después de la tormenta llega la calma, pero nadie cuenta de los destrozos que deja o como, los que quedamos, tenemos que juntar los pedazos rotos, curar las heridas y continuar con nuestras vidas como si nada. Quedarme en mi habitación por días era fácil. Sentía que poco a poco había perdido las ganas de hacer algo. No era porque el hombre al que yo admiraba y quería me había confesado que evidentemente no retribuía mis sentimientos, sino que estaba tan atrapado como yo en este matrimonio. No dudaba que Hilda viniera con todas las malas intenciones del mundo, era evidente que su visita no era casual y logró su cometido. Me enredó en sus mentiras, en su entramado bien pensado, en sus chismes y habladurías, me había hecho pensar mal de Brock y en eso él tenía razón. Lo tenía todo perfectamente planeado, encontrarme sola, la camisa de Brock, el comentario de la casa pequeña para encerrarme, las habladurías de Blatta, todo. Con cada palabra, cada letra, cada sonido ha
Azaleia Cada día era un poco mejor que el otro. Al fin y al cabo… tenía una vida, una nueva vida. Creía que con menos oportunidades, pero tenía que aprovecharla. Tenía un hogar, que era de él, pero yo lo iba a hacer mío, y no estaba sola. Tenía una familia, una mía, Dashi y los gemelos; y otra de Brock, como Roldán. No dormía bien pensando y repitiendo sus palabras, sentía que una gran angustia crecía dentro de mí. Tenía pesadillas, pero ya no eran las usuales, habían cambiado. Soñaba con un Brock oscuro que me gritaba, me empujaba y me daba mucho miedo, clamaba que que me quería lejos de él y yo corría. Cuando volteaba a verlo estaba bañado de sangre, su cabello parecía rojizo de la sangre seca en él y como si hubiese salido de una horrible guerra. La tierra era negra, en el aire había humo, las flechas volaban por doquier y veía una furia en sus ojos como si se transformara en un monstruo de repente. Todo volvió relativamente a la normalidad. Seguía triste, como trastrabillando
AzaleiaVamos cabalgando con tranquilidad, yo voy viendo el camino. Pasamos pastizales, algunas casas abandonadas, sembradíos y seguimos el cauce del río. Y sin duda con muchas expectativas de como será la mamá de Roldán. ¿Qué mujer sería capaz de infundir miedo al Conde? Luego de varias horas estamos frente a una casa grande, más elegante que la de Brock. Desde el primer momento me doy cuenta de que es gobernada con mano de hierro: nada está fuera de lugar, la cerca es perfecta, hay siembras al rededor, entreveo un jardín de ensueños, una laguna pequeña con patos, un puentecito… un lugar paradisiaco. —Mi mamá ganó estas tierras con el matrimonio con mi padre. Era evidente que se odiaban, pero mi mamá dio un hijo varón sano, y si se me permite, apuesto e inteligente— dice descarado y yo me río. También hay algunos soldados y la seguridad tampoco es tomada a la ligera. Aparece en la puerta una mujer bajita, corpulenta, de cabello oscuro, con algunas canas, recogido elegantemente en
Azaleia El Conde estaba desesperado, pidiendo cabezas, responsables, algo, totalmente olvidado de que estábamos aquí, y que nosotros mismos habíamos hecho caso omiso a su pedido. Digamos que las cosas nos salieron bien, al menos nuestra terquedad y rebeldía tuvo frutos. No los que pensábamos —Hicieron realmente bien, por primera vez me alegro de que sean tan desobediente… y usted Duquesa… tiene buenos sentidos y una gran gran suerte— nos decía Nicasia mientras los soldados revisaban los alrededores de la propiedad. —Se supone que íbamos en ese carruaje, no es secreto para nadie. Sin duda nuestros soldados hicieron buen su trabajo de aparentar y los atacantes realmente creyeron que estábamos ahí— —Eso excluye a los soldados de Brock de sospecha. Ellos fueron víctimas y los únicos que sabían que el carruaje y la habitación estarían vacíos— dice Nicasia, que no parece ser una mujer ajena a las batallas, a las intrigas de los nobles, y los problemas con el emperador. —Eso quiere deci