Brock—¿Qué has dicho?— le pregunté súbitamente. No podía ni volver a pensar en el tema, necesitaba ayuda para entender esto que parecía ser un giro fundamental en los acontecimientos. Me acercaba a ella paso a paso mientras ella no me respondía, se limitaba a abrazarse las rodillas y a mecerse con evidente agitación.—Mi nombre es… Azaleia— dice con duda al inicio, pero dice el nombre con convencimiento. Tiembla un poco y me mira de reojo para luego apartar la mirada. —Yo… soy una criada y…— dice ella y yo me desespero, la interrumpo.—¡Basta! — le grito y ella se echa para atrás con miedo.—Por favor… tiene que escucharme… por favor— dice y yo me alejo bruscamente.a proseguir con el guardado de las cosas del campamento. En mi camino lanzo cosas, guardo todo a los golpes. Me ofende terriblemente, pero realmente lo que más me molesta es haber caído en su trampa. Todos estos días tranquilos y… casi felices, ella y yo. Las cenas tranquilas, su media sonrisa cuando me veía llegar a la
Azaleia—Vivimos momentos desesperados, señorita. ¿Es lo ideal lo que pido? Seguramente no. Hay peligros, no lo voy a negar… principalmente que alguien descubra que no eres Marchelina. Pero mencionó anteriormente, que uno de sus objetivos era que la confundieran con ella— responde él, ahora cerca de mí. —Es así… Marchelina salía poco del castillo, el Duque tenía miedo de que algo le pasara, pocos la conocen, ni siquiera otros criados——Mejor así. Y si… el Duque buscaba casarla— confirma él muy seguro.—¿Conocía al Duque?— él asiente.—Solo por cartas, él era un aliado importante para nuestra causa, la causa de la emperatriz, de la que puede llevar nuestro imperio a mejor término. La presentación de Marchelina a las demás familias iba a suceder muy pronto— eso era cierto. — La única forma de salvar el ducado es que sea la Duquesa y se case. Si no, lo más probable que suceda es que otro lo robe, lo invada, clame que es de ellos. Y le puedo asegurar que no van a ser buenas personas. ¿L
BrockNunca en mi vida había puesto tanta atención a una persona. Observándola, detallándola, consciente en extremo de cada paso que da, cada movimiento de sus ojos, cada respiración. Solo quería que llegaran Roldán y Layne, para que me hicieran relevo, estaba agotado de cuidarla… y a la vez, me preguntaba si alguna vez la dejaría de cuidar. Tenía que cuidarla y entregarla sana y salva a su marido. Y encontrarle un buen esposo no iba a ser nada fácil, pero eso es problema de otro momento. Tenía tantos años ocultando mis sentimientos y sensaciones que ya no lograba identificarlas.Me encantaba su voz tranquila y serena, lo calmada que parecía ser. Pero lo que más me gustaba era verla dormir, se veía plácida, sus labios entreabiertos, sus pestañas oscuras descansando en su mejilla, sus manos abrazando al zorrito. Me di cuenta a los pocos días que sufría de pesadillas. Una noche me atreví a acariciar su frente cuando tuvo una, se veía intranquila, preocupada y… poco a poco se calmó. J
AzaleiaEl camino a Miraes es largo y pesado y cada vez me siento más ansiosa. Se esperaba además que saliera de Miraes casada, de brazo de mi nuevo esposo, yendo a un lugar nuevo. Los únicos momentos realmente agradables y de pequeñas felicidades eran en la mañana o después de cenar, cuando Roldán se quedaba conmigo hablando, jugábamos con Areta y Till el zorrito. Roldán era un espíritu libre. Su padre parecía ser severo, por lo que él contaba. Como tantos, sus padres tuvieron un matrimonio arreglado sin mucho afecto y finalmente su madre se alojaba en otra casa en el campo, Narcisa se llamaba y parecía ser una mujer brillante. No tenía hermanos, así que era el único heredero del Conde Haggard, seguido después por Brock, y los herederos que él pudiera brindar para afianzar la casa Haggard.—Oh, recuerdo que mi tío era lo mejor. Él es mucho más joven que mi padre y siempre solíamos entrenar juntos, practicar la pelea y la lucha con espadas. Y fue así hasta que se casó— dice mientra
Azaleia Estar bajo la mirada de todos no era fácil, constantemente escuchaba rumores, susurros cuando pasaba y detallaban hasta los detalles más ínfimos de mi persona: mis uñas, mi risa, mis zapatos. A veces parece que estaba entre amigos, otras entre enemigos… era difícil saber quién era quién. La gran ventaja que tenía era que las personas invitadas en Miraes, familias importantes, comerciantes, grandes señores, herederos y demás… no parecían tener muchas expectativas de la Duquesa de Bousquet. Muchos casi ni sabían que existía. Así que era solo sonreír, decir algunas palabras sensatas, cordiales y mostrando sentido común y ya era muy bien recibida en los círculos y conversaciones. Yo era el gran precio como si fuera un concurso, no tenía que hacer mucho para que los candidatos se acercaran a mí. Aunado a eso, las joyas y vestidos que tenían, más la dedicación de Dashi, hacían todo lo demás. Mi día a día consistía en cenas, almuerzos, meriendas, tardes de té con señores y her
LayneTodo estaba funcionando perfectamente, tal como lo planeábamos, me atrevería a decir que, inclusive, mejor. La nueva Duquesa se comportaba de forma ejemplar, era una chica tranquila, sonriente, amable y francamente agradable. Los primeros días la observé de cerca hasta que me di cuenta de que podía estar sin mi presencia. Roldán afortunadamente se había encariñado particularmente con ella, así que la dejaba en buenas manos. Quién era realmente extraño era mi primo. Refunfuñaba más que nunca, las cejas se le iban a unir de tanto que las tenía fruncidas en su frente y si seguía así se iba a arrugar como una pasa en cuestión de días. No hablaba con casi nadie, miraba con cara de pocos amigos a los otros señores, y a los posibles candidatos, ni les digo. Mirada asesina era poco. Jamás lo había visto así.Era tan insoportable que varias veces lo tuve que mandar a que sacara a pasear a Areta por el bosque y se perdía así por horas. Era peor que tener un niño, pensaba. Roldán se com
Azaleia—¿Qué le parece, señorita?— me dice la costurera mientras me enseña varias telas de dónde escoger. El trabajo es hermoso y un sueño… si no fuera porque es para esta ocasión.— Había pensado que quizás podría elegir alguno de los vestidos que ya tengo y quizás hacerle algunos arreglos— mascullo yo nerviosa.— Tonterías, una Duquesa como usted debe vestirse como corresponde para el día de su boda. Debería ser un vestido digno de una princesa… o al menos casi— dice Layne con una media sonrisa. Miro las telas de nuevo, paso la punta de mis dedos por los suaves encajes y en vez de felicidad me produce cierta amargura. Evidentemente que amo una buena tela, un hermoso vestido ¡Hecho desde cero para mi! Jamás había tenido algo así, siempre usaba uno que Marchelina no quiso o no le quedó y siempre eran extremadamente hermosos. Pero la realidad es que solo es un envoltorio, y yo el regalo, la novia en una boda forzada.—Quizás sería prudente, además de los colores de su casa… sumar el
Brock Odio estar encerrado en el castillo como una bestia salvaje, siento que lo único que observo son piedras, piedras, paredes de piedras, puertas y muy pocas ventanas. Así que de vez en cuando me escapaba al bosque, tenía que caminar un largo trecho, de ida y de vuelta, pero yo era mucho más feliz y Areta también. Incluso a veces nos llevábamos al molesto zorro de la Duquesa y él… bueno, era menos desagradable en cuanto más lo veía. Su pelaje ya empezaba a colorearse como definitivamente iba a ser, era un animal que se iba haciendo más bonito y ella lo adoraba. Areta lo protegía y solía esperar a que yo lo trajese conmigo. El castillo me sofocaba, pero también había otras razones para que yo cada vez intentara salir de aquí. Una en especial que no podía dejar de lado, hacerme el ciego como venía haciendo. Cada vez era más difícil. Por supuesto que era ella. Sentía tantas cosas cuando la veía en el castillo que podría jurar que si pensaba en enumerarlas nunca iba a terminar.