Capítulo 8

Era una tarde soleada, Rouss salió con un traje de baño blanco, con un pareo tipo mono, se acomodo en la plataforma del barco a llevar un poco de rayos de sol y detrás de ella salió Fabián embelesado con su belleza.

Fabián llevaba una bermuda azúl y una camiseta blanca, se podría decir que inconsciente estaba creciendo la llama, del amor.

Estaban compartiendo unas copas, ella ya se sentía un poco mareada, a parte de las olas del mar la movida del yate, junto las copas de vino.

Una cosa llevo a la otra cuando vinieron a ver ya estaban dentro del camarote apagando la llama creciente dentro de ellos, primero fueron los besos , luego las caricias donde Rouss se estremecía.

"¡Fabián!" La voz de Rouss sonó dulce, la

melodía melosa que enviaba calor a través del

cuerpo de Fabián.

"Te deseo" Fabián gruñó, arrojando a Rouss

sobre la suave cama. Sus labios se arrastraron

sobre sus cejas, depositando besos de mariposa en su rostro. El calor de su aliento se extendió sobre la piel sensible de su oreja, enviando un escalofrío a través de ella.

"No...", protestó débilmente Rouss, pero su frágil

determinación se desmoronó en segundos. Sus

manos encontraron su lugar en el pecho de

Fabián y presionaron, dividida entre acercarlo o

alejarlo.

Los gemidos se le escaparon sin su

consentimiento. Los sonidos eran seductores,

haciendo que Fabián entrará en frenesí. Apenas

podía contenerse de abalanzarse sobre ella como una bestia mientras el calor fundido bajaba y bajaba por su estómago.

Enterró la cabeza en su cuello, mordisqueando con los dientes la tierna curva que conducía a sus hombros.

Sus manos vagaron por todo su cuerpo, acariciando sus suaves senos antes de apretarlos. Se deslizaron más y más hasta que alcanzaron su condición de mujer.

Sus dedos encontraron su capullo, acariciándolo hasta endurecerse. El repentino asalto de placer en sus puntos sensibles hizo que el cuerpo de Rouss se tensara casi dolorosamente, como si la electricidad corriera por su piel.

Levantó la cabeza hacia arriba, impotente ante los sonidos que Fabián le provocaba.

Su espalda se arqueó mientras se retorcía, su humedad rozando contra el calor de Fabián.

Estaba desnuda frente a él, sus pechos liberados de sus confines por sus manos hábiles y ansiosas.

Los picos de su pecho se habían tensado, poniéndose firmes mientras aumentaba su placer.

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