Hola chicas, aquí dejo el capítulo del día, mil gracias por seguir conmigo. Un abrazo y nos vemos mañana.
Escucho música y abro los ojos, estoy sola en la cama y al mirar el reloj, me doy cuenta que son las 6 de la mañana, dormí demasiado, aunque ayer fue un día complicado. Me pongo de pie, entro al baño para cepillarme los dientes, hago mis necesidades, me adecento un poco y sigo la música. Nathan está haciendo ejercicio, me quedo en la puerta por unos minutos mientras lo observo golpeando un saco de boxeo. Trae un short gris, está descalzo, su cabello está húmedo y se deslizan algunas gotas de sudor por su espalda. Da golpes contundentes y puedo notar la fuerza de sus brazos, sólo de imaginarlos a mi alrededor, un cosquilleo me recorre el cuerpo y termina en mi centro palpitando ansioso, decir que estoy babeando se quedaría corto. —Futura señora Blake, me está poniendo nervioso —bromea, pero sigue golpeando el saco. —No sé si me gustas más haciendo ejercicio o cepillando un caballo —murmuro y sonríe. Me acerco y lo abrazo por la espalda. —Estoy sudado, pastelito —me advierte. S
Llego a las oficinas y Dario no está en la recepción. Es la hora de comer, así que no creo encontrar a nadie. Entro, dejo el arma en la caja de seguridad y me voy a mi área de trabajo. Respiro profundo y sonrío, tengo que revisar los mensajes de mis redes y debo estar preparada para lo peor, como siempre. Empiezo revisando los perfiles de las chicas, ahí es donde los mensajes suelen ser más crueles. Critican unas piernas delgadas, dientes torcidos, un maquillaje que está mal a los ojos de las chicas expertas. Ni hablar de la ropa, los comentarios son más directos, hasta un punto en el que quieren decirte como debes vestirte para lucir mejor. Todos esos comentarios nunca faltan, hasta en los que tengo como menor, y eso que ahí no pongo fotografías, solo algunas imágenes, pero siempre hay algo que “señalar” o “sugerir”. Parece que en el internet hay expertos para todo, y les gusta lucirse para subir su enorme ego, dejando mal o humillando a otras personas. Siempre que leo todo est
Nos unimos a la llamada y todos están muy contentos, ya están haciendo planes para la boda, incluso los padres de Nathan ofrecen el rancho para tener ahí la celebración, además, aprovechan para invitar a mi padre y a Irina a pasar unos días allá, ellos aceptan encantados y prometen hacerlo en cuanto Nathan y yo, tengamos algunos días libres para acompañarlos. El resto de la noche transcurre entre risas y anécdotas, parece que ahora sí, mi padre está más tranquilo. Después de unas horas nos despedimos de la familia de Nathan, mi padre e Irina también se van a descansar. —¿Estuvo muy fuerte el interrogatorio? —le pregunto a Nathan mientras estamos sentados en el sofá. —Creo que lo normal, cualquier padre preocupado por el futuro de su hija, preguntaría de todo. —Estoy feliz de que aceptara. —Yo también, aunque si no lo hubiera hecho, estaría insistiendo sin dejarlo dormir por el tiempo necesario —comenta con diversión. Suspiro y me recargo sobre su hombro. —Hablé con Enzo —dice
Es Frank, mi ex novio, estoy un poco sorprendida al verlo. —Hola, me acerco a saludarlo. —Te ves muy bien —me halaga dándome un abrazo muy efusivo. Me lo encontré en algunas ocasiones mientras trabajé en Washington, él consiguió trabajo en la DEA, pero no tenía idea de que trabajaba con Benji. Frank es un hombre muy atractivo, tenía mucha suerte con las chicas en la academia: es rubio, ojos claros, nariz respingada, labios finos y aunque no es muy alto, tiene un cuerpo atlético. Benji y Hammer son de la misma estatura e igual de robustos, aunque Benji es de piel un poco más oscura, trae barba y varios tatuajes que sobresalen de su camisa. —Él es Frank —lo presenta Benji—. Mi compañero, tiene unos meses trabajando a mi cargo —explica. —Vamos a la oficina, por favor —les pide Nathan y Benji pasa su brazo por mis hombros. —Mayte no podía creer cuando le dije que estaría trabajando contigo. —¿Cómo están tus chicas? —lo interrogo mientras caminamos. —Hermosas, y volviéndome un
—Hay algo que no te he dicho —digo de pronto deteniéndolo abruptamente. —¿Es algo malo? —me pregunta. —No lo sé, la verdad no he querido pensar en eso —suspiro. —¿Qué pasa? —indaga y avanza para quedar frente a mí. —Mi padre, además de venir a verme, también quería contarme personalmente, que hace unos días, encontraron muerto a Massimo en su celda. —¿Cómo te sientes respecto a eso? —me interroga abrazándome. —Tengo que confesarte que no siento nada —me sincero—. Solo una gran liberación, y ahora estoy más segura que nunca, que mi pasado quedará enterrado al igual que él. —Nunca he sido de desearle mal a nadie, pero hay personas que deben pagar por lo que han hecho y tarde o temprano les llega lo que merecen —resopla—. No tienes idea de lo mucho que te admiro. —¿Con todo y mis demonios? —cuestiono. —Todos los tenemos, algunos más fuertes que otros —asegura—. Nunca hablo de este tema, ya que me dejó marcado —toma aire y seguimos caminando—. Mi primer año de trabajo, como ya s
—¿Pasa algo papá? —le pregunto ya que me preocupa su seriedad. —No, solo quiero hablar contigo un momento. —Claro —le digo y vamos al comedor para sentarnos. Pone su mano sobre la mía y la presiona, toma aire varias veces como si le estuviera costando hablar. —Sé que en Washington, también eras una chica independiente, pero me tranquilizaba, saber que Arya y Enzo viajaban seguido a la ciudad, además, toda la familia de Arya estaba allí y sabía que te ayudarían en caso de que lo necesitaras —suspira. Mi padre no es un hombre muy cariñoso o que se exprese demasiado, y aunque cambió mucho con lo que me pasó, sé que le está costando sincerarse. —Antes de hacer este viaje, Enzo me dijo que estabas muy bien e intentó tranquilizar mis nervios, incluso me dijo que Nathan le parecía un buen tipo —sonríe—. Pero ahora, que he visto el trabajo que haces, lo emocionada que estás en ese equipo, más allá de estar enamorada de tu jefe —se ríe—. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti, m
Nos bajamos y Dania toca la puerta, abre una mujer mayor. —¿En qué puedo ayudarles jovencitas? —nos pregunta mirándonos de pies a cabeza. —Somos agentes del FBI —le explica Dania y le mostramos nuestras placas—. Me notificaron que usted ha hecho varias denuncias acerca de un posible sospechoso. —Sí —responde la mujer—. Hay un tipo que viene al parque todos los días, justo a la hora que salen y entran los pequeños de la escuela —señala la escuela a unas cuadras—. Se queda aquí en el parque y yo creo que toma fotografías con su teléfono. —¿A qué hora salen de la escuela? —le pregunto. —Falta media hora —responde mirando su reloj. Dania sigue haciéndole algunas preguntas y yo cruzo la calle para ir al parque. —¿Qué haces? —cuestiona Dania alcanzándome. —¿Te dio más información? —le pregunto. —No, lo que ya le había dicho a la policía, aunque ellos creen que por ser mayor, está exagerando, todos los días llama y siempre hay patrullas cerca que no encuentran nada —me informa
Al llegar a mi apartamento, mi padre e Irina ya tienen todo listo para el viaje. —Milly, ¿qué te pasó en las manos? —me interroga Irina preocupada. —Nada de cuidado, estoy bien. —¿De verdad hija? —insiste mi padre. —Sí, de verdad, solo son unos rasguños, un cristal se rompió en el trabajo y mis manos estaban en el lugar equivocado —les explico y saludan a Nathan. —Ahora regreso —me disculpo para ir a mi habitación y guardar mi arma en la caja de seguridad. Al volver, ya está la mesa lista, cenamos y al cabo de unas horas, se llega la hora de la despedida. El avión de Enzo ya los está esperando en el aeropuerto, al parecer también viajarán los padres de Arya y no quieren hacerlos esperar. —Nos vemos pronto mi pequeña —dice mi padre abrazándome. —Te quiero, papá —le doy un enorme beso en la mejilla que lo hace reír. —Adiós, pequeña —me abraza Irina—. Cuídate, te quiero mucho. —Yo también, Irina —le doy un beso en la mejilla—. Gracias por todo. Se despiden de Nathan y l