El amor, es un sentimiento efímero, como el tiempo, distorsionado según sea quien lo perciba, es como la parábola del gato y el ratón, para el ser humano un gato es tan solo un gato, para el ratón, el gato es un monstruo, Arlina era amada por tres hombres, sin embargo, solo aceptaba el amor de uno solo de ellos…para ellas, los otros dos eran como ese gato y ella, era el ratón.
La singularidad del tiempo es curiosa, y es que, el tiempo, es efímero, en un instante, se marchita, Alexandre O´Neill observaba el panorama de aquellas montañas boscosas, los montes Pirineos eran bastante grandes, bastante bastos, los humanos comunes no tenían ni idea de quien o que se ocultaba dentro de aquella hermosa espesura verde e imponente, sin embargo, el sí lo sabía, y por ello se encontraba allí.
Bajando del lujoso vehículo que había conducido hasta allí,
El aroma del perfume de lavanda penetraba cada espacio de aquella habitación, la cabellera plateada se la había peinado elegantemente hacia atrás, se había vestido en su traje mas fino, era un día especial, acudiría a visitar a algunos viejos colegas de sus padres, faltaban solo algunos días para que comenzara la luna de sangre y necesitaba tener todo listo, el tintineo de la cadena de plata resonó en el silencio de aquel lujoso cuarto de hotel, por supuesto, pocos lo sabían, pero los Levana eran bastos, aquel hotel donde permanecía en Arties era de su familia y los humanos que lo cuidaban no lo eran en realidad, dos familiares, iguales a Ayla, pero con apariencia humana, se habían encargado de cuidar todo el patrimonio de su familia, y por ello, no estaba en desamparo para sobrevivir en el mundo de los hombres, había colocado aquella cadena gruesa y fina en aquel collar de oro blanco y diamantes, el
El clima de Rumania era un tanto diferente al de España, no cabía duda de ellos, podría juzgar incluso, que era más agradable, el olor a magia, a misticismo, se dejaba sentir casi en cada rincón y recoveco, habían llegado hasta allí en un vuelo de primera clase, su tío, el rechazado de la familia, aun a pesar de ello era un hombre acaudalado, aunque, a juzgar por la emoción tan evidente que lo había embargado en el momento en que subieron al avión, era notable que era verdad aquel rumor de tener literalmente siglos sin salir al mundo exterior fuera de su mansión en medio del bosque, aun así, Hernán parecía estar bastante actualizado, no le extrañaba, era un hombre culto, aunque por supuesto, su demasiado refinado vocabulario lo dejaba ver como un hombre de hace siglos, irónicamente, eso era verdad.– Gracias delicada doncella, me complace en demas&iacut
La tensión e incomodidad eran palpables, cientos de ojos que centellaban entre variedad de colores y tonalidades rojizas, los miraban escudriñando sin perder detalle, era demasiado incomodo estar rodeado de niños vampiro que olisqueaban aquí y allá, era aun mas molesto entender que todos ellos eran básicamente niños que ya habían muerto, no tenían aroma alguno sobre ellos, era como si fuesen nada desvanecidos en nada, aquello era doloroso, siempre le habían gustado los niños, su mayor deseo era tener a muchos de ellos con Arlina, y ver a estos infantes transformados en seres de la noche que existirían eternamente alimentándose de la sangre humana, era desgarrador, muchos de aquellos que lo miraban con la curiosidad infantil típica de un pequeño, no rebasaban más allá de los cuatro años, pero, según lo que su tío le había narrado, el pr&ia
Los Cárpatos, aquella extensión de montañas muy reconocida en todo el mundo, escenario de muchos mitos y leyendas, tierra legendaria y misteriosa de Rumania protagonista de los mas horridos cuentos que desde tiempos remotos atemorizaban a los seres humanos, en la actualidad, era un buen lugar para dar un paseo, planificar un largo viaje y organizar un tour a través de sus viejas leyendas, Arlina disfrutaba de la vista que se apreciaba a través del cristal en la ventana, viajaba en una demasiado oscura camioneta que guardaba un compartimiento especial para el Conde de Bourgh quien no podía recibir la luz del sol, junto a su hermana Senka y el compañero de esta, Isobel Bennet conducía, viajarían primero hasta Brasov y después de allí se internarían en medio del verdoso paraje de las montañas, estaban en busca de un personaje legendario, un hombre bíblico, el primer hijo Adam y Eva, el pri
El olor a pino de bosque inundaba cada uno de sus sentidos, la luz del sol bañaba el valle de manera solemne y maravillosa, regalando a la vista un espectáculo de belleza sin igual, le recordaba a su hogar, aquellas tierras de las que no debió haber salido nunca cuando Alejandro O´Neill le aseguro que nada malo ocurriría, había sido arrebatada de manera vil y atroz de su manada, aquella de parias, rechazados por sus castas como ella lo había sido, no tenia idea de como estaban todos ellos, era su líder, pero gracias a Arlen Levana y la maldita marca que había dejado en su cuello, no podía marcharse y regresar con ellos, odiaba aquellas estúpidas cosas, hechizos, magia antigua y todo lo demás, que deliberadamente en tiempos antiguos habían decidido que las hembras se sometieran a la voluntad de sus machos sin posibilidad de oponer resistencia, aquella marca, conjuro infame, lazo de sangre pr&aac
No le agradaba demasiado tener que tolerar la presencia de tantos niños vampiro que pasarían casi desapercibidos de no ser por su extraordinaria belleza, los hijos de Nicholas Sallow eran un dolor en el trasero, uno demasiado grande, aun siendo vampiros, su mente seguía siendo la de un infante caprichoso, verlos alimentarse era poco mas que desagradable, no eran refinados a la hora de comer, masacraban de manera atroz a sus víctimas, sin embargo, parte de aquella alianza que lo ayudaría a obtener a Arlina para si mismo, era ayudar a esa mujer vampiro que usaba hábitos de monja a vigilar que los hijos del príncipe del fuego no causaran demasiado revuelo en los pueblos vecinos, al menos durante el periodo en que se tenía todo preparado para el viaje, esa noche finalmente saldrían a internarse en lo profundo de los Cárpatos, lugar donde, aseguraba el joven príncipe, el llamado Dragos Albescu, el primer hijo de
El olor a pino y bosque emanaba con libertad y se intensificaba con el aroma propio de la lluvia, los viejos y vetustos arboles daban fe de que aquellas tierras no eran visitadas por seres humanos…de ser así, todo lo único que podría apreciarse alrededor seria devastación, aquellos vastos territorios eran los dominios de un lobo hibrido de los más antiguos, su manada era mas bien salvaje, rechazaban por completo vivir en las ciudades humanas y mas aun, mezclarse con ellos, se sentían de linaje con sangre puro sin serlo, no existían mas lobos que no tuviesen humanidad en sus venas salvo su familia, los Levana, por ello, era imprescindible el aparearse con Arlina, eran los únicos que podían perpetuar el linaje de sangre pura, eran los únicos que quedaban para hacerlo…mirando a la loba de hermosa y tersa piel morena que caminaba a su lado con su vista clavada directo al frente, medito en lo que comenzab
Las vistas que los montes de los Cárpatos regalaban eran un espectáculo de colores y formas sin igual, la luz dorada del sol, hacia que aquella belleza natural se sintiera mas viva que nunca, Arlina disfrutaba de aquellas vistas sintiéndose en completa calma, al menos, por ese momento, no sentía que se debiera a nada ni nadie, era una sensación de libertad indescriptible, igual a la que siempre había deseado sentir, o, al menos, eso creía ella, nunca se había sentido, siempre había sido prisionera sin saberlo en los dos acontecimientos mas grandes de su vida, primero, con sus padres, que deliberadamente planeaban unirla a su gemelo, luego, con Alejandro, aquel que siempre se sintió con el derecho de gobernar sobre ella, que le impuso su amor como una condición para liberar a su hermano, estaba harta, realmente harta de todo aquello, de ser una mujer cautiva en un sentido o en otro, de nunca poder vivir a pl