Capítulo 5 Celos

Narra Arthur.

Llegamos a un restaurante de lujo, mis clientes, los Ferrara, padre e hijo, este último es un prepotente, pero tengo que aguantarlo, su padre, el sr. Francisco es más centrado y profesional, es por eso, que los negocios los hago con él, pero como pronto se va a retirar, dejará todo a su hijo. Entramos y le dije a la recepcionista que los Ferrara nos esperan, ella sonríe y nos guía hasta la mesa. Y ahí estaban, pero Juan Carlos estaba acompañado por una rubia muy exuberante, exagerada para mi gusto. Nos miran y se queda embobado al ver a Annel, no puedo evitar que la mire con morbosidad.

Buenas noches, señores. – saludo cordialmente a Francisco, toma mi mano y sonríe.

—¿Quién es esta bella mujer? – el idiota ignora mi saludo pasa seguir babeando por mi asistente, la cual esta algo incomoda con su mirada.

—Ella es mi asistente, la señorita Annel Maxwell. – digo y el idiota se levanta de su lugar para acercarse a ella y tomar su mano depositando un beso en ella, pero quita discretamente su mano. Creo que le produce asco.

—Es un placer, bella dama, soy Juan Carlos Ferrara. – dice con seducción. – dice un poco incomoda.

—Es un gusto, señorita. – dice más amable Francisco. La mujer que acompaña a su hijo no ha despegado su mirada de mi desde que llegamos.

—Ella es Rebeca Miller, mi asistente. – ella me sonríe con lujuria y quiero rodar los ojos.

—Mucho gusto, sr. Harrison. – dice extendiendo su mano, la tomo y la suelto en seguida.

—Bueno, a lo que venimos, hablar de negocios. – dice Francisco y en lo que pedimos la cena, hablamos de la publicidad para sus nuevos negocios en Inglaterra, se quieren expandir más ahí, me pareció muy bien.

Casi toda la noche, Juan Carlos no dejaba de mirar a Annel, los celos comenzabas a aparecer, así que nos despedimos y la tomé de la mano para salir de ahí. Pero no sin antes ese par de idiotas querían intercambiar números con nosotros. Los ignoramos.

—Siento mucho lo que pasó. – digo y ella me mira sin comprender.

—¿De qué habla? – tan linda.

—Por el hijo de Francisco, es un idiota. - Digo y ella niega.

—No se preocupe. Imagino que siempre habrá personas así. – es muy comprensiva.

—Lo sé, pero tenga por seguro que siempre cuidaré de usted. – digo tomando su mano entre las mías, veo que se sonroja un poco. Al verla un poco incomoda, retiro de inmediato mis manos.

—Lo siento, no debí tocarla sin su consentimiento. – me disculpo y ella no dic nada. Subimos al carro, pidiéndole al chofer que nos lleve al hotel.

Al llegar, subimos al ascensor sin decir ni una palabra, realmente soy un idiota, pero muero por tenerla a mi lado, besarla y hacer el amor con ella. Bajamos y cada uno se fue a su habitación, pero antes de cerrar la puerta, escucho su voz angelical.

—Que descanse, sr. Harrison. – dice con una hermosa sonrisa.

—Igualmente, señorita Maxwell. – le sonrío levemente, y cierro la puerta dejando salir un suspiro por ella.

—¿Qué me has hecho, Annel Maxwell? – digo para mí mismo. Me voy al baño donde tomo una ducha muy relajante. Debemos descansar. Mañana es una reunión informal con los Ferrara, y no quiero que el imbécil de Juan Carlos se le acerque a ella o no responderé. Cierro mis ojos y la veo a ella con su bella sonrisa que hace que me enamore más de ella. Es realmente hermosa, no dejo de pensar en ella, que a veces pienso que no la merezco.

Al día siguiente…

Siento la luz del sol sobre mi rostro, lo que hace que me cubra, pero unos toques en la puerta llaman mi atención, me levanto, y la abro, veo a Annel que tiene los ojos muy abiertos y la miro sin entender de su expresión, y recuerdo que no llevo nada puesto en la parte de arriba de mi cuerpo. Cierro la puerta en seguida y tomo una playera blanca, me la pongo y abro nuevamente la puerta.

—Lo siento… yo sólo venía a ver si quería ir a desayunar. – dice mirando a otra parte con total timidez.

—Discúlpeme usted a mí. – digo apenado.

—Me cambio y la veo en el restaurante. – digo y ella asiente y se va.

No pensé que vendría a verme para ir a desayunar, de haberlo sabido, no la recibía así. Me cambio y bajo, entro al restaurante, la veo sentada mirando hacia un ventanal, me acerco a ella y la saludo.

—Buenos días. – digo con una sonrisa apenada.

—Buenos días, sr. Harrison. – dice mirando a otra parte, creo que nunca se imaginó verme así. Y eso me gustó y mucho.

—¿ya pediste algo? – digo y ella niega sin decir nada.

—Aquí está la carta. -la extiende y la tomo rozando sus dedos con los míos y veo que se sonroja.

– digo sin mirarla.

—De nada. – me encanta verla así de tímida. Es bellísima.

Narra Annel.

Acabábamos de llegar a España y aún no podía creer que había viajado con mi jefe, pensé que no sería necesario, ya que no llevo mucho trabajando para él. Gabriel sólo se burlaba de mí que estaría a solas con el sr. Harrison, yo sólo lo fulminaba con la mirada, él se ha dado cuenta de que me la paso suspirando por mi jefe, pero estoy muy consciente de que nunca se fijaría en mí, o al menos eso pensaba, siempre que lo veo por la oficina o entro en la suya para dejarle documentos que me pide para firmar, siempre m sonríe y eso me pone un poco nerviosa, pero recuerdo que tiene novia y me saco esas ideas de la mente.

Hoy fuimos a una cena con los Ferrara, el padre es muy amable, pero él hijo… es un idiota, no dejaba de mirarme, eso me ponía incomoda, pero mas cuando la mujer que lo acompañaba se comía cos las miradas a lo descarado a mi jefe, de cierta manera me puse celosa, ya sé, es absurdo, ya que entre mi jefe y yo no hay nada, más que una relación laboral. El sr. Harrison estaba tan furioso por las miradas del sr. Juan Carlos, que se despide de todos al igual que yo lo hago, pero antes de salir, ese par se acercan a nosotros tratando de intercambiar números con nosotros, pero el sr. Harrison los ignora. Se disculpa por lo ocurrido, le dije que no se preocupara, que lo entendía. Me promete que cuidaría de mí, siento que exagera un poco, la verdad se defenderme de idiotas como el hijo del sr. Ferrara. Toma mi mano entre las suyas y ese contacto hizo que sintiera una corriente eléctrica en todo mi ser, me siento sonrojar, él lo nota, me suelta y se vuelve a disculpar.  

Dentro del ascensor, hubo un silencio un poco incomodo, lo veo de reojo y lo noto un poco frustrado, al bajar salimos y antes de entrar a las habitaciones le hablo.

—Que descanse, sr. Harrison. – digo con una sonrisa sincera.

—Igualmente, señorita Maxwell. – se despide también y me sonríe. Tiene una sonrisa muy sexy.

Entro a mi habitación y me deslizo por la pared hasta llegar al suelo. Es muy guapo y amable, me hace sentir cosas que nunca había sentido, ni siquiera con el idiota de mi exnovio, lo imagino desnudo, acariciando mi cuerpo debajo de mi ropa, y haciéndome suya.

¡¿Qué cosas pienso?! Él tiene novia, no puedo fijarme en un hombre como él. Estaba tan concentrada en mi propia batalla entre deseo algo con mi jefe como que todo eso está mal que suena mi teléfono y es Gabriel.

—Hola, Gabo. – lo saludo tratando de controlar mis nervios.

—Hola, guapa. – me saluda muy contento

—¿A qué debo tu llamada? – pregunto un poco curiosa.

—Saludarte y saber cómo te va con tu jefe. – dice en un tono pícaro.

—Sólo trabajar. – digo resoplando un poco molesta.

—Si mi vida, lo que tú digas. – dice con burla.

—Ya mejor váyase a dormir. Necesito descansar que mañana me espera otro día largo. – digo un poco cansada.

—Cualquier cosa me hablas. Descansa. – nos despedimos y colgué la llamada.

Me voy a dar una ducha para poder descansar mejor, y no pensar más en mi atractivo jefe. Después de salir, me pongo mi pijama, me recuesto en la cama y me tapo, no tardo en quedarme dormida.

A la mañana siguiente…

Me levanto temprano, tengo mucha hambre, así que me doy otra ducha. Salgo y me pongo unos jeans y una blusa blanca holgada y me maquillo ligeramente. Salgo de la habitación y toco la puerta de la habitación, sale mi jefe, pero no tiene nada que cubra su torso bien trabajado, al verlo así me puso muy nerviosa, se da cuenta de mi shock cierra la puerta y la vuelve a abrir, ya tiene puesto una playera, me disculpo y le dije el propósito de mi visita, lo veo apenado y me dice que sólo se cambia y me alcanza en el restaurante. Nos despedimos y bajo por el ascensor. De sólo verlo así, me dieron unas ganas de abrazarlo y comerlo a besos. No, no, no y no. Es mi jefe, tiene novia. Debo repetirme esas palabras para no caer en la tentación.

Veo que llega y me concentro en otra cosa, nos saludamos y le paso la carta para que pida su desayuno, pero al tomarla roza sus dedos con los míos y sentí una corriente eléctrica. No me pudo fijar en un hombre como él.

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