Henry
Estaciono mi auto en el lugar que ocupaba mi abuelo, —siento la opresión en mi pecho, suelto un suspiro e intento seguir— la luz de esta mañana me da una maldita migraña que las pastillas no han podido curar. Llevo mi maletín con los proyectos que había dejado en borrador antes de marcharme a Londres hace cinco años. Llego al elevador y cuando las puertas se cierran, me presiono la frente con mi mano libre, niego y me regaño a mí mismo, después de que Molly se había marchado con nuestro viejo amigo, había seguido la noche con Sebastian, tuve que levantarme temprano e ir por ropa al hotel, he entregado la habitación y por mientras, ocuparía espacio en la habitación de huéspedes del departamento de Sebastian.
Las puertas se abren, el personal femenino me lanza una mirada de pies a cabeza, se levantan a toda prisa y con profesionalismo, me dan los buenos días, solo hago un movimiento de c
Molly Nos miramos por unos momentos más, soy la primera en hablar. —Ahora que tu primera pregunta está contestada... ¿Cuál es la segunda? —él se pone serio. —Antes de que pasemos a ese tema, me gustaría saber, ¿Cómo nos comportaremos en la oficina? ¿Podría darte un beso durante el día mientras nadie nos mire? —niego al tono divertido que usa. —No. Tenemos que ser profesionales. —Está bien, tenía que intentarlo. —hace un movimiento de hombros. —Por cierto, ¿Entonces te vas a mudar? —hago un breve movimiento de barbilla, recuerdo lo de mi madre. —Es necesario, necesito por distancia con ella. — ¿Cómo tomó esa noticia? —suelto un suspiro. —Ella insiste en que la estoy abandonando. Pero sé qué es lo m
Henry Miro los documentos en mis manos, pero mi mente está con Molly y Sebastian, ¿Ya habrán dejado de hablar? Me quedo mirando un punto del escritorio, ¿Realmente iban a hablar de la mudanza? ¿O solo era una manera de distraer mi atención? Dios, nunca me había sentido así. Tiro los documentos sobre el escritorio y me dejo caer en el respaldo de la silla, el aroma a puro sigue en el ambiente. Alcanzo el teléfono y marco a Molly. — ¿Sí, señor Goldberg? —mi corazón late a toda prisa. — ¿Sí? —Necesito que retiren todo el olor a puro de la oficina, no sé qué podrían hacer los de limpieza. —Hablaré con ellos. ¿Otra cosa? —me quedo en silencio, dudando en sí preguntar. — ¿Ya has hablado con Sebastian? —lo hago. Por un momento se hace un poco de silencio. —Sí, he
Molly Estoy esperando a que Henry salga de presidencia, miro de nuevo el reloj y ya es la una con cinco. Reviso de nuevo si queda algún pendiente antes de irnos a comer. La puerta se abre después de unos cinco minutos más, Henry tiene la mirada baja, lleva su americana sobre su brazo, nuestras miradas se cruzan, pero la de él, no llega a conectarse con la mía del todo. — ¿Todo bien? —él asiente en silencio. — ¿Estás lista? —sonrío acompañado de una afirmación con mi cabeza, me levanto, alcanzo mi bolso y esquivo mi escritorio para acercarme a él. — ¿Qué te apetece comer? —pregunta en un tono serio, mientras caminamos hacia el elevador. —Lo que quieras, no soy muy estricta de paladar. —llegamos, presiona el botón, luego se pone su americana, noto la distancia entre los dos. — ¿Seguro que todo está bien? —él asiente con una
Molly —Caminemos, cariño. —susurra, su mirada es cristalina, creo que le debió conmover mis palabras, sonrío, me suelta la mano para bajar, pero yo me quedo ahí, mirando cómo se detiene frente al cofre, mirando al muelle, luego lanza una mirada hacia a mí. Su mirada es diferente, su gesto es diferente, entonces siento como mi piel se eriza, no entiendo el motivo, pero solo tengo la sensación de querer llorar, sacar lo que tanto he guardado y que no sé por qué he abierto aquella puerta que siempre mantuve cerrada desde que mi padre murió. Bajo, y le alcanzo, me extiende la mano para entrelazar nuestros dedos y así lo hago, caminamos en silencio y lentamente por el largo muelle. Hay muchos catamaranes en el área. — ¿Qué haremos? —pregunto curiosa al detenernos frente a uno catamarán blanco, sube su pierna al interior, luego me hace señas de que lo siga. — ¿Vamos a subir? ¿Es tuyo? —él son
Henry Abrazo a Molly con fuerza a mi cuerpo, tiembla al mismo tiempo que llora, su dolor me traspasa y así nos quedamos por unos minutos más. —Gracias... —dice entre el hipo de sus sollozos, la separo de mí, con mis pulgares limpio cuidadosamente las lágrimas que siguen cayendo por sus mejillas rojizas. —Lo que menos quería es que un secreto del pasado nos alejara. —Suspiro—, Entiendo tu dolor, pero para eso estamos juntos, para apoyarnos y superarlo... —ella sonríe débilmente. —Gracias por no callarlo...y no tienes la culpa de lo que pasó, no quise decir eso que dije, es cruel y me siento mal. Perdimos ambos padres, tu perdiste a los dos, no me imagino lo que debiste sentir…perdóname. —dejo un beso fugaz contra sus hermosos labios, el nudo se estaciona en medio de mi garganta, ella lo nota, levanta sus manos y acarician mi ro
Molly Tenía la costumbre de cuestionar cada paso que daba en mi vida, todo gracias a mi madre, pero había salido a la luz, había dejado de sentirme culpable por dejarla, dejarla para poder vivir mi propia vida, el trabajo me había acaparado casi todas las horas del día, lo único que quería, era al finalizar el día, poder dormir, quizás con la suerte de fantasear con aquella voz que durante el día me ponía la piel erizada, me hacía apretar mis muslos y siempre sonreír en silencio sin que nadie notara aquella parte de mi vida. Esa parte que era solo mía y que nadie podía juzgar. Porque era solo él y yo en mis sueños. Ahora, todo ha dado un giro inesperado, hace unos momentos había escuchado una parte cruda de mi vida de la cual no sabía, entonces, ha llegado una pregunta que hace ruido en el interior de mi cabeza, ¿Mi madre sabría lo del accidente? ¿Sabía del dinero que se le deposita al mes? ¿Está al tanto de los cheque
Molly Se inclina y atrapa mis labios, puedo sentir algo en ese beso, es un beso cálido y tierno, nuestras lenguas se encuentran formando un baile, nuestras manos comienzan a recorrer nuestras pieles, poco a poco sentimos como el deseo y la pasión aumenta entre los dos, el calor que provoca dos cuerpos, es indescriptible, poco a poco se acomoda entre mis piernas, sus labios sueltan los míos, para buscar mis pechos, algo grandes, mordisquea cada pezón, tirando de él con delicadeza, haciendo que me retuerza y gima, cierro los ojos, disfruto cada caricia, cada beso, cada mordisco delicado contra mi piel, atrapo su cabello revuelto, y mis dedos entran tirando de él, escucho un gruñido, su lengua deslizándose por mi abdomen, luego llegando a mi vientre, me tenso y él se da cuenta. —Tranquila, solo déjate llevar. —levanto mi rostro, estoy nerviosa porque me va a hacer sexo oral,
Henry Miro de nuevo la pantalla de mi laptop, cierro los ojos y los recuerdos de hace días en el catamarán, me hacen estremecer como nunca, una sonrisa fugaz se escapa, luego niego divertido. Abro los ojos y doy un brinco en mi silla ejecutiva. —Bu. —dice Sebastian, divertido. —Es la primera vez que te veo así, Goldberg. Desvío la mirada hacia la pantalla, mis dedos están sobre el teclado, preparándome para escribir una respuesta al jefe de diseño. — ¿Cómo? —miro a Sebastian, se recarga en el respaldo de la silla, levanta su pierna y la descansa en su otra rodilla, entrecierra sus ojos y luego arquea una ceja. —Así, todo tonto. —pongo los ojos en blanco al escuchar eso. —No es “tonto” es…—no encuentro la palabra para describir lo que me sentir Molly.