Henry
Trago saliva con dificultad cuando subo al auto, con la mano temblorosa lo enciendo, arranco lejos, quiero tranquilizar mis celos, la ira que sale de algún lugar, nunca había sentido esto, nunca había me había sentido como un vil pendejo.
Escucho que suena mi móvil, miro fugaz la pantalla, es Sebastian, lo paso al altavoz del auto.
— ¿Puedes bajar la velocidad? —suelto una risa sarcástica.
—No. No puedo. Quiero estar solo, Sebas.
—Así no pienso dejarte. Tienes que hablar con Molly.
—No quiero hacerlo. —gruño.
— ¡Baja la puta velocidad o los dos nos estrellaremos! —grita por el altavoz. Reacciono por un momento, miro por el retrovisor, efectivamente Sebastian viene detrás de mí, suelto un largo y frustrante suspiro, apr
Henry —Sí, pero tú eras más importante. —Y te agradezco todo lo que hiciste, nunca te lo he dicho, mi mudanza, luego cuando regresé hace cinco años, tú estabas apenas mudándote a Londres, yo me fui, hasta que regresaste por lo de nuestro abuelo es que tenemos tiempo de hablar. —Lo sé, todo ha sido una montaña rusa… —No eres el único…—dice terminando su bebida. — ¿Entonces? La mujer…—él niega. — No, primero dime, ¿Qué secreto de nuestro abuelo es del que te has enterado? —no sé si decirlo, ¿Y si hay más y Sebastian no sabe este? —No lo pienses. —Le había dicho al abuelo que quería hacer un vino con el nombre de nuestra madre, que tenía ya unos terrenos, que sembraría la uva para el proyecto, pero él se negó, discutimos, nos g
Molly Y es este momento que cruzo esa “línea de fuego” entre los dos, un sincero “Cariño”, el escucharlo de su boca hace momentos atrás me había congelado en mi lugar. Había caído un pequeño velo entre mis sentimientos, mi mente hizo revolución, sentí como si me traspasara y antes de desaparecer, dejara ese rastro de calidez en mí. — ¿Cómo? —Henry balbucea, no retiro mi mirada de la suya. —Eso que has escuchado, no veo por qué tenga que frenar por más tiempo mis sentimientos, una fantasía se hizo algo más, algo…intenso, pensé qué…—las palabras se atascan en medio de mi garganta. Bajo la mirada a mis manos que descansan contra su pecho, su agarre deja un frío al ser retirado de mi codo, su dedo levanta lentamente mi barbilla, encontrando de nuevo esos ojos azules, con una chispa indescriptible. — ¿Pensaste qué? —me invita a ter
Molly Me despido de Ian en el taxi, me vuelvo hacia la entrada y mi madre está de brazos cruzados. —Te hubieras llevado tu auto. —dice mientras da un sorbo a tu café. Está sentada en el columpio de madera, en su regazo tiene una frazada de tejido. —No encontré las llaves. —sé por qué ha sido así. —Yo las vi colgadas en su tablero donde sueles dejarlas. —tomo aire e intento tranquilizar la molestia que me invade. Subo los escalones y me detengo en la entrada del porche. — ¿Qué les has dicho a Sebastian y a Henry? —ella arquea una ceja. —Nada que no fuese cierto. —arqueo una ceja. — ¿Y que fue eso según tú? —ella sonríe. —Que estás saliendo con Ian. —Suelta un suspiro—Que es un buen partido y q
Henry Estaciono mi auto en el lugar que ocupaba mi abuelo, —siento la opresión en mi pecho, suelto un suspiro e intento seguir— la luz de esta mañana me da una maldita migraña que las pastillas no han podido curar. Llevo mi maletín con los proyectos que había dejado en borrador antes de marcharme a Londres hace cinco años. Llego al elevador y cuando las puertas se cierran, me presiono la frente con mi mano libre, niego y me regaño a mí mismo, después de que Molly se había marchado con nuestro viejo amigo, había seguido la noche con Sebastian, tuve que levantarme temprano e ir por ropa al hotel, he entregado la habitación y por mientras, ocuparía espacio en la habitación de huéspedes del departamento de Sebastian. Las puertas se abren, el personal femenino me lanza una mirada de pies a cabeza, se levantan a toda prisa y con profesionalismo, me dan los buenos días, solo hago un movimiento de c
Molly Nos miramos por unos momentos más, soy la primera en hablar. —Ahora que tu primera pregunta está contestada... ¿Cuál es la segunda? —él se pone serio. —Antes de que pasemos a ese tema, me gustaría saber, ¿Cómo nos comportaremos en la oficina? ¿Podría darte un beso durante el día mientras nadie nos mire? —niego al tono divertido que usa. —No. Tenemos que ser profesionales. —Está bien, tenía que intentarlo. —hace un movimiento de hombros. —Por cierto, ¿Entonces te vas a mudar? —hago un breve movimiento de barbilla, recuerdo lo de mi madre. —Es necesario, necesito por distancia con ella. — ¿Cómo tomó esa noticia? —suelto un suspiro. —Ella insiste en que la estoy abandonando. Pero sé qué es lo m
Henry Miro los documentos en mis manos, pero mi mente está con Molly y Sebastian, ¿Ya habrán dejado de hablar? Me quedo mirando un punto del escritorio, ¿Realmente iban a hablar de la mudanza? ¿O solo era una manera de distraer mi atención? Dios, nunca me había sentido así. Tiro los documentos sobre el escritorio y me dejo caer en el respaldo de la silla, el aroma a puro sigue en el ambiente. Alcanzo el teléfono y marco a Molly. — ¿Sí, señor Goldberg? —mi corazón late a toda prisa. — ¿Sí? —Necesito que retiren todo el olor a puro de la oficina, no sé qué podrían hacer los de limpieza. —Hablaré con ellos. ¿Otra cosa? —me quedo en silencio, dudando en sí preguntar. — ¿Ya has hablado con Sebastian? —lo hago. Por un momento se hace un poco de silencio. —Sí, he
Molly Estoy esperando a que Henry salga de presidencia, miro de nuevo el reloj y ya es la una con cinco. Reviso de nuevo si queda algún pendiente antes de irnos a comer. La puerta se abre después de unos cinco minutos más, Henry tiene la mirada baja, lleva su americana sobre su brazo, nuestras miradas se cruzan, pero la de él, no llega a conectarse con la mía del todo. — ¿Todo bien? —él asiente en silencio. — ¿Estás lista? —sonrío acompañado de una afirmación con mi cabeza, me levanto, alcanzo mi bolso y esquivo mi escritorio para acercarme a él. — ¿Qué te apetece comer? —pregunta en un tono serio, mientras caminamos hacia el elevador. —Lo que quieras, no soy muy estricta de paladar. —llegamos, presiona el botón, luego se pone su americana, noto la distancia entre los dos. — ¿Seguro que todo está bien? —él asiente con una
Molly —Caminemos, cariño. —susurra, su mirada es cristalina, creo que le debió conmover mis palabras, sonrío, me suelta la mano para bajar, pero yo me quedo ahí, mirando cómo se detiene frente al cofre, mirando al muelle, luego lanza una mirada hacia a mí. Su mirada es diferente, su gesto es diferente, entonces siento como mi piel se eriza, no entiendo el motivo, pero solo tengo la sensación de querer llorar, sacar lo que tanto he guardado y que no sé por qué he abierto aquella puerta que siempre mantuve cerrada desde que mi padre murió. Bajo, y le alcanzo, me extiende la mano para entrelazar nuestros dedos y así lo hago, caminamos en silencio y lentamente por el largo muelle. Hay muchos catamaranes en el área. — ¿Qué haremos? —pregunto curiosa al detenernos frente a uno catamarán blanco, sube su pierna al interior, luego me hace señas de que lo siga. — ¿Vamos a subir? ¿Es tuyo? —él son