—Bien—giró su rostro Daniel hacia su padre—Va bien—su padre sonrió.
—¿Ya le hiciste firmar la documentación que te dije? —Daniel recordaba esa documentación en un sobre manila, su padre dijo que era confidencial, no había prestado atención en ese momento, cuando se lo entregó a Carolina, fue que después le dijo ella que ahí estaban y que se lo entregara, ahora es que no sabía si lo había hecho.
—No sé, pero los voy a traer, me dijo que te lo entregara la próxima vez que te viera, deben de estar en mi despacho—Daniel regresó su mirada hacia el plato de fruta que acaba de poner la cocinera frente a él.
—¿Y estás preparado para tu fiesta de cumpleaños? —preguntó Armando intentando desviar su tensión, no quería que sospechara que necesitaba la firma para falsificarla y tomar de regreso las tierras que Anna, la madre de Carolina, le regaló en su cumpleaños número quince. Esas ti
Carolina intentó caminar un poco sin flaquear la pierna, pero falló, le dolía, se sentó con cuidado en la orilla de la cama y se alisó la tela del vestido negro que traía puesto, escote discreto, pero elegante, su cabello estaba planchado, con una partidura en la mitad de su cabeza y el cabello caía por enfrente, cubriendo sus pechos sin cubrir el escote, sin mangas, tipo jumper, se adhería a las curvas de su cuerpo. Le recordó a su actriz favorita, Eva Méndez, en su oufit en la película Hitch, le encantó ese estilo. Miró sus pies, pensó que no podría caminar con las zapatillas, no podría lucir ese conjunto como debía, maldijo unas cuantas veces más después de imaginar que nada le combinaba si no era con esos tacones que le hacían ojito, “Úsanos, te verás hermosa, un estilo de cabrona elegante” tomó aire, luego lo soltó drásticamente, se inclinó y tomó esa zapatilla de tacón de aguja y se lo puso en el pie, -de la pierna sana- luego lo movió con
Dos semanas después, Carolina ya podía caminar con ayuda de un fisioterapeuta que contrató, tuvo que volver a tener la confianza en su pierna para poder avanzar. Estaba en su bata frente al gran espejo del baño de la habitación, su mirada se centró en su muslo descubierto, estaba la cicatriz de la bala, con su dedo índice acarició lentamente ese lugar, sintió un escalofrío. La puerta se abrió y apareció Daniel con una toalla a media cintura, se pasó una mano por su cabello y se detuvo al ver a Carolina mirándose en silencio, sabía que estas dos últimas semanas, había estado concentrada en poder caminar bien con su pierna, sí que se propuso lograrlo, quería estar bien para esta noche. —¿Caro? —ella salió de su burbuja de pensamientos, giró su rostro hacia a él lentamente como la niña del exorcista, le encantaba a él provocarla, era divertido ver como intentaba enojarse con él, levantó sus manos en el aire en se
Carolina soltó su miembro flácido y sonrió, Daniel se acarició su más preciado tesoro y retrocedió. —Sueles ser demasiado brusca, ¿Te lo han dicho? —preguntó Daniel con sarcasmo, Carolina arqueó una ceja. —Nunca, eres el primero que lo dice—Daniel se sorprendió. —Bueno, eres brusca, en ese pequeño cuerpo, sí que hay maldad pura…—dijo en un tono de broma, dejó un beso contra sus labios tomando por sorpresa a Carolina, la esquivó, recogió su ropa, después salió del gran armario, dijo algo de que el tiempo corría, así que empezaron a cambiarse. Carolina se metió en el vestido, pero no le cerró a su costado, se quedó quieta pensando cuando es que había subido de peso, no podía haber subido una talla en una semana, bueno, -arqueó una ceja frente al espejo-, no había hecho sus rutinas de ejercicio desde antes de la boda, dejó de correr desde antes, luego la luna de miel, el atent
—Hola, sí, estoy listo, —miró a Daniel quien lo miraba de manera molesta—¿Y el cumpleañero? —preguntó hacia a él. —Hasta mañana es mi cumpleaños. —dijo Daniel irritado por la mirada que Bruno le dio. —Es un pre-festejo. —dijo Carolina. Después de confirmar que todo estaba bien para marcharse, salieron camino a la fiesta. El padre de Daniel y su padrino, habían organizado la fiesta, Héctor miró su bebida mientras agitó el vaso, este líquido daba vueltas. —¿Qué tienes? —preguntó Héctor al ver pensativo a Armando, este salió de su trance y lo miró. —Repaso mentalmente si no falta algo en la fiesta, ¿Vamos a salir? Ya no tarda en llegar nuestros invitados. —Héctor lo miró, pero notó algo más en él. —¿Seguro que es eso? —Héctor intentó saber más.
—Han arribado a la fiesta—anunció un hombre de seguridad a Anna Carolina, ella dio una bocanada a su cigarro y lo soltó haciendo la forma de “O” en el aire. —Bien. Te daré señal cuando vayamos a entrar—dijo Anna al guardaespaldas que se encontraba a su lado, el hombre asintió. Anna era inteligente, cuidó siempre de su propia hija todos estos años, pero reforzó su seguridad cuando se enteró del acuerdo de matrimonio con el hijo de Armando, lo primero que pensó fue que estaba armando un plan para arrebatarle las tierras que le pertenecían a su hija, unas tierras que Daniela le obligó a comprar, cuando se enteró que Armando quería despojarla, hizo la compra, todo por ayudar a Daniela, se había enterado de lo que le estaba robando incluso, el dinero que era destinado para su hijo, Daniel, sus ahorros estaba desapareciendo, así como sus bienes materiales e iba, por sus tierras, ella fue su mejor amiga, Carolina se persignó e hizo una oración c
—Espera…—el agarre se aflojó y luego sin soltarla, acarició y eso le hizo reaccionar, puso distancia sutilmente. —Daniel me está esperando—dijo Carolina en un tono desinteresado muy pero muy fingido, que hizo creer a Armando que el toque no le había afectado para nada. —Necesitamos hablar. —Carolina se tensó, ¿De qué tenían que hablar ellos? Ya había hablado con él toda la semana para preguntarle por los detalles de la fiesta de cumpleaños de Daniel. —¿De qué? ¿No puede esperar al lunes? Es la fiesta de mi esposo y…—Armando la interrumpió cortando la distancia entre los dos, Carolina automáticamente retrocedió a la brusquedad de él, provocando que su espalda tocara la puerta. Carolina se paralizó. —¿Te pongo nerviosa? —susurró Armando cerca de su rostro, ella apretó su mandíbula, estaba empezando a en
Daniel cargó su pistola por tercera vez, la adrenalina corrió por sus venas de un momento a otro, ayudó a muchos de sus invitados a escabullirse por una entrada secreta, los disparos se siguieron escuchando, los gritos del resto de la fiesta que intentaban irse, pensó primero que todo, ¿Dónde chingados estaba Carolina? Había entrado a la casa, pero no la vio salir, había un grupo armado, se asomó por encima sin ser visto, contó en total seis hombres armados, ya no escuchó a la gente, solo estaban ellos en el jardín, ellos estaba encapuchados, con sus armas listas para disparar, estaban revisando si había más gente, Daniel con la cabeza abajo, se empezó a mover entre las mesas, pero se detuvo, comenzó a trazar en su mente un plan, tenía tres balas, en total eran seis, ¿Cómo escaparía si mataba a uno, otro le iba a dar? En lo que pensaba algo rápido, escuchó exactamente seis balazos, por un momento no escuchó nada, se iba a asomar cuando escuchó: —
Emilio sonrió al escuchar lo que Erick, su hermano gemelo, le informó del otro lado de la línea, sin dar una respuesta colgó, miró la vista nocturna desde su ático, finalmente todo se estaba acomodando a su favor, Armando estaba muerto, Leonardo, Alejandro y la rubia lame botas, llamada Sasha, finalmente las piedras estaban siendo retiradas de su camino para llegar a su objetivo: la hija de Anna Carolina. —¿Y entonces? —preguntó el hombre de traje elegante sentado en la sala del lujoso lugar, Emilio se volvió hacia a él y sonrió triunfante. —Ya te quitaron del mapa a Leonardo y a sus compinches. —el hombre sonrió. —Vaya, Emilio, si qué sabes hacer tu trabajo. —Emilio no aclaró que no fue por su mano lo que pasó. —¿Entonces? —Emilio caminó y tomó lugar en el sillón frente al hombre elegante. —¿Tendré toda la policía a mi favor? —el hombre