Daniel se detuvo en uno de sus restaurantes favoritos, “Bobby—Q BBQ Restaurant and Steakhouse” servían uno de sus cortes favoritos, con unos vegetales sazonados, que le hacían chuparse los dedos, bajó del auto, y como un cliente más, entró sin su equipo de seguridad, el personal del restaurante, en especial la mujer del bar, sonrieron a verlo, Daniel, sonrió de regreso, se acercó a Suseth, una chica de piel de chocolate, con largas pestañas, labios rojo carmín, ojos azules y su cabello trenzas estilos africanas.
—Vaya, vaya, hasta que se le ve por acá, señor García. —Daniel sonrió, se sentó en el banco alto de la barra.
—Buenas noches, Suseth, ¿Cómo estás? —Suseth se inclinó hacia a él, mostrando la abertura de su blusa.
—Muy bien…ahora qué lo veo. —le coqueteó descaradamente, Daniel sonrió más, levantó su mano y mostró la argolla de casado, la mujer, lentame
Daniel entró a la casa, miró la sala, las escaleras, la segunda planta según avanzó hacia el gran pasillo dónde está el despacho de Carolina, al final de él, se encontraba el de él, se detuvo frente a las puertas dobles y abrió la puerta bruscamente, se detuvo cuando vio a Perla ayudando a Carolina a sentarse, el jefe de seguridad de ella apuntando con su arma a un hombre en el suelo que se quejaba del dolor, vio la sangre. —¿Qué pasó aquí? —todos se giraron a mirar a Daniel, quien al preguntar usó un tono gélido, sacó su arma y quitó el seguro, apuntó a Perla quien palideció. Carolina abrió sus ojos con sorpresa. —¡Estoy preguntando qué chingados está pasando aquí! —exclamó furioso Daniel, sin quitarle la mirada a Perla. —Tranquilo, baja el arma—dijo Carolina alzando su pierna a la mesa de cristal del medio de la sala, se notó que la mancha creció un poco más de cuando anteriormente bajó las escaleras. El dol
Bruno miró de nuevo a Daniel, quien siguió mirando su vaso de cristal aun con whisky, lo movía de un lado a otro, haciendo que el licor bailara en su interior. — ¿Ya vas a decirme que haces a las cuatro de la madrugada en la habitación de un hotel? —Bruno siguió intrigado, era la primera vez que miró a Daniel así, callado, pensativo, sumergido en su propio mundo. — ¿mexicano? —Daniel levantó la mirada al escuchar a Bruno llamarle. —Estoy pa´ lado de la chingada. —Bruno se sirvió otro vaso de whisky, parecía que lo iba a necesitar, cuando estaba sirviendo, notó algo en el dedo de Daniel. — ¡Hey! —le gritó Daniel al ver que estaba derramando el whisky de su vaso. — ¡Te has casado! —Daniel siguió la mirada y el apunte del dedo índice de Bruno hacia su mano dónde estaba la argolla de matrimonio. —Sí, me he casado, ¿Por qué tanta puta sorpres
— ¿Perdón? —estaba la mente de Carolina en blanco, ¿Cómo es que le había dicho eso? ¿En qué momento? Repasó rápidamente lo que pasó anoche, pero nada, apenas recordó una imagen de él borrosa en su habitación, pero el sueño era tan pesado que no recordaba algo más. Daniel sonrió al gesto de sorpresa en el rostro de Carolina. —Eso. Lo que escuchaste. Tú me dijiste, “Daniel, te amo” —Carolina por un momento se quedó quieta, mirando detenidamente el rostro de él. Luego estalló en una risa, negó cerrando la revista de chismes a lado de su plato, Daniel presionó sus labios. —Eso quiere decir que…—Carolina detuvo su risa. —No quiere decir nada, Daniel. Yo no recuerdo haber dicho algo que no siento. —Daniel sintió un golpe en el centro de su estómago. —Además, agrega a tu alucinación, el que yo esté tomando medicamentos por mi herida, así que…—se miraron—…no te ilusiones. &nbs
Daniel y Bruno estaban sentados en una mesa en un rincón del restaurante, habían acordado comer al mediodía, ponerse al día, y buscando una solución con el problema del pelirrojo. —¿Y cuándo conoceré a la mujer que te atrapó? —dijo Bruno con una gran sonrisa, luego se llevó a su boca un gran pedazo de carne, Daniel alzó una ceja. —Nunca. —Bruno negó, al terminar de comer, dio un largo sorbo a su copa de vino. —¡Ah no, señor García! muero de curiosidad por saber quién es la mujer que te tiene de los tanates. —Bruno comenzó a reír por lo bajo, de forma burlón. —Ahí viene Anna Carolina—Daniel señaló con su tenedor en dirección más allá de Bruno, quien palideció, luego se encorvó e intentó esconderse, pero vio la cara divertida de Daniel y le aventó un pedazo de pan. —Qué mamón, con eso no se juega—Daniel
—Deberías de dejar de hacer eso—Erick miró a su hermano, quien le señaló su celular. —¿Por qué? —el hermano arqueó una ceja. —¿Qué te molesta? —Podrían rastrear tu número—Erick presionó sus labios, mostrando un hueco en su mejilla. —Nadie tiene este número. —Erick negó a la paranoia de su hermano. —Me importa una m****a, deja el puto celular. —Tan temprano y peleando—dijo Anna tomando lugar en la mesa del jardín. Ambos hombres miraron a Anna quien lució un traje veraniego, en color blanco, sin mangas y un sombrero estilo cubano. —Buenos días, señora Velazco. —Ella se retiró el sombrero y lo dejó a un lado, con una de sus manos acomodó su cabello negro. —El embarque saldrá este sábado a media noche. —dijo Anna hacia el hermano de
— ¿Estás cómoda? —preguntó Perla ayudando a Carolina quien ya estaba recostada en su cama, había estado una hora más frente a la alberca, ella la acompañó, y aunque Perla estaba ya como alguien en servicio, conversaron un poco más, haciendo que la tensión entre ellas disminuyera. A Perla nunca pensó que estar del otro lado, le hiciera sentir bien, incluso, se emocionó cuando Carolina le dijo que ambas retomarían el entrenamiento y la sesión de punto rojo (así lo llamaba Carolina al disparar a objetivos con punto rojo) en la nueva bodega que había mandado a construir hace semanas atrás, sería un área privada para entrenar. —Sí, gracias. —dijo Carolina recostando su cabeza contra la almohada. —¿Sigues preocupada con el tema de hace rato? —preguntó Perla colgando la toalla en el respaldo de un sillón a lado de la cama. Carolina giró su rostro para verla. —Todas salieron negati
Carolina lentamente se abrió la bata de seda para dejar a la vista sus pechos desnudos, Daniel le ayudó a acomodarla a un lado, tenía su corazón latiendo a toda prisa, con todo el cuidado del mundo, le ayudo a acomodarse en medio de la cama, ella se recostó por completo, Daniel no pudo evitar sonreír, ella respiraba agitada, si qué necesitaba esos cuatro orgasmos. —Hoy, esta noche, yo haré todo, tú…solo disfruta tus cuatro orgasmos—la forma en que lo dijo Daniel, hizo que Carolina soltara una risita. —Pareces conductor dando las noticias—Daniel intentó no reír, pero no pudo evitarlo. —Calla, no bajes mis intenciones, mexicana…—Carolina intentó ponerse seria, tomó aire y lo soltó lentamente, se llevó sus manos a sus pechos, tirando de sus pezones erectos, Daniel se inclinó hacia enfrente del pie de la cama, con cuidado abrió las piernas de ella, subió un poco para alcanzar l
Su nariz aspiró ahora su aroma directo, con la punta de la lengua se deslizó hasta la abertura, luego sus labios posaron en forma de beso, ella brincó en su lugar, llevándose un movimiento brusco con su muslo, él levantó la mirada, ella negó en señal de que siguiera, él sonrió de manera seductora, que hizo que se calentara más Carolina. —Te voy a devorar—dijo él, su lengua comenzó a lamer su abertura, abriendo paso al clítoris, ella jadeó con fuerza, sus dedos apretaron con más fuerza la sábana, su corazón latió más rápido, sintió su aliento tibio contra su piel sensible, pasó saliva con dificultad, Daniel atrapó su clítoris con sus labios, luego con su lengua le dio unos pequeños toquecitos, que provocaba que se estremeciera, con la misma lengua comenzó a succionar su interior, tomando su humedad, el sabor era indescriptible, parecía un vampiro succionando toda la sangre, ella comenzó a gemir con fuerza, si seguí así, podría terminar sin entrar