Daniel miró su reloj por cuarta vez en cinco minutos, su padre y su padrino se dieron cuenta.
—¿Todo bien? —Daniel asintió sin despegar la mirada de la documentación de las embarcaciones legales, las cifras eran altas, aunque no se había parado muchas veces en la oficina que compartían su padre y su padrino, tenía conocimientos, cada semana recibía los reportes, aprendió a leerlos.
—¿Por qué miras tanto el reloj? ¿Tomas medicamento o algo? —dijo su padre en un tono de broma y divertido, pero pareció que a Daniel no le causó risa, soltó un suspiro dramático, detuvo su lectura, levantó la mirada y arqueó una ceja, Armando y Héctor se quedaron en silencio.
—Estoy inquieto—dejó los papeles en la superficie del escritorio, ambos hombres estaban sentados del otro lado, cada uno sentado en su silla, miraron con curiosidad a Daniel. Se dejó caer en el r
Perla entró en su moto por el sendero de piedra, los nervios la habían abandonado cuando cruzó el portón de hierro, algo dentro de ella, le decía que todo estaría bien. Pensó detenidamente en lo que le diría a Carolina, todo lo que había pasado durante estos dos años que estuvo con ella, qué si pedía lealtad, se la daría, estaba decidida a pasarse al lado de ella. Había tomado su decisión. Dos hombres de seguridad le hicieron seña de que se detuviera, uno de ellos, le apuntó con el arma a cierta distancia, sabían quién era. —Aquí, señorita. —Perla se detuvo, bajó una de sus piernas para equilibrarse, con ambas manos se retiró el casco, agitó su cabeza para que se acomodara su cabello que caía unos centímetros debajo de sus hombros. —Buenas noches, caballeros. —uno de ellos le lanzó una mirada de advertencia, se acercó para esperar a que se terminara de bajar y poderla revis
Daniel se detuvo en uno de sus restaurantes favoritos, “Bobby—Q BBQ Restaurant and Steakhouse” servían uno de sus cortes favoritos, con unos vegetales sazonados, que le hacían chuparse los dedos, bajó del auto, y como un cliente más, entró sin su equipo de seguridad, el personal del restaurante, en especial la mujer del bar, sonrieron a verlo, Daniel, sonrió de regreso, se acercó a Suseth, una chica de piel de chocolate, con largas pestañas, labios rojo carmín, ojos azules y su cabello trenzas estilos africanas. —Vaya, vaya, hasta que se le ve por acá, señor García. —Daniel sonrió, se sentó en el banco alto de la barra. —Buenas noches, Suseth, ¿Cómo estás? —Suseth se inclinó hacia a él, mostrando la abertura de su blusa. —Muy bien…ahora qué lo veo. —le coqueteó descaradamente, Daniel sonrió más, levantó su mano y mostró la argolla de casado, la mujer, lentame
Daniel entró a la casa, miró la sala, las escaleras, la segunda planta según avanzó hacia el gran pasillo dónde está el despacho de Carolina, al final de él, se encontraba el de él, se detuvo frente a las puertas dobles y abrió la puerta bruscamente, se detuvo cuando vio a Perla ayudando a Carolina a sentarse, el jefe de seguridad de ella apuntando con su arma a un hombre en el suelo que se quejaba del dolor, vio la sangre. —¿Qué pasó aquí? —todos se giraron a mirar a Daniel, quien al preguntar usó un tono gélido, sacó su arma y quitó el seguro, apuntó a Perla quien palideció. Carolina abrió sus ojos con sorpresa. —¡Estoy preguntando qué chingados está pasando aquí! —exclamó furioso Daniel, sin quitarle la mirada a Perla. —Tranquilo, baja el arma—dijo Carolina alzando su pierna a la mesa de cristal del medio de la sala, se notó que la mancha creció un poco más de cuando anteriormente bajó las escaleras. El dol
Bruno miró de nuevo a Daniel, quien siguió mirando su vaso de cristal aun con whisky, lo movía de un lado a otro, haciendo que el licor bailara en su interior. — ¿Ya vas a decirme que haces a las cuatro de la madrugada en la habitación de un hotel? —Bruno siguió intrigado, era la primera vez que miró a Daniel así, callado, pensativo, sumergido en su propio mundo. — ¿mexicano? —Daniel levantó la mirada al escuchar a Bruno llamarle. —Estoy pa´ lado de la chingada. —Bruno se sirvió otro vaso de whisky, parecía que lo iba a necesitar, cuando estaba sirviendo, notó algo en el dedo de Daniel. — ¡Hey! —le gritó Daniel al ver que estaba derramando el whisky de su vaso. — ¡Te has casado! —Daniel siguió la mirada y el apunte del dedo índice de Bruno hacia su mano dónde estaba la argolla de matrimonio. —Sí, me he casado, ¿Por qué tanta puta sorpres
— ¿Perdón? —estaba la mente de Carolina en blanco, ¿Cómo es que le había dicho eso? ¿En qué momento? Repasó rápidamente lo que pasó anoche, pero nada, apenas recordó una imagen de él borrosa en su habitación, pero el sueño era tan pesado que no recordaba algo más. Daniel sonrió al gesto de sorpresa en el rostro de Carolina. —Eso. Lo que escuchaste. Tú me dijiste, “Daniel, te amo” —Carolina por un momento se quedó quieta, mirando detenidamente el rostro de él. Luego estalló en una risa, negó cerrando la revista de chismes a lado de su plato, Daniel presionó sus labios. —Eso quiere decir que…—Carolina detuvo su risa. —No quiere decir nada, Daniel. Yo no recuerdo haber dicho algo que no siento. —Daniel sintió un golpe en el centro de su estómago. —Además, agrega a tu alucinación, el que yo esté tomando medicamentos por mi herida, así que…—se miraron—…no te ilusiones. &nbs
Daniel y Bruno estaban sentados en una mesa en un rincón del restaurante, habían acordado comer al mediodía, ponerse al día, y buscando una solución con el problema del pelirrojo. —¿Y cuándo conoceré a la mujer que te atrapó? —dijo Bruno con una gran sonrisa, luego se llevó a su boca un gran pedazo de carne, Daniel alzó una ceja. —Nunca. —Bruno negó, al terminar de comer, dio un largo sorbo a su copa de vino. —¡Ah no, señor García! muero de curiosidad por saber quién es la mujer que te tiene de los tanates. —Bruno comenzó a reír por lo bajo, de forma burlón. —Ahí viene Anna Carolina—Daniel señaló con su tenedor en dirección más allá de Bruno, quien palideció, luego se encorvó e intentó esconderse, pero vio la cara divertida de Daniel y le aventó un pedazo de pan. —Qué mamón, con eso no se juega—Daniel
—Deberías de dejar de hacer eso—Erick miró a su hermano, quien le señaló su celular. —¿Por qué? —el hermano arqueó una ceja. —¿Qué te molesta? —Podrían rastrear tu número—Erick presionó sus labios, mostrando un hueco en su mejilla. —Nadie tiene este número. —Erick negó a la paranoia de su hermano. —Me importa una m****a, deja el puto celular. —Tan temprano y peleando—dijo Anna tomando lugar en la mesa del jardín. Ambos hombres miraron a Anna quien lució un traje veraniego, en color blanco, sin mangas y un sombrero estilo cubano. —Buenos días, señora Velazco. —Ella se retiró el sombrero y lo dejó a un lado, con una de sus manos acomodó su cabello negro. —El embarque saldrá este sábado a media noche. —dijo Anna hacia el hermano de
— ¿Estás cómoda? —preguntó Perla ayudando a Carolina quien ya estaba recostada en su cama, había estado una hora más frente a la alberca, ella la acompañó, y aunque Perla estaba ya como alguien en servicio, conversaron un poco más, haciendo que la tensión entre ellas disminuyera. A Perla nunca pensó que estar del otro lado, le hiciera sentir bien, incluso, se emocionó cuando Carolina le dijo que ambas retomarían el entrenamiento y la sesión de punto rojo (así lo llamaba Carolina al disparar a objetivos con punto rojo) en la nueva bodega que había mandado a construir hace semanas atrás, sería un área privada para entrenar. —Sí, gracias. —dijo Carolina recostando su cabeza contra la almohada. —¿Sigues preocupada con el tema de hace rato? —preguntó Perla colgando la toalla en el respaldo de un sillón a lado de la cama. Carolina giró su rostro para verla. —Todas salieron negati