— ¿Perdón? —estaba la mente de Carolina en blanco, ¿Cómo es que le había dicho eso? ¿En qué momento? Repasó rápidamente lo que pasó anoche, pero nada, apenas recordó una imagen de él borrosa en su habitación, pero el sueño era tan pesado que no recordaba algo más.
Daniel sonrió al gesto de sorpresa en el rostro de Carolina.
—Eso. Lo que escuchaste. Tú me dijiste, “Daniel, te amo” —Carolina por un momento se quedó quieta, mirando detenidamente el rostro de él.
Luego estalló en una risa, negó cerrando la revista de chismes a lado de su plato, Daniel presionó sus labios. —Eso quiere decir que…—Carolina detuvo su risa.
—No quiere decir nada, Daniel. Yo no recuerdo haber dicho algo que no siento. —Daniel sintió un golpe en el centro de su estómago. —Además, agrega a tu alucinación, el que yo esté tomando medicamentos por mi herida, así que…—se miraron—…no te ilusiones.
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Daniel y Bruno estaban sentados en una mesa en un rincón del restaurante, habían acordado comer al mediodía, ponerse al día, y buscando una solución con el problema del pelirrojo. —¿Y cuándo conoceré a la mujer que te atrapó? —dijo Bruno con una gran sonrisa, luego se llevó a su boca un gran pedazo de carne, Daniel alzó una ceja. —Nunca. —Bruno negó, al terminar de comer, dio un largo sorbo a su copa de vino. —¡Ah no, señor García! muero de curiosidad por saber quién es la mujer que te tiene de los tanates. —Bruno comenzó a reír por lo bajo, de forma burlón. —Ahí viene Anna Carolina—Daniel señaló con su tenedor en dirección más allá de Bruno, quien palideció, luego se encorvó e intentó esconderse, pero vio la cara divertida de Daniel y le aventó un pedazo de pan. —Qué mamón, con eso no se juega—Daniel
—Deberías de dejar de hacer eso—Erick miró a su hermano, quien le señaló su celular. —¿Por qué? —el hermano arqueó una ceja. —¿Qué te molesta? —Podrían rastrear tu número—Erick presionó sus labios, mostrando un hueco en su mejilla. —Nadie tiene este número. —Erick negó a la paranoia de su hermano. —Me importa una m****a, deja el puto celular. —Tan temprano y peleando—dijo Anna tomando lugar en la mesa del jardín. Ambos hombres miraron a Anna quien lució un traje veraniego, en color blanco, sin mangas y un sombrero estilo cubano. —Buenos días, señora Velazco. —Ella se retiró el sombrero y lo dejó a un lado, con una de sus manos acomodó su cabello negro. —El embarque saldrá este sábado a media noche. —dijo Anna hacia el hermano de
— ¿Estás cómoda? —preguntó Perla ayudando a Carolina quien ya estaba recostada en su cama, había estado una hora más frente a la alberca, ella la acompañó, y aunque Perla estaba ya como alguien en servicio, conversaron un poco más, haciendo que la tensión entre ellas disminuyera. A Perla nunca pensó que estar del otro lado, le hiciera sentir bien, incluso, se emocionó cuando Carolina le dijo que ambas retomarían el entrenamiento y la sesión de punto rojo (así lo llamaba Carolina al disparar a objetivos con punto rojo) en la nueva bodega que había mandado a construir hace semanas atrás, sería un área privada para entrenar. —Sí, gracias. —dijo Carolina recostando su cabeza contra la almohada. —¿Sigues preocupada con el tema de hace rato? —preguntó Perla colgando la toalla en el respaldo de un sillón a lado de la cama. Carolina giró su rostro para verla. —Todas salieron negati
Carolina lentamente se abrió la bata de seda para dejar a la vista sus pechos desnudos, Daniel le ayudó a acomodarla a un lado, tenía su corazón latiendo a toda prisa, con todo el cuidado del mundo, le ayudo a acomodarse en medio de la cama, ella se recostó por completo, Daniel no pudo evitar sonreír, ella respiraba agitada, si qué necesitaba esos cuatro orgasmos. —Hoy, esta noche, yo haré todo, tú…solo disfruta tus cuatro orgasmos—la forma en que lo dijo Daniel, hizo que Carolina soltara una risita. —Pareces conductor dando las noticias—Daniel intentó no reír, pero no pudo evitarlo. —Calla, no bajes mis intenciones, mexicana…—Carolina intentó ponerse seria, tomó aire y lo soltó lentamente, se llevó sus manos a sus pechos, tirando de sus pezones erectos, Daniel se inclinó hacia enfrente del pie de la cama, con cuidado abrió las piernas de ella, subió un poco para alcanzar l
Su nariz aspiró ahora su aroma directo, con la punta de la lengua se deslizó hasta la abertura, luego sus labios posaron en forma de beso, ella brincó en su lugar, llevándose un movimiento brusco con su muslo, él levantó la mirada, ella negó en señal de que siguiera, él sonrió de manera seductora, que hizo que se calentara más Carolina. —Te voy a devorar—dijo él, su lengua comenzó a lamer su abertura, abriendo paso al clítoris, ella jadeó con fuerza, sus dedos apretaron con más fuerza la sábana, su corazón latió más rápido, sintió su aliento tibio contra su piel sensible, pasó saliva con dificultad, Daniel atrapó su clítoris con sus labios, luego con su lengua le dio unos pequeños toquecitos, que provocaba que se estremeciera, con la misma lengua comenzó a succionar su interior, tomando su humedad, el sabor era indescriptible, parecía un vampiro succionando toda la sangre, ella comenzó a gemir con fuerza, si seguí así, podría terminar sin entrar
Daniel estaba perplejo, Carolina tiró de su agarre contra la cabecera de hierro. —Desamárrame—ella exigió, su molestia creció al ver que no decía nada, sí, lo dijo y, en voz alta, ¿Qué tenían los hombres con el pasado de una mujer? ¿Por qué les obsesionaba tanto? Ella sabía que él era un cabrón mujeriego, pero no exigía un número de su pasado, si se pusiera igual que él, ya se le hubiera caído el pelo del estrés de solo pensar la cantidad de mujeres que pasaron por su cama…o, mejor dicho, por cada rincón de dónde sea que las llevaba y las posiciones que usaba, ahora, el pensarlo, le hizo crecer la ira, tiró con más fuerza del agarre, se quejó de dolor y, es cuando Daniel salió de su burbuja. —No hagas eso, te vas a lastimar. —Me vale madre, desamárrame. —Daniel se inclinó para mirarla directamente a los ojos. —Dime algo—ella miró hacia o
Carolina pensó que lo que había escuchado, debió de ser por el momento, que escuchó mal, Daniel se separó de ella, poco a poco sacó los dedos de su interior, sintió su elixir entre ellos, los elevó y sin dejar la mirada de él, los puso delante de sus labios entre abiertos. —¿Quieres saber tu sabor? —ella hipnotizada asintió lentamente, entonces se acercó para chupar los dos dedos que Daniel había puesto frente a ella. Sintió su sabor salado, era excitante, al terminar se quedó quieta, sin dejar su mirada. —¿Me amas? —susurró Carolina, él no dijo nada por un momento. —Tú lo dijiste primero—sus labios formaron una línea delgada. —Yo escuché claramente cuando me dijiste esas dos palabras. Las mejillas de Carolina se sonrojaron a no más poder, recordó un sueño extraño, una parte de ella, podría haber susurrado esas palabras. —¿Qué pasa? ¿No era a mí a quién le decías eso? ¿Fue
—Bien—giró su rostro Daniel hacia su padre—Va bien—su padre sonrió. —¿Ya le hiciste firmar la documentación que te dije? —Daniel recordaba esa documentación en un sobre manila, su padre dijo que era confidencial, no había prestado atención en ese momento, cuando se lo entregó a Carolina, fue que después le dijo ella que ahí estaban y que se lo entregara, ahora es que no sabía si lo había hecho. —No sé, pero los voy a traer, me dijo que te lo entregara la próxima vez que te viera, deben de estar en mi despacho—Daniel regresó su mirada hacia el plato de fruta que acaba de poner la cocinera frente a él. —¿Y estás preparado para tu fiesta de cumpleaños? —preguntó Armando intentando desviar su tensión, no quería que sospechara que necesitaba la firma para falsificarla y tomar de regreso las tierras que Anna, la madre de Carolina, le regaló en su cumpleaños número quince. Esas ti