La adrenalina. El sabor de los labios. Esa electricidad invadiendo cada rincón del cuerpo. Sentimientos y recuerdos salen a la superficie. Una ola grande intentando ahogarlos. Así era como ambos se sintieron.
Carolina se separó, tensó su mandíbula, la había besado, no solamente prefería él vivir sin sus dedos, estuvo decidido a arriesgarse.
—¿Qué es lo que haces? ¿Quieres quedarte sin tus putos dedos? ¿Sin hijos? ¿Qué no se te graba nada en esa cabeza que tienes? ¿La tienes dioquis o qué? —dijo ella encabronada, Daniel retrocedió al sentirla tensa, a la defensiva, pensó que había cruzado una línea demasiado delgada entre los dos, una pequeña vena resaltó de su cuello, tenía la mirada de una asesina, pero para él fue adorable, ¿Qué le estaba pasando con ella? El tenerla cerca lo puso en desventaja…de nuevo.
—Tranquila, —se pasó una mano po
La música electrónica sonó de fondo, haciendo que el hombre delante de Carolina siguiera moviéndose de un lado al otro con la tanga de elefante, ella estaba repasando una y otra vez las palabras que habían calado en algún lugar dentro de ella. Perla, al contrario de Carolina, no dejó de chiflar a los desnudistas, de vez en cuando metiendo sus dedos entre la tanga de los bailarines, al notar que su amiga, estaba sumida en su propia burbuja, se acercó a ella decidida a pincharla de un chingazo, se dejó caer en la silla y le ofreció la botella de tequila. —¡Vamos mi reina! ¡Esto parece más un funeral que una puta despedida, cabrona! —gritó por lo alto ya que la música sí que no dejaba que uno escuchara ni sus propios pensamientos, Carolina aceptó la botella y se la empinó, Perla arqueó una ceja y sonrió, finalmente la noche empezaba a pintar bien para ellas, Carolina le regresó la botella y sonrió al ver a su ami
La puerta se cerró por cuarta ocasión, esta vez, se había retirado el peinador, ahora solo quedaba esperar el momento de bajar y enfrentar su nuevo destino. Carolina estaba sentada frente a su gran tocador, su mirada estaba perdida en su propio reflejo, escuchaba a los lejos al organizador de la boda ladrando ordenes al personal, giró un poco su rostro y pudo ver desde su lugar el gran jardín donde sería la fiesta, vio a los meseros ir de un lado a otro. Escuchó la puerta abrirse, se imaginó que sería Perla, quizás le ayudaría a calmar sus nervios, cuando regresó su mirada al espejo, vio en el reflejo a Daniel recargado contra la puerta, tenía su pantalón de vestir, la camisa blanca con dos botones del pecho abierto, el listón de la pajarita colgando en su cuello, lució un rostro relajado, todo lo contrario, a ella. —¿Qué no te han enseñado a tocar la puerta? —Carolina espetó con la mandíbula tensa,
Carolina soltó un largo suspiro al verse delante del espejo, el vestido de novia era perfecto, escote en forma de corazón, resaltó sus pechos, no llevó ningún collar, miró la tiara que de dónde estaba aliado su velo largo, el cabello negro lo llevó suelto y el maquillaje era sencillo y elegante, se puso el segundo arete, volvió a tomar aire y lo soltó, cerró sus ojos e intentó controlar su corazón, no debía mostrar nervios. —¿Lista? —Héctor miró a su hija apretando con fuerza el arreglo de rosas blancas de entre sus manos. Ella levantó su mirada y se encontró con su padre sonriendo en el marco de la puerta de su antigua habitación. —¿Hija? — Héctor arrugó su ceño al ver que ella no dijo nada. —Sí, estoy lista. —¿Qué pasa? Dime. —se acercó a su hija, lucía perfecta en su vestido de novia. —Es tan… extraño
Daniel miró a los ojos a Carolina, le estaba escupiendo las mismas palabras que él había dicho anteriormente. —Vaya…—susurró Daniel, miró a su alrededor de manera fugaz, regresó su mirada hacia a ella quien sonrió de manera macabra. —Deja de sonreír así, das miedo. —sonó sarcástico, de inmediato se percató que se acercaban ambos padres, Daniel tiró sutilmente de Carolina y la puso a su costado, ella reaccionó tarde, entonces entendió por qué hizo eso. —¡Estoy tan emocionado! ¡Ya son García—Beltrán! Ahora, tengo una hija—dijo Armando, abrazando efusivamente a Carolina, le aceptó el abrazo de igual manera, al separarse, le acarició la mejilla. —Bienvenida a la familia—Carolina sonrió. —¿Cuándo empiezan a hacer mi nieto? —Se les borró la sonrisa a ambos, —¿Qué? —Armando miró a Héctor quien negó de manera divertida. —Está bromeando—dijo el padre de Carolina, luego regresaron la
Carolina se separó de los brazos de Armando, sus dedos alzaron su vestido de novia para acercarse a Daniel y a la mujer. —¿Qué haces aquí? —preguntó Carolina a la mujer a lado de Daniel, este, miró a las dos mujeres, sí que tenían un parecido. —No recuerdo haberte enviado una invitación. La mujer elegante enfundada en un vestido negro de encaje que se adhería a su cuerpo, sonrió. —¿Cómo iba a perderme la boda de mi única hija? —Carolina se tensó, sintió su sangre hacer ebullición, Daniel entendió, vio a su padre que se estaba acercando a ellos, pero no parecía cara de gusto. —Márchate—exigió Armando, llegó Héctor después, quién parecía que había visto un fantasma. —¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has burlado la seguridad? —la mujer sonrió al ver la reacción de su presencia, pero lo único que le importab
Carolina entró a su antigua habitación azotando la puerta con fuerza, llegó al armario e intentó retirarse el vestido de novia, pero fue imposible, necesitaba ayuda de alguien, tenía una gran impotencia por dentro, tenía sentimientos encontrados por cómo estaba terminado la noche, se dejó caer en medio del gran armario, se quitó la diadema de diamantes que sostenían el gran velo, luego lo lanzó a un lado, se retiró los aretes y los miró por un rato, en realidad no los veía, estaba inmersa en sus pensamientos del pasado. —¿Necesitas ayuda? —Carolina alzó su mirada y vio a Daniel dando vueltas el listón de su parita con su mano, estaba de pie debajo del marco de la entrada al armario. Carolina soltó un largo suspiro. —Me gustaría estar sola. —luego regresó la mirada a sus aretes. Daniel presionó sus labios, no era habitual en él meterse en
Después de enviar un mensaje de texto a su amiga contando los nuevos planes, Carolina se terminó de retirar el vestido, quedó solamente en sus bragas de encaje blanco, tenía las medias y sus ligueros tirando de ellas, no tenía sostén. Buscó su maleta que estaba en la entrada del armario y encontró el cambio de ropa, se puso unos pantalones de mezclilla ajustados a sus caderas, con tiro alto, sus zapatillas de tacón de aguja y un corsé negro, parte del corsé, tenía encaje que mostró su abdomen, se miró en el espejo de cuerpo completo. —Cabo San Lucas, ahí vamos. —alcanzó su bolso, en ese momento tocaron la puerta, se abrió y mostraron a Perla, tenía su bolso y sonrió emocionada. —¡Cabrona! ¡Vamos! El jefe de seguridad de tu esposo me ha pedido que te avise que ya está todo listo, nos esperan. —Bien—sintió una opresión en su pecho. —¿Has visto a mi padre? —ella asintió, dio u
El hombre miró a la mujer a su lado, mientras tenía abierta la puerta, iba a contestar cuando se asomó Daniel. —Es nuevo, hoy por la mañana entró a mi equipo A. —Carolina asintió, miró por última vez al hombre, notó que tenía un atractivo, una barba de candado perfectamente perfilada, morenazo, pareciera modelo, pero antes de subir, se detuvo. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó Carolina. Él giró su rostro a aquella mujer demasiado curiosa. —Aragón, Alejandro Aragón, señora García. —Carolina entró al auto, Daniel negó. —¿Por qué tanta curiosidad? —Carolina tenía que estarse recordando que Perla no estaba al tanto de la verdadera situación, así qué no podía ser coqueta ni mostrarse de otra manera ante ella. —Pensé que era alguien que conocía de la carrera, pero no, el ti