Carolina soltó un largo suspiro al verse delante del espejo, el vestido de novia era perfecto, escote en forma de corazón, resaltó sus pechos, no llevó ningún collar, miró la tiara que de dónde estaba aliado su velo largo, el cabello negro lo llevó suelto y el maquillaje era sencillo y elegante, se puso el segundo arete, volvió a tomar aire y lo soltó, cerró sus ojos e intentó controlar su corazón, no debía mostrar nervios.
—¿Lista? —Héctor miró a su hija apretando con fuerza el arreglo de rosas blancas de entre sus manos. Ella levantó su mirada y se encontró con su padre sonriendo en el marco de la puerta de su antigua habitación. —¿Hija? — Héctor arrugó su ceño al ver que ella no dijo nada.
—Sí, estoy lista.
—¿Qué pasa? Dime. —se acercó a su hija, lucía perfecta en su vestido de novia.
—Es tan… extraño
Daniel miró a los ojos a Carolina, le estaba escupiendo las mismas palabras que él había dicho anteriormente. —Vaya…—susurró Daniel, miró a su alrededor de manera fugaz, regresó su mirada hacia a ella quien sonrió de manera macabra. —Deja de sonreír así, das miedo. —sonó sarcástico, de inmediato se percató que se acercaban ambos padres, Daniel tiró sutilmente de Carolina y la puso a su costado, ella reaccionó tarde, entonces entendió por qué hizo eso. —¡Estoy tan emocionado! ¡Ya son García—Beltrán! Ahora, tengo una hija—dijo Armando, abrazando efusivamente a Carolina, le aceptó el abrazo de igual manera, al separarse, le acarició la mejilla. —Bienvenida a la familia—Carolina sonrió. —¿Cuándo empiezan a hacer mi nieto? —Se les borró la sonrisa a ambos, —¿Qué? —Armando miró a Héctor quien negó de manera divertida. —Está bromeando—dijo el padre de Carolina, luego regresaron la
Carolina se separó de los brazos de Armando, sus dedos alzaron su vestido de novia para acercarse a Daniel y a la mujer. —¿Qué haces aquí? —preguntó Carolina a la mujer a lado de Daniel, este, miró a las dos mujeres, sí que tenían un parecido. —No recuerdo haberte enviado una invitación. La mujer elegante enfundada en un vestido negro de encaje que se adhería a su cuerpo, sonrió. —¿Cómo iba a perderme la boda de mi única hija? —Carolina se tensó, sintió su sangre hacer ebullición, Daniel entendió, vio a su padre que se estaba acercando a ellos, pero no parecía cara de gusto. —Márchate—exigió Armando, llegó Héctor después, quién parecía que había visto un fantasma. —¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has burlado la seguridad? —la mujer sonrió al ver la reacción de su presencia, pero lo único que le importab
Carolina entró a su antigua habitación azotando la puerta con fuerza, llegó al armario e intentó retirarse el vestido de novia, pero fue imposible, necesitaba ayuda de alguien, tenía una gran impotencia por dentro, tenía sentimientos encontrados por cómo estaba terminado la noche, se dejó caer en medio del gran armario, se quitó la diadema de diamantes que sostenían el gran velo, luego lo lanzó a un lado, se retiró los aretes y los miró por un rato, en realidad no los veía, estaba inmersa en sus pensamientos del pasado. —¿Necesitas ayuda? —Carolina alzó su mirada y vio a Daniel dando vueltas el listón de su parita con su mano, estaba de pie debajo del marco de la entrada al armario. Carolina soltó un largo suspiro. —Me gustaría estar sola. —luego regresó la mirada a sus aretes. Daniel presionó sus labios, no era habitual en él meterse en
Después de enviar un mensaje de texto a su amiga contando los nuevos planes, Carolina se terminó de retirar el vestido, quedó solamente en sus bragas de encaje blanco, tenía las medias y sus ligueros tirando de ellas, no tenía sostén. Buscó su maleta que estaba en la entrada del armario y encontró el cambio de ropa, se puso unos pantalones de mezclilla ajustados a sus caderas, con tiro alto, sus zapatillas de tacón de aguja y un corsé negro, parte del corsé, tenía encaje que mostró su abdomen, se miró en el espejo de cuerpo completo. —Cabo San Lucas, ahí vamos. —alcanzó su bolso, en ese momento tocaron la puerta, se abrió y mostraron a Perla, tenía su bolso y sonrió emocionada. —¡Cabrona! ¡Vamos! El jefe de seguridad de tu esposo me ha pedido que te avise que ya está todo listo, nos esperan. —Bien—sintió una opresión en su pecho. —¿Has visto a mi padre? —ella asintió, dio u
El hombre miró a la mujer a su lado, mientras tenía abierta la puerta, iba a contestar cuando se asomó Daniel. —Es nuevo, hoy por la mañana entró a mi equipo A. —Carolina asintió, miró por última vez al hombre, notó que tenía un atractivo, una barba de candado perfectamente perfilada, morenazo, pareciera modelo, pero antes de subir, se detuvo. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó Carolina. Él giró su rostro a aquella mujer demasiado curiosa. —Aragón, Alejandro Aragón, señora García. —Carolina entró al auto, Daniel negó. —¿Por qué tanta curiosidad? —Carolina tenía que estarse recordando que Perla no estaba al tanto de la verdadera situación, así qué no podía ser coqueta ni mostrarse de otra manera ante ella. —Pensé que era alguien que conocía de la carrera, pero no, el ti
La casa que Anna Carolina había regalado a los novios, era impresionante, estaba frente a una playa privada, de miles de metros cuadrados, tres pisos, siendo que el tercero, era una impresionante terraza con barandal de cristal, una segunda alberca que dejaba caer su agua a la alberca principal en forma de cascada. Carolina estaba impresionada con el lujo de la casa, la vista era perfecta desde ahí dónde estaba de pie, se giró a Daniel. —¿Es nuestra? —preguntó atónita. Daniel miró alrededor con cara sorpresa, se encontró con la mirada de su ahora esposa de negocios, se llevó ambas manos a los bolsillos de su pantalón. —¿Te gusta? —sonrió, apareció Perla desde la alberca principal. —¿Vieron la cascada que cae desde la tercera planta? —el tono que empleó Perla, era de una sorpresa autentica. Carolina sonrió.  
Carolina abrió la puerta del baño de la habitación, tenía una toalla envuelta a su cuerpo, otra en su cabeza, se pasó las manos por sus brazos para seguir desparramando crema en su piel, se sentó en la orilla de la cama, miró el reloj en la pared frente a ella, eran las cinco de la tarde, había dormido casi parte de la mañana y tarde, realmente estaba cansada, la tensión de la boda, esa noche de su despedida de soltera, luego el estrés que conllevó el siguiente día, ahora, lo único que quería era irse a rumbear a un antro con Perla. La puerta se abrió y apareció un Daniel despreocupado, tenía un short a centímetros de las rodillas, este tenía figuras de palmas, en su mano tenía un plátano, alcanzó el control de la televisión, se subió a la cama y se dejó caer, haciendo que Carolina se moviera de un lado a otro, ella le lanzó una mirada de “¿No te puedes tirar más bruscamente?” regresó la mirada hacia enfrente, la pantalla estaba debajo del reloj
En el camino decidieron ir a conocer lugares y luego a cenar algo, para evitar que el alcohol se les subiera rápido, no quería pasar lo de la despedida de soltera. Daniel esperó en su lugar sentado mirando desde la mitad de la ventanilla del auto blindado, habían avisado que estaban por llegar el auto de Carolina, algo, algo dentro de él, había emergido, como si hubiese estado escondido en algún lugar muy pero muy profundo de sí mismo, se repitió a si mismo que ella podía cuidarse sola, tenía el mejor equipo de seguridad, nadie sabía que estaban en Cabo San Lucas, nadie sabía de la casa, excepto sus padres y la suegra. Sonrió al recordar a Anna Carolina, era idéntica a su hija, solo que los años estaban sobre ella. —Llegaron, señor García. —anunció uno del equipo de seguridad. —Gracias—Daniel miró detenerse el auto, miró su reloj y marcaba las diez de la noche, al levantar