Roberto Cifuentes, que aparentaba ser un hombre de escasos recursos, había sido un hombre de poder durante muchos años, moviéndose en círculos de influencia en los que el dinero y los contactos lo podían todo. No era la primera vez que lidiaba con situaciones fuera de la ley, y esta vez no iba a ser diferente. A través de sus conexiones en el submundo, comenzó a trazar un plan para liberar a su hija. Utilizando su dinero, su influencia y su poder, había acordado con algunos de los hombres más peligrosos de la región un plan que sacaría a Claribel de prisión.
Todo fue cuidadosamente organizado. Desde la corrupción de algunos oficiales de la prisión hasta la coordinación con una red de contrabandistas, Javier tenía todo preparado. El escape de Claribel no era solo una cuestión de sacarla de la cárcel, sino también de llevarla a un lugar seguro, lejos de cualquier intento de captura o seguimiento. En cuanto la noticia de su libertad llegara a los oídos de la familia Wong, ClarMientras Claribel perfeccionaba su plan, Marcus y Avy seguían adelante con los preparativos de la boda. No sabían que, en las sombras, el peligro acechaba, esperando el momento adecuado para atacar. El pequeño Máximo, ajeno a todo lo que se cocinaba a su alrededor, vivía su vida felizmente, disfrutando de la cercanía de su madre adoptiva, Avy, y la protección de Marcus. Una tarde, mientras Avy y Marcus paseaban por el parque con Máximo, disfrutando de su tiempo juntos, algo en el ambiente cambió. Un extraño sentimiento de inquietud envolvía a Avy, una sensación de que algo no estaba bien, pero no podía ubicar el origen de esa preocupación. Mientras tanto, Marcus, absorto en su hijo y en su felicidad con Avy, no veía señales de lo que se avecinaba. Sin embargo, ambos sentían que su mundo estaba a punto de volverse más peligroso. A miles de kilómetros de distancia, Claribel se reunía con sus colaboradores. Había diseñado el secuestro con detalles meticulo
Avy no podía dejar de pensar en su pequeño mientras conducía hacia la dirección que Claribel le había dado. Sentía un torbellino de emociones dentro de ella: miedo, esperanza, y una creciente determinación de recuperar a Máximo. Sus manos temblaban ligeramente sobre el volante, pero su mirada estaba fija en el camino. Había pasado demasiado tiempo sin él, y esa separación la estaba destrozando.La dirección que Claribel le había dado la llevó a un barrio apartado, lejos de la vista de cualquier testigo. La casa, al principio, parecía vacía y desolada, pero había algo en el aire que la hizo sentir como si fuera un escenario preparado para un acto siniestro. Avy, nerviosa, miró alrededor mientras caminaba hacia la entrada. El silencio de la calle se sentía pesado, como si el mismo universo estuviera esperando el siguiente movimiento.Su corazón latía con fuerza mientras apagaba el motor del coche. Se tomó un momento para respirar profundamente antes de salir del vehículo.
El reloj avanzaba con desesperante lentitud para Marcus. Mientras hablaba con Eliezer sobre lo que había ocurrido, sentía un silencio en la casa. Marcus comenzó a sentirse inquieto, las piezas del rompecabezas no encajaban. Fue entonces cuando vio el teléfono de Avy sobre la mesa.Avy no estaba cerca. Tal vez había salido al jardín y seguir buscando a Max, pero su instinto le decía que algo no estaba bien. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Decidido, comenzó a buscar en la casa, revisando cada rincón con más desesperación.Fue al llegar a la sala donde vio algo que lo hizo detenerse en seco. Sobre la mesa había una hoja de papel arrancada, con unas letras garabateadas que, a simple vista, parecían sin sentido. Sin embargo, algo en el mensaje lo hizo concentrarse en esos símbolos. La dirección estaba ahí, oculta en esas letras, un código simple pero eficiente. El pánico se apoderó de él cuando reconoció el lugar: un barrio apartado donde Claribel tenía viej
Max no sabía cómo había llegado a este punto. Todo había ocurrido tan rápido que su mente de apenas cuatro años no podía procesarlo. Su madre, Avy, le había gritado que corriera mientras el estruendo de los disparos llenaba el aire como un rugido salvaje. Él obedeció, más, por el tono de desesperación en su voz que por comprender lo que estaba sucediendo. Se escondió entre unas cajas apiladas en una esquina oscura del almacén, cubriéndose los oídos con fuerza para bloquear el eco ensordecedor de las balas.Pero no pudo evitar escuchar los gritos.Con los ojos llenos de lágrimas, Max se abrazaba las rodillas, deseando que todo acabara pronto, deseando que su madre estuviera bien. El sudor frío le empapaba la frente, y cada ruido hacía que se encogiera aún más. No sabía qué hacer, no sabía si salir corriendo o quedarse ahí. Lo único que sabía era que su mamá le había dicho que corriera, y él siempre hacía lo que su mamá le pedía.De repente, entre los dispar
La ambulancia llegó con una rapidez inquietante. Los paramédicos saltaron del vehículo, con sus rostros serios, comenzando a trabajar de inmediato. Marcus, en un instante de desesperación, se aferró a la mano de Avy mientras la colocaban sobre la camilla.-¡No la dejen! ¡Por favor! -gritó él, sintiendo el miedo de apoderarse de cada centímetro de su ser. La miraba, su respiración entrecortada, sin poder asimilar lo que acababa de ocurrir.-Tenemos que irnos, señor -dijo uno de los paramédicos con firmeza, indicándole que debía apartarse para que pudieran trabajar rápidamente.El rostro de Avy era una máscara de dolor y miedo. La vida se escapaba de ella lentamente, y Marcus lo sabía. No podía perderla, no podía imaginar un mundo en el que Avy no estuviera allí con él. Con la angustia a flor de piel, corrió junto a la ambulancia, a su lado, aferrándose a la promesa que le había hecho. No podía permitir que su historia juntos terminara así, no podía dejar qu
La familia llegó al hospital con el rostro lleno de preocupación, cada uno con la tensión reflejada en sus rostros. Eliezer fue el primero en llegar, con su cara seria y sombría, seguido de los padres de Avy, quienes no podían esconder su angustia. Cuando vieron a Marcus en el pasillo, el dolor en sus ojos era evidente. Todos sabían lo que había sucedido, pero escuchar las palabras de Marcus les confirmaba la pesadilla de la que aún no podían despertar.-¿Cómo está? -preguntó Eliezer, con la voz quebrada, acercándose rápidamente a su amigo, preguntando por la salud de su hermana.Marcus, con la mirada perdida, negó con la cabeza, sin palabras al principio. No sabía si debía decir algo que los tranquilizara, o si debía enfrentarse a la dura realidad de lo que había ocurrido.-Están en cuidados intensivos -dijo, al fin, con una voz quebrada-. Los médicos están haciendo todo lo posible. Fue muy grave, pero están luchando.-¿Están luchando? -pregunta Alfon
El hospital olía a desinfectante y quietud. El sol de la tarde se filtraba tímidamente a través de las ventanas altas, proyectando sombras alargadas en las paredes blancas. Tarkovski llegó con paso firme, pero en su rostro había una mezcla de preocupación y determinación. No era común verlo así; siempre proyectaba una imagen imponente, casi imperturbable, pero aquel día algo en su expresión delataba la profundidad de sus emociones.Al llegar a la sala donde Eliezer y Marcus lo esperaban, les dedicó una mirada grave, asintiendo apenas. Alfonso y Manuel, los padres de ambos, se unieron a la conversación, formando un pequeño círculo cargado de tensión. Tarkovski los observó un momento en silencio, como si necesitara reunir las palabras correctas antes de hablar. Finalmente, respiró hondo y rompió el mutismo.-¿Cómo está, Avy? -preguntó, su voz grave y directa, pero teñida de una sutil preocupación.Eliezer fue el primero en responder, con los ojos enrojecidos
Los días pasaron, y con cada uno de ellos, la salud de Avy mejoraba poco a poco. El peligro inminente que había acechado su vida y la del bebé parecía irse disipando, aunque las secuelas emocionales del secuestro seguían presentes en cada conversación, en cada mirada. Avy despertó varias veces durante esos días, siempre en medio de un sueño agitado, pero nunca completamente consciente. Marcus nunca dejó de estar a su lado. Cada vez que despertaba, él estaba allí, hablándole, acariciándole el cabello, dándole palabras de aliento, aunque sabía que su propia fuerza no era suficiente para calmar su miedo.El tercer día, cuando los médicos le dieron permiso a la familia para entrar nuevamente, la mirada de Avy ya no era la misma. Aunque su cuerpo aún estaba débil, sus ojos reflejaban la luz que Marcus había estado esperando ver. Había algo en esos ojos que le decía que ella estaba lista para luchar, que aunque la herida fuera profunda, ella no se rendiría.-Avy... -dijo