La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. Marcus abrió los ojos, y lo primero que vio fue a Avy, dormida a su lado. Su cabello se extendía en ondas sobre la almohada, y una expresión de paz descansaba en su rostro. Verla así, tan tranquila, le llenó el pecho de un calor indescriptible.
Con cuidado, Marcus se deslizó fuera de la cama, asegurándose de no despertarla. Observó por un momento cómo el edredón apenas cubría su figura, recordándole los momentos de la noche anterior. Sonrió para sí mismo, sintiendo una mezcla de amor y gratitud. Caminó hacia el teléfono para pedir el desayuno. -Buenos días, me gustaría ordenar el desayuno a la habitación -dijo en voz baja-. Un poco de todo, algo ligero y algo dulce. Y café, por favor. Después de colgar, se dirigió al baño. La gran tina de mármol en la esquina parecía perfecta para lo que tenía en mente. Abrió el grifo y dejó que el agua calienteEra un día soleado, perfecto para recorrer la ciudad en busca del hogar ideal. Avy, Marcus y el pequeño Max habían pasado semanas planeando este día, revisando anuncios y haciendo listas de casas por visitar. Pero la decisión final no recaería únicamente en los adultos; Max, con apenas cuatro años, tenía un voto importante. Después de todo, como decían sus padres, era una nueva etapa para todos, y la felicidad de Max también era su prioridad. Max, sentado en el asiento trasero del coche, abrazaba con fuerza a Tobi, un cachorro enérgico de orejas caídas que había llegado a su vida como regalo de su tío Eliezer en su último cumpleaños. El niño no podía dejar de acariciar su suave pelaje y hablarle con entusiasmo. -Tobi, ¿te imaginas corriendo por un jardín grandote? ¡Con un montón de flores y árboles! -dijo Max con ojos brillantes. Avy, sentada en el asiento del copiloto, volteó a mirarlo y sonrió con ternura. -Eso sería increíble, Max
La noticia del compromiso de Marcus y Avy corrió rápidamente entre sus familias, quienes no pudieron evitar compartir la alegría que ambos sentían al dar este importante paso en su relación. Las familias Wong y Santis, con todo el amor y la emoción que el momento demandaba, comenzaron a planear una fiesta de compromiso que sería el reflejo de la nueva vida que Avy y Marcus estaban comenzando a construir juntos. El lugar elegido para la celebración fue una gran casa de campo en las afueras de la ciudad, un lugar acogedor, con hermosos jardines y un ambiente elegante pero cálido. La idea era reunir a los amigos más cercanos y a la familia, y celebrar el amor, la esperanza y los nuevos comienzos. Avy, aunque emocionada, sentía una mezcla de nervios y gratitud por todo el apoyo que recibía, especialmente de Marcus, que siempre estuvo a su lado, como su pilar inquebrantable. Mientras los preparativos de la fiesta avanzaban, Marcus y Avy pasaban mucho tiempo
Roberto Cifuentes, que aparentaba ser un hombre de escasos recursos, había sido un hombre de poder durante muchos años, moviéndose en círculos de influencia en los que el dinero y los contactos lo podían todo. No era la primera vez que lidiaba con situaciones fuera de la ley, y esta vez no iba a ser diferente. A través de sus conexiones en el submundo, comenzó a trazar un plan para liberar a su hija. Utilizando su dinero, su influencia y su poder, había acordado con algunos de los hombres más peligrosos de la región un plan que sacaría a Claribel de prisión.Todo fue cuidadosamente organizado. Desde la corrupción de algunos oficiales de la prisión hasta la coordinación con una red de contrabandistas, Javier tenía todo preparado. El escape de Claribel no era solo una cuestión de sacarla de la cárcel, sino también de llevarla a un lugar seguro, lejos de cualquier intento de captura o seguimiento. En cuanto la noticia de su libertad llegara a los oídos de la familia Wong, Clar
Mientras Claribel perfeccionaba su plan, Marcus y Avy seguían adelante con los preparativos de la boda. No sabían que, en las sombras, el peligro acechaba, esperando el momento adecuado para atacar. El pequeño Máximo, ajeno a todo lo que se cocinaba a su alrededor, vivía su vida felizmente, disfrutando de la cercanía de su madre adoptiva, Avy, y la protección de Marcus. Una tarde, mientras Avy y Marcus paseaban por el parque con Máximo, disfrutando de su tiempo juntos, algo en el ambiente cambió. Un extraño sentimiento de inquietud envolvía a Avy, una sensación de que algo no estaba bien, pero no podía ubicar el origen de esa preocupación. Mientras tanto, Marcus, absorto en su hijo y en su felicidad con Avy, no veía señales de lo que se avecinaba. Sin embargo, ambos sentían que su mundo estaba a punto de volverse más peligroso. A miles de kilómetros de distancia, Claribel se reunía con sus colaboradores. Había diseñado el secuestro con detalles meticulo
Avy no podía dejar de pensar en su pequeño mientras conducía hacia la dirección que Claribel le había dado. Sentía un torbellino de emociones dentro de ella: miedo, esperanza, y una creciente determinación de recuperar a Máximo. Sus manos temblaban ligeramente sobre el volante, pero su mirada estaba fija en el camino. Había pasado demasiado tiempo sin él, y esa separación la estaba destrozando.La dirección que Claribel le había dado la llevó a un barrio apartado, lejos de la vista de cualquier testigo. La casa, al principio, parecía vacía y desolada, pero había algo en el aire que la hizo sentir como si fuera un escenario preparado para un acto siniestro. Avy, nerviosa, miró alrededor mientras caminaba hacia la entrada. El silencio de la calle se sentía pesado, como si el mismo universo estuviera esperando el siguiente movimiento.Su corazón latía con fuerza mientras apagaba el motor del coche. Se tomó un momento para respirar profundamente antes de salir del vehículo.
El reloj avanzaba con desesperante lentitud para Marcus. Mientras hablaba con Eliezer sobre lo que había ocurrido, sentía un silencio en la casa. Marcus comenzó a sentirse inquieto, las piezas del rompecabezas no encajaban. Fue entonces cuando vio el teléfono de Avy sobre la mesa.Avy no estaba cerca. Tal vez había salido al jardín y seguir buscando a Max, pero su instinto le decía que algo no estaba bien. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Decidido, comenzó a buscar en la casa, revisando cada rincón con más desesperación.Fue al llegar a la sala donde vio algo que lo hizo detenerse en seco. Sobre la mesa había una hoja de papel arrancada, con unas letras garabateadas que, a simple vista, parecían sin sentido. Sin embargo, algo en el mensaje lo hizo concentrarse en esos símbolos. La dirección estaba ahí, oculta en esas letras, un código simple pero eficiente. El pánico se apoderó de él cuando reconoció el lugar: un barrio apartado donde Claribel tenía viej
Max no sabía cómo había llegado a este punto. Todo había ocurrido tan rápido que su mente de apenas cuatro años no podía procesarlo. Su madre, Avy, le había gritado que corriera mientras el estruendo de los disparos llenaba el aire como un rugido salvaje. Él obedeció, más, por el tono de desesperación en su voz que por comprender lo que estaba sucediendo. Se escondió entre unas cajas apiladas en una esquina oscura del almacén, cubriéndose los oídos con fuerza para bloquear el eco ensordecedor de las balas.Pero no pudo evitar escuchar los gritos.Con los ojos llenos de lágrimas, Max se abrazaba las rodillas, deseando que todo acabara pronto, deseando que su madre estuviera bien. El sudor frío le empapaba la frente, y cada ruido hacía que se encogiera aún más. No sabía qué hacer, no sabía si salir corriendo o quedarse ahí. Lo único que sabía era que su mamá le había dicho que corriera, y él siempre hacía lo que su mamá le pedía.De repente, entre los dispar
La ambulancia llegó con una rapidez inquietante. Los paramédicos saltaron del vehículo, con sus rostros serios, comenzando a trabajar de inmediato. Marcus, en un instante de desesperación, se aferró a la mano de Avy mientras la colocaban sobre la camilla.-¡No la dejen! ¡Por favor! -gritó él, sintiendo el miedo de apoderarse de cada centímetro de su ser. La miraba, su respiración entrecortada, sin poder asimilar lo que acababa de ocurrir.-Tenemos que irnos, señor -dijo uno de los paramédicos con firmeza, indicándole que debía apartarse para que pudieran trabajar rápidamente.El rostro de Avy era una máscara de dolor y miedo. La vida se escapaba de ella lentamente, y Marcus lo sabía. No podía perderla, no podía imaginar un mundo en el que Avy no estuviera allí con él. Con la angustia a flor de piel, corrió junto a la ambulancia, a su lado, aferrándose a la promesa que le había hecho. No podía permitir que su historia juntos terminara así, no podía dejar qu