Marcus llevaba días sintiendo un nudo en el estómago, una sensación que no lograba quitarse de encima. Avy, su Avy, estaba actuando de manera extraña últimamente. Salía más de lo habitual, y aunque siempre era honesta con él, mencionando que se encontraba con David, había algo que no terminaba de convencerlo. Su mente no podía evitar llenarse de dudas. ¿Y si David era más que un amigo? ¿Y si lo perdía a ella, su amor secreto, por alguien más? Una tarde, incapaz de soportar más la incertidumbre, decidió hablar con ella. Por lo que decidió buscarla en su departamento.Cuando Marcus llegó, abrió con la llave que Avy le había dado. Avy estaba allí, sentada en el sofá de la sala. Tenía esa mirada serena que tanto amaba, pero también había algo de sorpresa en su rostro cuando lo vio acercarse con un gesto serio. Después de escuchar lo que Avy le contó sobre el anónimo debajo de la puerta y sus sospechas, Marcus la veía a los ojos. —Avy, a pesar de lo que me has contado, también hay alg
En su departamento, Claribel estaba en penumbra, con las cortinas cerradas y una atmósfera cargada que reflejaba su estado de ánimo. Sentada en uno de los sillones del lujoso salón, sostenía una copa de vino tinto en la mano, mientras su mirada se perdía en las sombras. Los últimos días habían sido un torbellino de emociones, pero había una que dominaba sobre todas: la rabia.Marcus le había pedido el divorcio. Las palabras aún resonaban en su mente como un eco insoportable. No podía aceptar que, después de todo lo que había construido, él estuviera dispuesto a tirarlo todo por la borda. Y peor aún, por alguien como Avy. Una mujer que no era más que un obstáculo, una intrusa en la vida que Claribel había planeado a la perfección.—Esto no va a quedar así —murmuró para sí misma, apretando con fuerza el tallo de la copa.El sonido de pasos la sacó de sus pensamientos. Román, su manager y, en cierto modo, su confidente, entró al salón con expresión cautelosa. Había recibido el mensaje de
El departamento de Claribel irradiaba el lujo que siempre había anhelado. Cada rincón era un reflejo de su ambición, de lo que había construido a costa de los demás. Los candelabros colgaban como testigos silenciosos de sus triunfos, y los ventanales permitían que la fría luz de la luna se filtrara, dándole un aura casi mística. Desde su sillón de cuero, Claribel observaba las llamas de la chimenea con una copa de vino en la mano. Sus labios esbozaban una sonrisa apenas perceptible mientras tamborileaba los dedos en el reposabrazos.Sabía que el juego estaba llegando a su clímax, y estaba lista para mover las últimas piezas. Avy era un problema. No, más que eso: era una amenaza para todo lo que había planeado durante años. Marcus, el hombre que creía tener bajo su control, estaba comenzando a mostrar grietas. Sus dudas eran tanto una advertencia como una oportunidad.La voz del hombre vestido de negro, que esperaba pacientemente cerca de la puerta, la sacó de sus pensamientos.—Todo e
—Esperen aquí abajo, quiero descansar —dijo con un tono amable pero firme.—Está bien, señorita Avy. Estaremos atentos —respondió uno de los guardaespaldas, sin quitarle la mirada mientras ella entraba al elevador.Los dos hombres intercambiaron miradas, acostumbrados a cumplir órdenes, aunque su instinto les dijera lo contrario. Decidieron relajarse un poco y aprovechar el tiempo para tomar un refrigerio en la pequeña cafetería del complejo. Conversaban de manera despreocupada cuando un rugido de motor irrumpió en la tranquilidad del lugar. Un auto negro salió disparado del estacionamiento subterráneo, dejando un chirrido de neumáticos que resonó como un grito de alerta.—¿Qué diablos fue eso? —preguntó uno de los guardaespaldas, dejando caer su taza de café.—Algo no está bien. Vamos arriba —ordenó el otro, ya encaminándose hacia las escaleras.El ascensor les pareció una pérdida de tiempo; cada segundo contaba. Subieron corriendo los cuatro pisos hasta el departamento de Avy. Al ll
El secuestro de Avy era solo el principio. Ahora, Claribel había ganado una ventaja crucial. El resto del juego era cuestión de tiempo.Lo que Claribel no sabía, sin embargo, era que el secuestro de Avy marcaría el inicio de una cadena de eventos que cambiarían la vida de todos, y que ni siquiera ella, con todo su control, podría prever.La familia Wong estaba sumida en la desesperación. El secuestro de Avy había dejado una profunda herida en el corazón de todos, especialmente en Eliezer, su hermano mayor. Aunque el contacto con la policía no había traído resultados inmediatos, Eliezer no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados. La incertidumbre y el miedo lo consumían mientras pensaba en cada momento que había compartido con su hermana. No podía permitir que algo le pasara.Después de días de angustia, Eliezer recordó a un viejo amigo, alguien que había conocido en su juventud. Un amigo que había sido parte de un círculo oscuro, involucrado en negocios turbios, un hombre cuyo
Eliezer se adelantó con paso firme, el eco de sus zapatos resonando en el amplio almacén abandonado. Sus ojos, oscuros y calculadores, se clavaron en Claribel como si fueran dagas. Ella, de pie en el centro del lugar, mantenía una postura altiva, aunque era evidente que su fachada comenzaba a resquebrajarse. Su mirada de desprecio no logró ocultar el leve temblor de sus manos. Sabía que estaba acorralada.—Esto termina aquí —dijo Eliezer, su voz grave y fría mientras alzaba una mano para indicar a sus hombres que rodearan el lugar.Claribel levantó las manos lentamente, una fingida rendición, pero su rostro mostraba algo muy distinto: rabia contenida, orgullo herido, y una chispa de desafío que no lograba apagar.—¿De verdad crees que esto es el final, Eliezer? —su voz era un veneno suave, un susurro peligroso que contrastaba con la tensión que llenaba el aire —Todavía no sabes lo que he preparado.Eliezer no contestó. Estaba cansado de sus amenazas, de sus mentiras. Dirigió una mirad
La familia Wong respiró aliviada cuando Avy fue liberada, pero sabían que lo peor aún estaba por venir. Claribel no se detendría ahí, y su relación con Marcus estaría marcada por la obsesión para siempre por el caos que ella había creado.La detención de Claribel fue un golpe devastador para ella, pero también para su padre. La acusación de secuestro, junto con todas las pruebas que Eliezer había reunido a través de sus contactos, dejaron claro que Claribel había estado detrás de todo. Sin embargo, el impacto de su captura no solo afectó a Avy, sino que también reconfiguró el poder dentro de las esferas oscuras en las que tanto ella como su padre se movían.Claribel estaba sentada en una fría celda de la cárcel. Su cuerpo estaba rígido, y su mente, aunque llena de ira, no podía dejar de procesar lo que había ocurrido. Durante semanas, había estado manipulando los hilos a su alrededor, planeando su victoria sobre Avy y Marcus, sin darse cuenta de que todo se había derrumbado como un ca
Por su parte, la familia Wong estaba más unida que nunca. El secuestro de Avy había sido un duro golpe para todos, pero la resolución del caso había dejado una marca imborrable en cada uno de sus miembros. Marcus, al ver que Claribel no iba a quedar impune por lo que había hecho, finalmente se sintió libre, al fin obtener el divorcio.Avy, aunque traumada por la experiencia, había comenzado a sanar con el apoyo de su familia. La relación con Marcus había cambiado para siempre, pero ahora se encontraban más cerca que nunca, luchando por un futuro que no estaba marcado por las sombras del pasado.Por fin, el peso de la intriga y el juego de poder habían terminado. Y aunque las secuelas del plan de Claribel seguirían persiguiéndolos, Marcus y Avy sabían que el futuro que compartían sería suyo, sin interferencias de quienes habían intentado destruirlos.El día de la audiencia de Claribel había llegado finalmente. La tensión en los pasillos del tribunal era palpable