El auto se detuvo en el gran edificio donde tenía mi entrevista. Me bajé de él y ya dentro del edificio conseguí un ascensor que me llevaría a la planta que me correspondía, pulsé el botón de la planta doce, estaba tan nerviosa que de vez en cuando miraba la hora, hasta los segundos podían llegar a parecer unos minutos interminables. Se abrió el ascensor después de unos intensos segundos justo cuando daban las nueve en punto, deseé que no fueran demasiado dura conmigo. Me encontré con una recepcionista que estaba en su puesto observando la computadora.
—Buenos días señorita —me saludó ella al verme —¿puedo ayudarla en algo?
—Tengo una entrevista ahora y me gustaría saber si puedo...
—Llegas tarde —escuché una voz y me giré para ver a una pelirroja que se estaba acercando hacia mí, rondaba los treinta y tantos, pero se conservan bien — tu entrevista era a las nueve en punto y si no me equivoco, ahora son ya las nueve y cuatro minutos. Si no eres capaz de ser puntual a una entrevista tan crucial por la que cualquiera daría su vida por conseguir, dime cómo podrás serlo cuando consigas el trabajo.
—Lo siento mucho, señorita, he tenido un día...
—No creo que debas molestarte en contarme tu vida, se acabó tu oportunidad y perdiste el puesto. —se dio la vuelta —Creo que el jefe estará de acuerdo conmigo. — y así como apareció, desapareció.
Sentí que se me venía el mundo encima, había perdido el empleo. Todo por lo que había luchado por conseguir ese empleo había sido en vano, se me hizo un nudo en la garganta.
—Lo siento, —escuché que decía la secretaria —ella es siempre así de amargada. Y por cierto, me gusta tu chaquetilla —dijo con una amplia sonrisa.
La miré escéptica y me controlé por no decir nada ofensivo. Salí de allí y corrí apresuradamente al ascensor, no podía permitir que me vieran llorar. Una vez dentro las lágrimas resbalaron por mis mejillas, pulsé el botón de la planta baja y me apoyé contra la pared. No tenía idea de qué iba a hacer a parte de seguir viviendo con mi hermana y mi insoportable cuñado, ser niñera era mi mayor deseo, escogí esta profesión a cualquier otra porque la amaba y por primera vez que podía ejercer, me salían con esas. Cuando me encontraba ya en la cuarta planta se detuvo el ascensor y se abrió. Iba a secarme las lágrimas pero de pronto apareció ante mí la persona que menos me esperaba encontrar, era el hombre guapo, atractivo y elegante que conocí en la mañana, llevaba las manos metidos en los bolsillos. Me miró sorprendido y yo bajé la mirada para evitar que me viera llorar, pero era ya demasiado tarde. Se acercó a mí mientras se cerraba la puerta del ascensor. Sacó del bolsillo de su chaqueta un pañuelo blanco y extendió su mano para secarme las lágrimas, me asusté.
—Sólo voy a secarte. —lo miré a los ojos, era bastante raro ¿es que creía que lo que hacía era normal? Lo dejé continuar aunque me ponía nerviosa —Supongo que no has conseguido el trabajo. —Eso no era una pregunta, negué con la cabeza — ¿Estás segura de haberlo conseguido si hubieras llegado a tiempo?
—Por supuesto — me defendí, él se detuvo.
—Entonces, ¿me dejaría sus documentos? —no dudé en entregárselo y me entregó el pañuelo a cambio, ni se molestó en abrirlo —Yo me encargaré del resto.
—Pero no quiero que piensen que...
—Si crees que te mereces el puesto no deberías preocuparte por lo que crean los demás ¿no crees?
Me quedé sin palabras tal vez porque supe que tenía toda la razón.
—Me gustaría devolverle todo este conjunto que he recibido. —me estaba refiriendo a la ropa y lo demás. —No creo que vaya a necesitarlo más.
—Ahora es todo suyo. —se abrió la puerta y debía salir. —Recibirá una llamada. —Me bajé del ascensor y le eché un último vistazo mientras se volvía a cerrar la puerta. Suspiré y miré el pañuelo, era tan suave, tenía bordado algo, lo extendí y eran las iniciales A.L de Alex Laurent, era el dueño de la gran compañía y ni cuenta me había dado, pero daba igual, si conseguía el empleo no volvería a verlo.
Pillé un taxi y le pedí al conductor que me llevara a la dirección donde sabía que encontraría a mi hermana. Ella se encargaba de las decoraciones de los lugares en los que se iba a realizar algún evento y se le daba muy bien, eso podía reconocerlo.
Aparcamos frente a un chalet precioso con un gran campo donde había gente decorando de un lado a otro, le pagué al taxista y me bajé del coche intentando mantenerme sobre los tacones altos que me habían regalado. Pregunté por mi hermana y me indicaron dónde podía encontrarla. La busqué hasta encontrarla. Estaba dándole instrucciones a otros sobre cómo se tenían que hacer las cosas. Me acerqué a ella y parecía que no se había percatado de mi presencia.
—Maura. —la llamé. Se giró a verme desde los pies hasta la cabeza y desde entonces se dio cuenta de que era yo y se sorprendió.
—¿Freya?
—Sí, la misma que se despidió de ti hace solo una hora.
—Pero cómo...—vio mi bolso y pegó un grito llevándose las manos a la boca- ¿Eso es lo que creo? —asentí — Es el nuevo modelo y cuesta una fortuna.
—Es todo tuyo —se lo ofrecí. Lo tomó con tanto cuidado como evitando que se estropeara.
—Gracias, te quiero.
—No todos los días se escuchan esas frases. —dibujé una sonrisa, me encantaba verla ponerse así.
—Los zapatos, el vestido, la chaquetilla...Dios, es todo precioso.
—No querrás que me desnude aquí ante todos ¿verdad?
—¿Es que piensas entregármelo todo? —asentí con la cabeza y Maura me dio un fuerte abrazo, feliz. Se separó y se acercó un poquito a mí para evitar que la escucharan. —Dime hermanita, ¿no tendrás por allí un novio millonario? Porque dudo que te hayas robado todo eso, pero sabes que si fuera así te cubriría.
—No es nada de eso.
—Ah, entonces cuéntame, soy toda oídos.
Era mi hermana y podía contárselo todo. Nos sentamos en una de las sillas allí colocadas y le conté cada detalle de lo que me sucedió desde que salí de casa aquella mañana, me escuchaba absorta y no podía creérselo, no podía culparla, a mí me pasaba lo mismo.
—Hasta yo me he enamorado de él. — dijo ella después de que le conté todo. —Tienes que volver a verlo, es perfecto.
—No me digas, ¿y qué le digo?
—Nos inventamos cualquier excusa. Él es perfecto para ti.
—¿Pero qué dices? No lo conozco y además es bastante raro.
—Pero guapísimo, eso lo has dicho tú. —sonreí. —Si al menos hubieras solicitado empleo como secretaria o administradora o lo que fuera en esa compañía ahora estaríamos hablando de otra cosa.
—Pero deseo ser niñera y lo sabes, no podría cambiarlo por nada sin al menos intentarlo. —ella suspiró derrotada, no había nada que se pudiera hacer, esperaría la llamada y comenzaría a trabajar donde fuera que me enviaran, con tal de tener un niño esperando por mí.
Todo mi equipaje estaba listo, Maura había pasado toda la noche ayudándome a empaquetarlo, le daba pena separarse de su hermanita del alma.—No tienes por qué exagerarlo todo, ni que me fuera a otro punto del país, solo me cambio de casa, podremos vernos cuando queramos.—Pero ya no será lo mismo.Maura estaba echada en la cama mientras yo me peinaba el cabello frente al espejo, estaba lista para marcharse.—Venga alégrate por mí. - puse caras y me senté en la cama junto a ella.—Sí que me he alegro por tí, pero también quie
Subí al auto con Alfred, el tipo era silencioso, como también amable. Minutos más tarde estábamos aparcando en el centro del niño. Bajé del coche y Alfred se quedó a esperarme. Subí las escaleras y entré. Crucé algunas salas donde se estaban tomando clases, obviamente era una escuela privada, pregunté por la dirección y me indicaron el lugar. Llegué y llamé a la puerta, me dieron permiso para entrar. Frente a mí había un niño de espaldas, ese debía ser Hazel y al otro lado de la mesa estaba una mujer. Me pidió sentarme. Me senté junto al niño que tenía la mirada puesta en sus pies tambaleantes.—Hola Hazel. —lo saludé, pero no recibí respuesta alguna, solo su mirada que después regresó a sus pies.
Lo ayudé a ponerse en pie y salimos del cuarto. Bajamos las escaleras con cuidado, lo llevaba agarrado de la mano. Al otro lado del salón se encontraba el despacho con puertas desplegables, cuando nos acercamos a ellas sentí que me apretaban la muñeca, miré al niño, tenía miedo.—Hey, no pasa nada—intenté calmarlo—estoy contigo, todo saldrá bien ¿de acuerdo? —asintió con la cabeza. Llamé a la puerta y entramos.Allí delante de mí, lo vi, era inconfundible con es aspecto impecable, estaba de espaldas concluyendo una llamada, depositó el teléfono sobre el escritorio y se volvió hacia nosotros. Sin duda él era su padre, tenían algún que otro parecido. No se me había pasado por la cabeza que trabajaría para él, el tipo perfecto y guapo con el que soñaba ¿seguro
Estaba en mi cama durmiendo plácidamente, me sentía incómoda en mi propia cama, di vueltas de un lado a otro de la cama y poco a poco fui abriendo los ojos hasta que lo vi, ¡Era Alex! Estaba sentado sobre la cama observándome, pegué un grito de susto y me acomodé, pero, ¿qué hacía en mi cama?—¡Dios, jefe! ¿Qué hace aquí? —aparté los mechones de pelo de mi frente, podía imaginarme lo horrible que me veía.—Lo siento, no pretendía asustarte, ¿estás bien? —y encima se preocupaba.—No lo sé, ¿qué quiere, señor?—Quería saber si se sentía cómoda aquí
Alex la mayor parte de las veces podía parecer estar muy serio, pero nunca me imaginé verlo enojado, estaba totalmente furioso porque le habían quitado al niño, entonces supe lo mucho que podía importarle y cómo no, se trataba de su hijo. Cogió las llaves de su coche y lo vimos dirigirse al auto, nadie pudo detenerlo.—Alex, ten mucho cuidado con lo que vayas a hacer por favor. —le sugirió su amigo.Alex ni se molestó en dirigir ninguna palabra, estaba totalmente dispuesto a cualquier cosa y tuve más miedo aún, ¿qué tal si su cabreo fuera a impedirle recuperar a su hijo?, no podía permitirlo y no quería hacerlo porque aparte de todo se trataba de Hazel. Me acerqué al auto que ahora estaba en marcha y me monté en el asiento del copil
Alexander LaurentSubí al cuarto de Hazel, tenía que hablar con él, de hecho, debía haberlo hecho hacía mucho tiempo, era mi hijo y sabía que era lo bastante grande como para asimilar lo que fuera o eso es lo que esperaba yo. El hecho de que Freya aceptara casarse conmigo sabiendo todo a lo que se enfrentaba me sorprendía totalmente, no quería eso para ella, lo reconozco, pero era lo mejor y haría lo que fuera posible para que no saliera perjudicada.Entré en la habitación, Hazel se encontraba tendido sobre su cama. Verme en su cuarto me hizo darme cuenta del tiempo que llevaba sin entrar allí Me acerqué y me senté sobre la cama, él giró su cabecita para verme.—Hola. —fue lo que le dije. — ¿Quieres que
Celestina nos preparó unas tazas de té mientras esperábamos a Maura y hablamos de la boda o más bien hablaban ellas de la boda y yo me limitaba a escucharlas.Cuando escuché que llamaban a la puerta me levanté rápido del sofá esperando ver a mi hermana. Cuando llegué, Celestina le estaba abriendo la puerta, sonreí al verla y corrí a darle un fuerte abrazo.—Te echaba de menos. —dije todavía entre sus brazos.—No debiste separarte de mí.Nos separamos y ella observó la casa asombrada, la entendía, a mí me pasó lo mismo la primera vez que llegué aquí.—Uau, esto es precioso
Cuando entré en el salón, Alex pedía que se sentaran todos. Me senté junto a Hazel mientras Celestina y Cloe se sentaban en el sofá largo y Alfred en otro sofá. Alex estaba de pie frente a nosotros observándonos, ya no llevaba puesto la chaqueta, se la había quitado y se había quedado solo con la seda, se veía tan sexi que no paraba de mirarlo, posé la mirada en su hermoso rostro y me estaba mirando, rápidamente aparté mi mirada de él ¿se habría dado cuenta de lo que estaba pasando por mi cabeza? Me llené de nervios esperando que no, todo era culpa de Maura, desde que me metió en la cabeza lo del futuro beso ya no podía controlar lo que sentía por él.—Agradezco que estéis aquí. —habló él—No quiero haceros perder tiempo, me imagino que de alguna forma os habréis dado cuenta de que algo está pasando aquí. Es necesario que sepáis que Freya