Megan sentía que había dormido por días, su cuerpo estaba tan tenso, pero de pronto unas manos la acariciaban despertándola por completo, aún era de noche, cuando se volvió noto que era Jack quien la tocaba.
—¡Lo siento te he despertado!
—No pasa nada. ¿A dónde fuiste?
—A los establos, a pensar.
—¿Y qué pensabas?
—¡Que soy un idiota! Aquella respuesta le dio risa a Megan.
—Si es por lo de hace rato, ya lo olvide.
—Es por todo, por cómo te he tratado.
—Está bien Jack. Eso sí que era un buen comienzo pensó.
—Esta noche sigue siendo nuestra noche, y pienso hacerte el amor.
La volvió hacia él besándola dulcemente para comenzar a consumar su matrimonio, convirtiendo a Megan en su esposa. Pronto las cosas fueron mejorando entre la pareja de casados, y comenzaban a llegar las noticias.
—Patrón, tiene q
—Escucha deja que me dé un baño y me relaje un poco y seguimos hablando, solo estamos estresados.—Ya he dicho que termine esta conversación. Se soltó de su mano y salió al pasillo hecha un mar de lágrimas.En la hora de la cena Megan no bajo a comer como acostumbrara hacer, Jack se imaginó que estaba muy molesta como para no querer bajar. Tendría que hacer las paces con ella, pensó en seducirla, pero luego se lo pensó mejor quizás saliera con un par de cachetadas bien ganadas. Después de cenar, se levantó dio las gracias y se despidió de todos, sirvió un vaso con zumo de manzana, esperaba aunque lo dudaba encontrar a una esposa calmada. Pero muy lejos de eso, lo que se encontró fue una mujer semi desnuda saliendo del baño, se había puesto su albornoz pero lo llevaba abierto, mostrando una cara
Dos semanas habían transcurrido desde que ambas amigas se habían marchado del rancho, y aún no habían dado una fecha de regreso. Megan asistía reunión tras reunión, pero aun cuando estaba demasiado ocupada no dejaba de llamar al rancho, lo único que no hacía era hablar con su esposo, no creía estar lista para escuchar lo que él le tuviera que decir. Pero eso no quería decir que su abuela no la mantuviera al tanto de todo lo que hacía Jack, como por ejemplo, el hombre había dejado de cenar en la mesa y la mayor parte del tiempo estaba mal humorado. Grisell le comentaba que si ella había preguntado por el, en algunas de las llamadas. Hasta que un día su abuela se cansó de tanto y la confronto preguntándole porque estaba evitando a su marido.—No tenemos nada que decirnos abuela. Fue la respuesta de Megan.—Pero si
Ahora sí que estaba en un serio apuro, la confesión de Megan había sido claramente una advertencia que no podía tomársela a la ligera. Si no podía confesarle su amor por teléfono, lo haría en persona. A la mañana siguiente iba rumbo en su todo terreno al aeropuerto ligando los dedos para conseguir un vuelo lo más pronto posible. Recuperaría a su familia de eso estaba absolutamente seguro.Mientras que en el despacho de Megan su abogado la aconsejaba de ser más razonable, ella a su vez había tomado una decisión, vendería sus acciones y se desligaría totalmente de los negocios del banco. Emprendería su propio negocio con sus normas y horario, para poder dedicarle más tiempo a su pequeño bebe.Después de tanto jaleo con los accionistas y el abogado, habían concretado la venta de sus acciones y con eso amas
—¡Date prisa, la novia no puede llegar tarde! Le apremiaba Grisell a Megan.—Relájate abuela la novia siempre llega tarde a su propia boda.—¿Dónde has oído semejante mentira?—Todo el mundo rumora eso en las banquetas abuela.—Pues no es verdad, las novias son puntuales.—Ya estoy terminando, deja los nervios.—¿Pero porque has dejado eso para última hora?—He tenido muchas cosas en la que ocuparme abuela.—Ya dejen de discutir por el amor de Dios. Les dijo Melisa parada frente a las dos mujeres.—¡Listo, quedo perfecto!—¡Oh Megan quedo maravilloso! Le dijo su amiga.—Eres la novia más bonita de Texas. Le dijo Grisell.—Abuela no digas eso en est
—Como extrañe esto. Dice ella entre jadeos.—Y tendrás mucho de esto todos los días.—¡Oh sí!Rodrigo bajo sus pantalones junto con sus calzoncillos, seguido para acomodarse en medio de su esposa. Quien ya tenía las piernas más que abiertas para la dulce espera de la invasión.La chica mira la enorme erección de su marido y traga saliva. No iba a negar que sentía algo de miedo cada vez que tenían sexo. Su esposo estaba muy bien dotado.—No puedo evitar sentir miedo cada vez que te veo desnudo.—Intentare ser gentil belleza.—Te lo agradecería, porque… ¡aaahhhh! Grito por haber sido penetrada por su marido. –Rodrigo. Jadea.—Sé que te gusta que te de duro, preciosa.—Pero así no, ¡bruto! Se queja.El vaquero entraba y salía del cuerpo de su
Este toma a su mujer de la cintura, y sin salir de ella la sienta en su regazo. Megan cabalgaba a su esposo, sus senos subían y bajaban por los movimientos. La piel de ambos comenzaba a sudar a mares, la noche podría estar fresca. Pero la fricción de ambos les impedía mantenerse frescos. Gotas de sudor corrían por la espalda desnuda de Megan, perdiéndose entre los dedos de Jack que se encontraban en la línea entre su espalada y trasero. La chica gemía mientras subía y bajaba sin piedad, su esposo solo admiraba la belleza de su esposa. Se mordía el labio de solo verla, con las mejillas sonrojadas y toda llena de sudor. Pronto sintió como las paredes de su vagina se contraían, supo que estaba por alcanzar el clímax. Así que para acelerar las cosas, empezó a frotar la protuberancia con su dedo… masturbaba a su mujer lo que la puso más cachonda. Acelero las embestidas justo al momento que ella empezaba a revolverse como loca sobre él. —¡Ah, ah, ah! joder…
—Una cena estupenda, Jorge. Exclamaba sonoramente Frederic Dixson el dueño de uno de los Bancos más prestigiosos e importantes de Atlanta.—Las cenas que organizas los sábados son maravillosas, Emily.Megan observaba detenidamente el hombre que halagaba a sus padres con tanto entusiasmo, era un caballero de unos sesenta años bastante conservado para su edad, sin embargo estaba pasado de peso. Su bigote y cabello eran tan blancos como la nieve, siempre usaba traje para cada cena que organizaba Emily. O bueno, la mayoría de las veces que Megan tenía que estar presente en las comidas que preparaban sus padres para sus invitados, dentro de las cuales el señor Dixon era uno de los invitados más frecuentes que tenían sus progenitores.Este, como cada otro sábado se presentaba muy puntual con su único hijo Gerald, que para pesar
—Señorita Blake… Disculpe el señor Ford acaba de llegar.—Gracias Melisa pero ya te dije que me llamaras por mi nombre de pila.—Disculpe seño… Megan es que no me acostumbro.—Descuida. Has pasar al señor Ford y tráenos dos cafés por favor.—En seguida.Habían pasado tres meses desde que Megan había contratado un detective privado para poder dar con el paradero de su abuela paterna y el señor Ford era el mejor de toda Atlanta para el trabajo. Tocaron la puerta del despacho de su padre dando paso a un hombre alto, y algo mayor.—Buenos días señor Ford, pase adelante y siéntese por favor.—Buen día señorita Blake, le traigo buenas noticias en esta mañana.—Me alegro mucho, ha pasado mucho ti