Lukas despertó sobresaltado en la enorme cama de su habitación, y rápidamente los recuerdos de la noche anterior lo golpearon con fuerza.Con un gruñido, se pasó una mano por el cabello, intentando procesar lo que sentía.Beate era sumamente intrigante; había algo en ello que le resultaba fascinante. Por primera es en mucho tiempo, había encontrado alguien capaz de desafiarlo e impulsarlo a superarse.Pensando en esto, suspiró. Se sentía ridículo, como un adolescente enamorado a primera vista, pero no podía dejar de pensar en la manera en la que ella parecía esconder tantas cosas detrás de su bella sonrisa; en el magnetismo de su voz y la profundidad de su mirada.«Maldita sea… ¿Qué me está pasando?», pensó mientras se levantaba, decidido a poner algo de orden en su cabeza.Con la mente echa un caos, se vistió rápidamente y bajó a la cocina en busca de un poco de café que le ayudara a aclarar su mente, encontrándose con su hermano sentado a la mesa, con el ceño fruncido y una taza ent
Minutos más tarde, cuando los niños terminaron de desayunar, Lukas los llevó al sofá de la sala y propuso un juego.—Jugaremos a preguntas y respuestas; quien más respuestas me dé, más ganará —anunció mientras los niños lo miraban atentos.—¿Qué ganaremos? —preguntó Jens, entrecerrando los ojos.—Un juguete por cada respuesta correcta. ¿Qué les parece? —respondió Lukas, consciente de que aquello los entusiasmaría.—¡Sí! ¡Sí! ¡Queremos jugar! —exclamaron de inmediato los tres al unísono.—De acuerdo, primera pregunta —dijo Lukas, llevándose una mano a la boca como si sostuviera un micrófono invisible—. Díganme, ¿cómo es su mamá?Los niños intercambiaron miradas, llenos de confusión.—¿Mamá? —repitió Lars, frunciendo el ceño.—¿Por qué preguntas por ella? —inquirió Jens, con suspicacia.—¿Vendrá pronto? —continuó Emma, como si los tres se hubieran puesto de acuerdo.Lukas sintió una punzada en el pecho al escuchar la inocencia en las voces de los pequeños. Se inclinó hacia ellos y, con
Después de cuidar a los niños durante toda la mañana, Lukas pasó la tarde encerrado en su estudio, con los ojos fijos en los cinco monitores. Filtraba y analizaba datos de manera frenética, buscando cualquier pista que pudiera llevarlo a descubrir quién era realmente Beate.Había comenzado por lo poco que sabía: su supuesto nombre, sus habilidades en IT y lo que había dejado entrever en sus conversaciones virtuales y durante la noche anterior. Y, sin demasiados problemas, tras unas cuantas horas de análisis, la había rastreado lo más lejos posible, rompiendo algunas leyes, —incluso internacionales—, encontrándose con la confirmación más importante: Beate Thorsen realmente existía.Con el café frío y la cabeza agotada, Lukas presionó «enter» una última vez, y no pudo evitar quedarse paralizado ante la realidad que se reveló ante sus ojos.Ole Thorsen.Un hombre violento y asiduo cliente de clubes nocturnos.Junto a cada nombre aparecía una fotografía y Lukas no necesitó profundizar dem
A altas horas de la madrugada, Ole salió de la comisaría con el rostro deformado por una mezcla de rabia y de humillación. Había pasado las últimas seis horas bajo custodia, y, si bien los policías lo habían liberado bajo advertencia de no cometer ningún otro delito, el daño a su orgullo era irreparable.Con paso inseguro, caminó hacia la parada de taxis más cercana, lanzando una retahíla de maldiciones al viento. Imaginar a su esposa con aquel infeliz lo atormentaba. Beate Katrine Thorsen era suya y no podía soportar la idea de que le hubiera sido infiel. ¡No tenía derecho!«¿Qué clase de puta eres?», pensó, sintiendo como la furia hervía en su interior. «Juro que arreglaré esto ahora mismo».Sin llamar, como era costumbre, regresó a casa, mientras seguía murmurando improperios como un poseso.Cuando finalmente llegó, le pagó al taxista sin prestar atención y se adentró en la vivienda, con la respiración agitada. La casa estaba sumida en el silencio, apenas iluminada por una tenue lu
Katrine se dejó caer en la silla junto al escritorio, con el rostro hinchado y el alma hecha pedazos, mientras Sofie comenzaba a empacar apresuradamente. Afuera, todo estaba en el más absoluto silencio, pero ambas sabían que era momentáneo: Ole volvería; siempre lo hacía, y, esta vez, ambas sabían que su amenaza no era una simple exageración.—¿Qué… qué haces? —preguntó finalmente Katrine, frunciendo el ceño en un gesto de dolor.—Empacar. Tenemos que irnos de aquí cuanto antes—respondió Sofie con voz firme, aunque sus manos temblaban.Katrine la miró en silencio por un instante, sintiendo que cada palabra se le atoraba en la garganta, hasta que, finalmente, logró articular:—¿A dónde, Sofie? Solo estamos tú y yo… No tenemos a nadie…—Pues con eso nos basta —respondió Sofie sin detenerse, mientras le lanzaba una camiseta a Katrine para que empezara a empacar—. Nos vamos juntas. Buscaremos algún sitio en el que no nos pueda encontrar.Sin embargo, Katrine se mantuvo inmóvil en su sitio
La tenue y suave luz del amanecer se filtraba a través de las persianas torcidas del pequeño cuarto del hotel, mientras el hedor a humedad impregnaba aquel ambiente, y los colchones baratos parecían crujir bajo el peso de sus pensamientos. Katrine se encontraba sentada al borde de la cama, con la mirada perdida, mientras Sofie, a su lado, revisaba los papeles que su amiga había llevado consigo, tras marcharse de casa.—Kat, tenemos que ir hoy mismo a la comisaría —repuso Sofie, sentándose frente a ella al borde de su cama, rompiendo el silencio con voz calmada pero firme—. Y luego al tribunal. Es lo mejor…Katrine suspiró, pero no respondió al principio; sus manos jugueteaban con el dobladillo de su pijama rosa, en un hábito nervioso que había adquirido cuando era niña y del que jamás había podido deshacerse.—Ay, Sofie, no es tan fácil como lo haces sonar —murmuró, por fin, con la voz estrangulada.Sofie la miró fijamente, sus ojos reflejando una gran paciencia, pero también determin
Media hora después, Katrine y Sofie se plantaron frente a la comisaría, mientras el frío aire de la mañana parecía calarlas hasta los huesos, y el sol apenas iluminaba la ciudad. Katrine sostenía entre sus manos temblorosas la carpeta con los documentos, con el rostro desfigurado por los nervios y el miedo. Sofie, por su lado, se mantenía junto a su amiga, como un muro inquebrantable, dispuesta a apoyarla hasta el final, en cada paso de lo tortuoso que sabía que sería ese camino.—¿Estás lista? —preguntó, buscando la mirada de Katrine.—No… —murmuró su amiga, tragando saliva con dificultad—, pero, si no lo hago ahora, no lo haré nunca.Sofie le dio un reconfortante apretón en el brazo, animándola, tras lo cual ambas avanzaron haca las puertas acristaladas de la comisaría.Una vez dentro, las recibió un policía con un uniforme azul y aire profesional y amable, cuyo rostro, al ver el estado de Katrine, adoptó un sutil gesto de preocupación.—Buenos días, señoritas. ¿En qué las puedo ayu
En la silenciosa penumbra del minibar de la mansión, Lukas vertía una cantidad generosa de whisky en un vaso ancho. El hielo tintineó al tocar el cristal, rompiendo el silencio que reinaba en la habitación. Era temprano para beber, pero eso no le importaba.Un momento después, se dejó caer en el sofá, con el vaso en la mano. Apenas bebió un sorbo, pero su mirada permaneció fija en un punto indefinido, como si intentara descifrar un enigma imposible, mientras las palabras en la pantalla seguían repitiéndose en su cabeza como un martillo bucle imparable.«Beate…», pensó, apretando los dientes. ¿Por qué no se lo había dicho?Apretó el puente de su nariz con los dedos, intentando despejar su mente, pero el nudo en su pecho no desaparecía. Era apenas primera hora de la mañana, y la presión de no saber qué hacer lo carcomía.Un momento después, el sonido de risas infantiles rompió el silencio, y Lukas alzó la mirada justo cuando Mathias bajaba las escaleras, con los niños detrás de él.—¿No