CAPITULO 4

ANTONIO

La mañana siguiente…

Bianca estaba tumbada en mi cama, envuelta en sábanas blancas de seda.

Sonreí al recordar la noche, cuando totalmente desinhibida por el alcohol, había decidido disfrutar de la fiesta.

Había dicho unos cuantos disparates y llorado amargamente en otro momento, regresando a la efusividad de un instante a otro.

Al llegar al piso de la compañía, la tuve que cargar desde el coche al elevador, y de allí hasta llegar al ático.

La deposité con suavidad en la cama. Estaba profundamente dormida y parecía un ángel en todo su esplendor.

Aparté despacio un mechón de pelo de su cara y toqué su sedosa piel. Suspiré cansado, aunque satisfecho con lo que fue la noche.

Si bien no resultó ser una mansa gatita, estaba seguro que con mi pro

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