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Capítulo 03 — Un mar azul.

Viv y Anna se instalaron en la misma habitación del hotel. La habitación había sido originalmente para el señor y la señora von Allsburg, pero como la boda se había ido al garete, las dos optaron por compartirla y disfrutar de su luna de miel. Llegaron por la mañana y Viv quería disfrutar del mar de Liguria, del sol y de todo lo que su familia había pagado por su luna de miel.

Dejaron las maletas en la habitación, que tenía una hermosa vista del mar.

- Dios mío, ¡me muero de hambre! - dijo Anna mirando a Viv, que ya estaba abriendo su maleta y sacando un diminuto bikini blanco.

- Tomemos un café en la playa, así disfrutaremos del sol todo el día. - Contestó ella, y luego entró en el cuarto de baño.

Tras cambiarse de ropa, los dos bajaron a la piscina y se dirigieron a la playa reservada al hotel, dejando las maletas sobre la mesa y tumbándose en una de las tumbonas.

Anna pidió el desayuno para los dos y se lo sirvieron allí mismo, con todo lo que les correspondía.

Viv se quedó pensativa mirando el mar. El color del mar era casi hipnótico y le encantaba aquel tono azul tan limpio.

- Está en todas las páginas web, Viv. - dijo Anna, mostrándole el móvil. - ¡Las fotos de Matt son divertidísimas! - dijo riendo.

Vivienne miró rápidamente su móvil e hizo una mueca.

- Quiero preguntarte algo. - Dijo, mirando a Anna un poco más seriamente.

- Por supuesto, ¡cualquier cosa! - respondió Ana en tono de complicidad.

- No quiero que publiques nada sobre nuestro viaje en las redes sociales. - Preguntó Vivienne. - No quiero que nadie sepa dónde estamos. Quiero disfrutar de esta luna de miel en paz. Nada de fotos, ni siquiera de Matt ni de su familia.

Anna asintió con la cabeza.

- No hay problema. - Me contestó. - Pero, ¿podemos hacer fotos y conservarlas? Es un pecado no grabar este viaje.

Viv se limitó a reír, poniendo los ojos en blanco. Sabía lo adicta que era Annabelle Johnson a grabarlo todo y luego acabarían mirando aquellas fotos y recordando los buenos momentos que habían pasado juntas en aquel viaje.

Después de desayunar, Viv y Anna se metieron en el agua para disfrutar del cristalino y refrescante mar de Liguria. Nadaron, jugaron y se relajaron bajo el sol abrasador. Las olas eran suaves y acariciadoras, besando suavemente la arena. El tiempo parecía pasar lentamente, y las preocupaciones de la vida cotidiana parecían lejanas, dejándoles sólo el presente y aquella preciosa luna de miel.

Mientras se divertían en el mar, Vivienne se dio cuenta de que algunas personas se hacían selfies y colgaban fotos en las redes sociales. Sintió una mezcla de alivio y gratitud por haber pedido a Anna que no compartiera el viaje públicamente. La privacidad proporcionaba un ambiente más íntimo y relajado, permitiéndoles disfrutar del momento sin el peso de las miradas ajenas.

Tras unas horas en el agua, volvieron a la playa y se tumbaron en las tumbonas, disfrutando del calor del sol sobre sus pieles. Las miradas y sonrisas cómplices entre ellos demostraban lo especial que estaba siendo este viaje.

- Tienes razón, Anna. Es un pecado no hacer fotos para tenerlas de recuerdo. - Vivienne estuvo de acuerdo y sacó la cámara del bolso. - Hagamos algunas fotos, sólo para nosotras.

Anna sonrió entusiasmada y las dos empezaron a fotografiarse mutuamente, registrando sonrisas, risas y jugueteos. Annabelle, que era una fotógrafa de talento, captó momentos espontáneos de Viv, que parecía emanar una luz propia.

El día transcurrió en perfecta armonía. Almorzaron junto al mar, degustando deliciosos platos locales y disfrutando del entorno paradisíaco que ofrecía Mónaco.

Desde el balcón del hotel, Vittorio Gotti contemplaba el mar con un vaso de whisky en la mano junto a Marco, su mejor amigo y socio. Vittorio llevaba una camisa blanca con los botones abiertos, la piel bronceada por el sol y el pelo oscuro cayéndole por la espalda. Su pecho masculino estaba expuesto y cubierto de músculos definidos, y en su pecho izquierdo había un halcón con el ojo de Horus tatuado.

Observaba la playa desde lejos, fijándose en la figura rubia que fotografiaba su amigo, posando provocativamente. Las curvas de la chica llamaron la atención de Vittorio, que no podía dejar de mirarla, sobre todo cuando asomaba su redondo culo. Era alta, delgada, hermosa y su piel clara parecía brillar sobre el azul del mar.

- ¿Quién es ése? - preguntó Marco distraídamente, dando un sorbo a su bebida.

Marco miró hacia la playa, buscando lo que había atraído la atención de Vitto, y pronto encontró a las dos chicas en la playa.

- ¿Cuál de las dos? ¿La rubia o la morena? - preguntó Marco con curiosidad.

- La rubia. - Respondió.

- No tengo ni idea. - Marco respondió. - Pero sé que hoy se han quedado. Deben de estar de vacaciones.

- Pídele a uno de los chicos del hotel que les traiga una invitación. Quiero conocer a esa rubia. - respondió Vitto, sonriendo suavemente a Marco.

Su amigo movió la cabeza negativamente y luego llamó a uno de los chicos del hotel y le entregó dos invitaciones, señalando a las dos chicas de la playa.

Vivienne y Anna volvieron a las tumbonas cuando un camarero del hotel se acercó y se quedó esperando con una bandeja en la mano.

- ¿En qué puedo servirles? - preguntó Vivienne con curiosidad, fijándose en dos invitaciones que había en la bandeja.

- Son para las señoras. - Dijo el chico mientras sonreía. - Me pidieron que los entregara.

Viv la miró con desconfianza mientras Anna se adelantaba y cogía las invitaciones de la bandeja, leyéndolas detenidamente.

- Son invitaciones para una cena en el hotel. Parece ser de una marca de vino llamada Sassicaia. - Anna empezó a hablar, pero Viv la interrumpió.

- Bolgheri. - Y añadió. - Es uno de mis vinos favoritos. - Ella sonrió con suspicacia. - Iremos, gracias.

El chico se marchó y Viv miró a su alrededor para ver quién les había dado aquellas invitaciones. Sentía curiosidad, pero dudaba mucho de que fuera Matt quien les había dado las invitaciones; probablemente seguía en Nueva York y seguramente con la misma mujer con la que estaba cuando ella lo conoció.

Poco después regresaron al hotel y, tras descansar, tanto Viv como Anna comenzaron a prepararse.

Cuando llegaron al salón del hotel donde se celebraba el acto, Vivienne caminaba en silencio junto a Anna, pero era imposible no fijarse en ellas.

Anna llevaba un precioso vestido dorado de lentejuelas con un profundo escote y el pelo recogido.

Pero nada me llamó más la atención que Vivienne.

El vestido de seda roja tenía tirantes finos y un escote en pico que resaltaba sus pequeños pechos. La espalda desnuda dejaba ver sus curvas y la abertura le llegaba hasta las caderas.

Sus finos tacones negros resbalaban suavemente por el suelo y llevaba el pelo rubio recogido en una coleta. Desfilaba con la majestuosidad de una soberana, con un vestido vaporoso que dejaba al descubierto sus hermosas y largas piernas.

Era imposible no fijarse en ella y, sin duda, Vittorio había notado su magnética presencia.

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