Juan Carlos Alvear llegaba a su consultorio siete en punto de la mañana, cumpliría una larga agenda de citas, en el aparador estaba su uniforme, procedió ir a su sala de baño y cambiarse. Ya los pacientes esperaban con sus historias actualizadas, se sentó frente al cómodo escritorio, pero algo llamó su atención, curiosamente sus ojos contemplaron un ramo de girasoles, doce para ser más concretos. Una tarjeta sobresalía, justo en ese instante el paciente ingresaba, por lo que tuvo que iniciar la consulta, sin darle tiempo o espacio a revisar la tarjeta.
Lucila su asistente y enfermera abrió la puerta para que el primer paciente entrara, y así sucesivamente uno a uno fue atendido, una vez terminada su agenda del día, dejó varios detalles ultimados, de allí saldría a su consultorio particular.
Con calma abrió la tarjeta que había tomado en sus manos
“Amor perdóname, Te Amo. Silvia” la dejó de lado, en ese instante Lucila entraba de prisa, para dejarle unos documentos, exámenes para revisión, él con voz suave, le preguntaba la hora de llegada del ramo, y si ella misma lo había recibido.
-La verdad doctor, cuando llegué esta mañana, ya se encontraba aquí, es muy hermoso-. Lucia le esbozó una sonrisa, llevaba siete años trabajando con él en la clínica, y cerca de cuatro en su consultorio particular, la clínica estaba a cinco cuadras de su consultorio particular. Era la única que le conocía bien, por eso en las mañanas no permitía a María preparar el café del doctor, ella prefería realizarlo, sin azúcar y con crema.
-Lucila, quiero pedirte algo, retira las flores, puedes llevártelas a casa-. dijo señalando el jarrón que ahora quedaba frente a ellos, lo había colocado en su escritorio. -No las quiero ver ni un minuto más, no quiero flores de Silvia, lo nuestro esta cancelado…no me mires con esa cara de sorpresa, sé que te has fijado que ya no estamos comprometidos-
Lucila arqueando las cejas, no dijo nada en ese instante, solo procedió a retirarlas, tras cerrar la puerta fue rumbo a la pequeña cocina, mirándolas les aplicó agua con el atomizador, aparte de las flores, venia una cesta de frutos, ni para que preguntarle si podía llevárselos, manzanas verdes, rojas, uvas, ciruelas, y otras frutas exóticas, lo miró una vez más suspirando así que las llevaría a casa, en su salita lucirían muy elegantes, tomó la cesta de las frutas y las guardó, su horario estaba por terminar, iba a casa para tomar el almuerzo, y tres de la tarde al consultorio.
Ordenó a María llevarle el café que ya estaba listo y en su punto.
Había atendido doce pacientes, algunos solo venían por la receta médica, otros a los que revisó puntos, chequeo varios exámenes para las cirugías que se programarían.
Después del café, hizo unas llamadas, y mirando su reloj se encaminó a la cafetería, almorzaría, luego iría a su casa a descansar una hora, para prepararse para los tres pacientes que tenía esa tarde.
Solía almorzar todos los días, a excepción de los viernes porque se reunía con sus amigos en un restaurante por la zona de su casa, era el día con menos pacientes, y un poco más de tiempo libre.
Abriendo la carta del menú, pidió un solomo en salsa negra, ensalada de pepino y lechugas, dos papas a vapor, postre de moras, una copa de agua estaría bien. En ese instante Silvia iba hacia él, con paso sereno, tomó lugar en la silla que estaba vacía, quedando frente a frente.
-Este no es momento de hablar Silvia; no quiero hablar sobre lo que pasó, es mi hora de almorzar, aunque seré cortes, ¿Quieres tomar algo? Lo que quieras…-.
-No, no quiero nada, estoy bien. Estas equivocado, Roberto solo es un amigo; lo que viste no es así, lo interpretaste mal, escúchame-.
-Un abrazo no lo es, en eso tienes toda la razón, pero dejar caer tu vestido a media espalda, besos, y caricias, creo que va más allá de alguien que solo es amigo como tú dices…suelo abrazar las personas, la diferencia es que no las beso y les acaricio-. Puntualizó.
-Un abrazo nada más que eso, y ya te expliqué que lo del vestido fue un accidente que tuve, lo conozco desde que éramos chicos-.
- ¡Oh! Perdón, parece que vi he interpreté mal, sé muy bien lo que vi, este tema está cerrado, olvidado, lo nuestro quedo hasta aquí. No te guardo rencor Silvia-. Le dijo él levantándose para marcharse, hizo ademán al camarero para que recibiera el dinero-. Ella se irguió y le asió de la mano, -Juan Carlos…yo quiero seguir contigo-.
-El detalle es que yo no; estoy seguro de que Roberto te hará muy feliz…nuestra confianza se quebró, y no hay nada que hacer-.
-Lo siento mucho, pero quiero pedirte que me des una oportunidad, íbamos a casarnos-. La voz de Silvia sonó apagada.
-Lo dijiste bien, íbamos a casarnos, tiempo pasado, no presente, y
no lo lamentes, fue lo mejor, está todo bien…sin rencores-. Dijo mientras le apretaba la mano, y con delicadeza la soltó, un pequeño dolor se expandió por su corazón en lo profundo, pero era un capítulo para cerrar.
Fue directo al estacionamiento, dormiría una hora, esa noche haría guardia, así que quería estar tranquilo y sin pensamientos.
Ani Villanova buscaba en su bolsillo las ultimas monedas que le quedaban, atravesó la plaza hacia el banco a cobrar la pensión que su padre depositaba para su abuela. Ani había regresado de Italia tan solo meses atrás, se había marchado a estudiar cocina, al poco tiempo de ella estar allí, su abuela había sido diagnosticada con un cáncer terminal, había retornado a España por pedido de su padre, serían tan solo unos meses, mientras el vendía su casa en Barcelona, se mudaría a Cadaqués con María, su pareja de dos años, después de su viudez, había estado solo largo tiempo, estaba bien que pensara en rehacer su vida.
El abuelo le había dejado una linda y agradable casa en Cadaqués a la abuela, era un lugar encantador, la propiedad tenía dos plantas, ventanales amplios, un hermoso jardín de entrada que le hacía acogedor.
Si bien la abuela no necesitaba grandes cantidades de dinero, su padre le enviaba una pensión a la abuela, quería que ella pagase un hogar y viviera bien. Aunque la abuela quería estar en casa, allí quería pasar sus últimos días, no se veía fuera de su casa.
Del abuelo le había quedado su pequeña pensión que era una ayuda para ella, sus abuelos, eran dos hermosas personas, era un pesar que el abuelo se hubiera fallecido, un ataque al corazón fulminante. Tres años habían pasado de aquel incidente.
Sus pensamientos le habían hecho recordar muchas cosas, iba a pie esa mañana por la plaza, no llevaba prisa alguna, casi que quería ese día tomarse un buen par de horas, después de cobrarle a su abuela el envío de su padre, ella se iría a tomar algo al café de su amiga Emilia, era su única persona de confianza, eran amigas de muchos años atrás.
Al llegar a la oficina de giros, se aprestó a mostrar los documentos, el hombrecillo frente a la caja le solicitó, llenar los datos, mientras verificaba en el sistema, al cabo de varios minutos, le daba el recibo el cual firmó, el hombrecillo le deseo un feliz día, entregándole el dinero, el cual recibió dando las gracias.
Ani miró su billetera, guardando lo de la abuela, revisó lo que ella tenía, le alcanzaría para una semana, se las arreglaría, debía hacer las compras de casa, siempre solía gastar lo necesario, aunque la abuela le insistía no gastar en nada, no era necesario, ella prefería también ayudarle. Había trabajado en la pastelería de Ramón alrededor de diez años, siempre meticulosa con sus ahorros, igualmente su madre le había dado a ella y sus dos hermanos un dinero, ella día antes de fallecer, había realizado la venta de una casa que tenia de soltera, y lo dejó para cada uno de sus hijos.
Ani la menor de todos, Henry y Naomi la mayor, era la médica de la familia, su hermano un ingeniero, y ella, quien se había inclinado por la repostería y la cocina.
Entrando en el café tomo la silla junto a la barra, se quedó pensativa sobre que pedir.
-Hola, que tiempos que no te veo guapa-
-Pues ya sabrás, lo mismo de siempre, Naomi me ha llevado los chicos, tareas que nunca falta que deje, como si yo fuera su hija-.
-Tienes que revelarte, es que te tiene como si fueras la criada, que abusiva, la verdad es que no la soporto-. Emilia le traía su helado de copa, colocando la galletita que siempre le pedía.
-Espero que te hagas un lugar, y vayas a casa, a cenar un día de estos, te espero-
-Pero… que es eso que vienes y ya te vas-. Emilia la tomó de la mano, - ¿Cuál es tu prisa ahora? –
-Cena, ya sabes que Naomi es amante de inventar cenas familiares, apenas si es jueves, así que pues nada, debo irme-. Se despidieron con efusividad, y con la clara idea que tomarse algo el fin de semana.
Esa noche sus hermanos estarían en casa por pedido de Naomi, quien nada menos y nada más se había dado la tarea de inventar una de sus cenas, seguro que le saldría con alguna visita inoportuna, ese siempre era el broche final de su querida hermana. Le había enviado a Lucas y Martin sus sobrinos sin avisarle, como siempre lo hacía, eran dos chicos traviesos de ocho y cinco años. Siempre lo hacía, todo a última hora y sin aviso previo. Henry por lo menos era algo más considerado, aunque no tanto así Luisa su mujer que enviaba a su sobrina Zarina todas las tardes después de clases, por lo general le pasaban a buscar entre ocho o más tardar nueve de la noche, Zarina era una dulce chica, aunque tenía once años, le daba una mano en el jardín, y con algunas cosas de la pastelería, Ani hacia varias cosas para Emilia su amiga, y otros dos cafés, uno que otro fin de semana viajaba a Barcelona y trabajaba donde Paolo el fin de semana. Cada vez que se reunían a cenar era una verdadera guarderí
Juan Carlos llegó a urgencias una hora antes de lo previsto, quería revisar varios exámenes que tenía pendientes, había logrado cambiar el turno con una colega.De las seis horas asignadas, solo estaría dos horas y medias, adelantaría unos informes, revisaría varios exámenes, uno de los sobres captó toda su atención, era el sobre con los resultados de Nora, una afable mujer, a quien después de unos chequeos le había enviado a practicar varios exámenes, el temía lo peor. Allí estaba en la sala de urgencias, nuevamente afectada, tendría que internarla pues al ver los resultados comprendió que el tumor era fulminante.Le embargó un sentimiento de tristeza, Nora no solo era su paciente, era su amiga, su cariño y aprecio por sus pacientes, le hacían esforzarse cada día más en su profesión.Su tarea consistía en salvar vidas, esta vez no podía hacer nada. No tenía palabras esta ocasión, El tumor había avanzado mucho, el tiempo que le quedaba estaba acortándose, tendría que notificar a su es
Henry intervino en la conversación, pidiendo a su hermana que le colocase varios rollitos de queso y jamón, en ese momento los chicos llegaron, todos comenzaron a tomar sus puestos, sirviendo el vino, las copas de agua. En ese momento sonó el timbre y Naomi en pie, hizo gesto de aplauso mirando por la ventana, a paso rápido abrió la puerta, se escucharon voces en la salita, el hombre en cuestión se disculpaba por los quince minutos retrasado, pedía disculpas una y otra vez. Entraron en el amplio salón, Naomi presentó a su familia, la de su hermano, la abuela, todos le dieron una cordial bienvenida, dando las gracias se unió a todos en la mesa. -Disculpen mi tardanza cosas de última hora que no se pueden posponer, los gajes del oficio-. -No te preocupes, esta cena será inolvidable-. afirmó Naomi mientras sonreía con júbilo. -No se diga nada más, estábamos por cenar, todo está delicioso-. Dijo Frank, a la par que echaba manos de los rollos de queso, y le pasaba al invitado. La abu
Aunque no era un cocinero estrella, cocinaba de tanto en tanto. Le encantaba tomar el café de la mañana allí mirando el mar, haciendo una caminata, saliendo a trotar con Teo, admirando desde un rocoso paso que había toda la extensión de colores, podía pasar horas, lo disfrutaba. -Amigo ven aquí, ¿Quieres otra galleta? -. Teo ladró fuertemente moviendo su cola. -Conocí alguien esta noche, sé que te va a gustar mi amigo, vamos a descansar, mañana será otro día-. Apagando las luces del interior, entró a su habitación, Teo gustaba de dormir junto al balcón de la habitación, allí tenía una cómoda almohada super grande en la cual el gustaba de dormir, era tibia y suave, en pocos minutos ya estaba dormido plácidamente, Juan Carlos después de un baño, se hundió en sus cobijas, por más que daba vueltas el sueño no acudía. Cada momento de aquella escena en casa de Naomi la tenía grabada, los ojos profundos de Ani, su perfume tenue pero exquisito, respiró hondo convenciéndose a sí mismo que
Le hacía reírse cuando ella asumía esa posición distinguida para darle su opinión, si ella fuera la directora de cocina, serían los almuerzos y las cenas muy distintos, ambos reían a carcajadas, tenía sentido del humor y eso le encantaba.- ¿Qué harás mañana doctor?-Mañana tengo turno ocho y treinta, hasta tres de la tarde, tengo unas cirugías en la mañana, una es delicada, las otras son ambulatorias, luego de eso, estaré libre después de tres, claro que me gustaría que me digas Juan Carlos, el título de doctor me hace sentir algo incómodo igual no estamos en consulta médica- ¿O sí? -.-No, tienes razón en cuanto a que no es una consulta, es por respeto. Pero si prefieres te llamaré por tu nombre-.Él la condujo de la mano al amplio sofá, se sentaron allí los dos, y poco a poco el sueño se ocupó de ellos. Mientras ella le contaba cómo había quemado su primer fallido pastel de moras, y él recordaba su primera consulta. Sus ojos se cerraron y el sueño hizo lo suyo, dejarles soñar plác
Juan Carlos escuchaba cada palabra de Naomi atentamente, no escuchó decir lo muy agradecida que estaba, su hermana le daba una mano con sus hijos, parecía no notarlo.-La verdad es que Ani es la única que no tiene una profesión absorbente…ni modo debe dedicarse a la abuela, es lo menos que puede hacer-.Ahora le parecía tan desacertado lo que Naomi decía, y a la vez egoísta, una enfermera interrumpió para decirle a Juan Carlos que en cuarenta minutos estaría todo listo para quirófano. Dio las gracias por el anuncio, era lo que esperaba que le comunicaran, se levantó y sirvió dos tazas de café, ofreciendo otra a Naomi, quien después de recibir una llamada había cortado el tema, él hubiese querido decirle varias cosas de Ani, pero ella no era su Ani, solo amigos, así que tendría que decir algo diplomático.-Quizás tu hermana tenga muchos sueños, en fin, no todo tiene que asociarse a que se case, puede ser que desee, como tú dices viajar, estudiar en otro lugar, al final lo que te apasio
Ani secaba la loza e iba acomodando todo a su lugar, el horno emanaba el olor a vainilla y piña, el postre estaría en su punto, tomando una pequeña pinza que solía usar, hizo un gesto de placer y admiración, la receta le había quedado en su punto. Su teléfono repicaba con insistencia, ante lo cual su ceño se fruncía, Naomi en línea, ¿Qué le pediría esta vez?... Secó sus manos tomando la toalla que tenía sobre el amplio mesón, segundos después, atendió la llamada.-Ani…querida imagino que no tendrás mucho por hacer, así que quiero pedirte que vayas a la escuela de Ithan, tiene música hoy en la tarde, será imposible que pase por casa de la abuela…así que pasa tú, y llévalo a casa--Tengo una cita- Ani se quedó así misma asombrada. Por primera vez se atrevía a cancelar un plan de su hermana, para darse un cierto aire de valentía, una cita…muy bien--Debe ser alguna tontería, no sé, Pascual te invitó a comer galletitas de coco, o ajonjolí- Naomi firmaba un documento en aquel momento.-Muc
Ani se quedó por un instante algo distraída, la pregunta le había hecho cuestionarse, así fueran unos segundos.-Si, aunque si me dijeras que me gustaría cambiar, te cuento que-.- ¿Qué me dirías? ¿Qué cosas te gustaría hacer? -Él se quedó mirándola con calma, ella posó su rostro sobre sus manos, se quedó mirándole unos segundos, agitando sus brazos exclamó.- ¡Creo que en ocasiones es egoísta! Podría darme la mano, en cuanto al cuidado de la abuela, no digo que desatienda su hogar, eso lo puedo comprender, tener un hogar e hijos te da menos tiempo para ayudar al otro, supongo-Pero te suele traer más trabajo del que ya tienes-.-Como ella bien lo dice, soy solterona y es mi deber- Ani mirando de frente al sol cerró sus ojos.-Entiendo, pero estoy seguro de que habrá sueños en esa cabecita- Le asió sus cabellos, ahora se acercaba más a ella, lo que le puso algo nerviosa.-Te gustará mi torta de esta tarde, vamos pruébala ¿Qué te parece? Esta exquisita...Oh…espero que te guste...Yo mis