Capítulo 40
En un espacio reducido, el dolor ardiente en su rostro hizo que haya un silencio total. Ante esta situación Álvaro se quedó inmovilizado, observaba a Delicia, cuya cabeza estaba girada hacia un lado, y luego a su propia mano, con las pupilas contraídas por la tensión. Ante esta situación, ambos respiraban agitadamente.

Después de un largo momento, Delicia finalmente miró a Álvaro. La ironía se reflejaba en su sonrisa. —¡Ah! ¿Me golpeas por esa mujer? — apenas podía oír su propia voz, era más un cuestionamiento instintivo. Álvaro la había golpeado por otra mujer.

Antes, Delicia solo sentía decepción y desilusión hacia él, pero ahora, su corazón estaba completamente muerto hacia ese hombre. Se dice que dejar ir es un instante; lo mismo ocurre con la muerte del corazón. En ese momento, su corazón hacia Álvaro... estaba completamente muerto.

Álvaro, volviendo en sí, miraba la mitad de su rostro marcado por la rojez con forma de su puño y, tembloroso, extendía su mano hacia ella, su voz igu
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