Hoy decidimos desayunar en el restaurante del hotel, ya que anoche Darius me dijo que alistara todo porque tenía una sorpresa para mí y saldríamos temprano.—¿A dónde iremos? Pensé que nos quedaríamos tres días aquí —pregunto curiosa.—Sé que te prometí eso, pero pensé que te gustaría visitar otras ciudades de Italia —sonríe.—Claro que me encantaría. Dime, ¿a dónde vamos?—Vamos a Milán y luego veremos qué otra ciudad visitaremos. ¿Te parece? —Asiento feliz.—Bien, terminamos y nos vamos. Nos espera un vuelo de una hora y media.Después de terminar de comer, recogimos nuestras maletas y salimos en la camioneta rumbo al aeropuerto, donde nos esperaba el jet privado de los Evans. El vuelo duró una hora y cuarenta minutos debido a algunos problemas, pero finalmente llegamos a Milán, donde una camioneta con chófer nos llevó al hotel donde nos hospedaríamos.—¡Dios! Es hermoso —digo, observando toda la habitación—. Te encanta todo lo que tenga lujo, ¿cierto?—Todo lo mejor para mi esposa.
Han pasado tres días desde nuestra estadía en Milán.Todo ha sido maravilloso. Visitamos Roma, Verona y Venecia. Ha sido todo magnífico: la compañía de Darius, sus detalles... He disfrutado todo al máximo, y sin duda alguna, me estoy enamorando de este hombre.Nos encontramos en nuestro último destino, ya que en dos días termina nuestra luna de miel y toca regresar a nuestra vida diaria. Extraño mucho a Alanys y a Abbey. Esta última ha desarrollado una amistad muy especial con nosotras, lo cual me encanta, y muero por verlas.Termino de acomodarme las ligas, junto con las medias, y me pongo los zapatos altos. Me miro en el espejo para asegurarme de que todo esté en su lugar, perfectamente.—¿Te piensas quedar ahí parado viéndome? —le digo a Darius, que sonríe recostado en el umbral de la puerta.—Sí, la vista es hermosa —responde, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras se acerca a mí, quedando justo detrás.—Te ves muy sexy, nena —me susurra al oído—. Si no fuera
Aquella mujer observaba a Darius de una forma que no me daba buena espina.Darius se levanta de su asiento y la abraza efusivamente, permaneciendo en esa postura demasiado tiempo para mi gusto.Victoria, quien acababa de llegar a la mesa, miraba a la recién llegada con rabia, mientras Adelia sonreía tan abiertamente que eso terminó de darme mala espina.—Catalina, ¡qué alegría verte aquí! —dijo Adelia, sonriendo de forma natural que me impresionó—. Y más en estos momentos.Sabía a qué se refería.—Igualmente, abuelita —responde Catalina, acercándose a saludarla y luego girándose hacia Darius—. Te extrañé mucho, Dari. Nos tenías tan abandonadas —le reprocha,con un tono que me incómoda.—El trabajo en la empresa me ha mantenido ocupado —dice él, haciéndole un lado la silla para ayudarla a sentarse—. Pero sacaré tiempo para visitarlas.Al parecer, Darius se había olvidado de mi existencia. La mujer me mira con una sonrisa falsa.—¿Y tú quién eres? —pregunta, mirando al igual que la abuel
Me desperté mucho más temprano que todos en la casa; la única que se encontraba despierta antes de marcharme era Victoria.Estaba de acuerdo conmigo; me dijo que tuviera mucha paciencia con lo que se venía, y la verdad, no sé si pueda. Decidí ir a ver a las chicas y conversar con ellas antes de regresar al departamento de Darius.El chófer de Victoria me lleva al departamento, y después de media hora llegamos. Él me ayuda a subir mis maletas y se marcha de vuelta a la mansión.Saco las llaves del apartamento de mi bolso, abro la puerta y entro junto a mis maletas, cerrando la puerta detrás de mí. El lugar luce igual que cuando me fui; ya extrañaba estar aquí. Dejo las llaves en la mesita de entrada y camino hacia el cuarto de Alanys, donde está Abbey, dormida junto a ella. Cierro la puerta con cuidado, me giro para entrar a la mía, dejo mis maletas, me cambio por algo más cómodo y me voy a la cocina a preparar el desayuno.Saco frutas de la nevera, algo de tocino y huevos. Empiezo a
Para mi mala suerte, su voz reflejaba lo enfurecido que estaba. Me giro y lo veo en el marco de la puerta, totalmente serio.Solo esperaba que Darius hubiera presenciado toda la pelea y no solo la última parte.—Ella me golpeó, Darius. Te juro que yo no le hice nada —grita, levantándose del piso y corriendo hacia Darius.Aprieto mis puños de enojo. Catalina trataba de hacerse la víctima y dejarme a mí como la villana. Darius la abraza y la consuela; ahí fue donde supe que todo intento de explicarle lo que pasó sería en vano.—Darius, puedo explicarte qué pasó —digo, tratando de calmar mi enojo.—¿Cómo pudiste hacerle esto a Catalina? Por Dios, Trisha, ¡te has vuelto loca! —dice, enfurecido.—¡Resulta que ahora soy yo la mala de este cuento! ¡Por Dios, Darius!—Claro que lo eres. Siempre lo has sido. Te juro que todo este tiempo traté de llevarme bien con ella, pero no pude; siempre me trató así —Catalina llora y, vaya, que está haciendo su papel de víctima muy bien.—Eso es mentira, d
—Contigo quería hablar, Darius —dijo Abbey al entrar en mi despacho sin tocar, furiosa.—¿En qué diablos estabas pensando al jugar así con Trisha? ¡Eres un estúpido! Y no solo eso, sino que también la engañas con esa idiota de Dayana y la zorra de Catalina.—¿Te puedes calmar, Abbey? ¡Yo no engañé a Trisha! —exclamé, frustrado—. Por Dios, la amo. Nadie me deja explicar cómo sucedieron las cosas.Golpeé mi escritorio y me levanté de un salto.—Está bien. Explícame entonces cómo sucedieron las cosas, Darius —respondió, cruzándose de brazos frente a mí.Frustrado por toda la situación, caminé hacia el mini bar y me serví un vaso de whisky, tragándomelo de un solo golpe.—Trisha se casó conmigo por un contrato —solté de golpe, mientras Abbey me miraba como si estuviera loco.—¿De qué hablas, Darius? —hizo un gesto de confusión.—Como saben, Trisha era mi asistente. Cuando papá me habló de la absurda cláusula que dejó mi abuelo para cobrar la herencia, no sabía qué hacer. Sabía que no quer
Cuelgo la llamada sin darle tiempo a que me responda. Me duele mentirle a ella y a Alanys, pero no quiero que nadie sepa dónde estoy, porque Darius podría enterarse y no quiero verlo. No sé si pueda perdonarlo.Busco mi maleta, la arrastro a mi lado y me dirijo hacia una de las dos habitaciones. Elijo la última. Al entrar, me doy cuenta de que es del mismo tamaño que la que tenía en mi antiguo departamento. Dejo mi maleta en una esquina y me siento en la cama.Siento una lágrima resbalar por mi mejilla; no sé en qué momento empecé a llorar. Me limpio las lágrimas, me levanto, agarro mi maleta y la pongo sobre la cama. La abro y empiezo a organizar mis cosas. Cuando acomodo mi ropa y los pocos zapatos que traje, me quedo mirando un libro que me encantaba leer.Al abrirlo, una foto cae al suelo. La levanto y, al darle la vuelta, veo la imagen que nos tomamos en nuestra luna de miel en la catedral de Milán. Era la foto que más me gustaba y la había guardado para recordarla siempre mient
El trabajo me estaba consumiendo, sentía que poco a poco me estaba volviendo loco. Han pasado más de seis años desde que Trisha se fue de mi vida, y desde entonces, nada ha sido lo mismo.Intenté encontrarla, pero cada esfuerzo fue en vano. Nunca logré saber dónde estaba. Tal vez ya había rehecho su vida con alguien más. Sin embargo, seguimos casados, al menos legalmente, porque nunca recibí una demanda de divorcio de su parte.Les conté todo a mis padres, y ellos me apoyaron. Abbey, al principio, se enfadó conmigo, pero después de escuchar mi historia, terminó por perdonarme. Estoy casi seguro de que tanto ella como Alanys saben dónde está Trisha, pero insisten en que no tienen idea. No les creo. Son sus mejores amigas, deben saber algo.Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.—Lamento interrumpir, señor Evans, pero tenemos la reunión con los nuevos inversionistas esta tarde, y ya es hora de partir hacia el aeropuerto —dijo mi secretaria, Rodríguez, asomándose por la