JoaquínCamila frunció el ceño, y tomó el papel confundida.Antes de que pudiera leerlo, Nathan soltó un comentario que hizo que Ramiro temblrara.—A menos que tú seas el CEO, —hizo un gesto con las manos, mirando a Ramiro con una expresión de burla, —estas flores no las mandaste tú.Me sentí aliviado de que él hubiera encontrado la nota, y se la restregara en la cara. El chico era astuto, eso era seguro, y no le tenía miedo a nadie.Ramiro se puso rojo, y miró con irritación a Nathan.Pero lo que más me llamó la atención fue la mirada protectora de ese pequeño hacia su tía. El chico no confiaba en nadie que se acercara a Camila, ni en Ramiro, ni en el CEO (aunque él no sabía que ambos éramos la misma persona).Camila leyó la nota en silencio, y vi cómo su expresión cambiaba de sorpresa a algo parecido al alivio. Miró las flores y luego a Ramiro, que ahora parecía estar buscando una salida.—Oh, entonces... no fuiste tú, —dijo con una pequeña sonrisa de satisfacción, dejando el papel
Joaquín—No sé si debería estar impresionado o asustado —admití finalmente, soltando una risa nerviosa. —Pero, si sabes esto, también sabes que es un secreto importante.Él me miró con una sonrisa astuta, cruzando los brazos sobre su pecho.—Lo sé, —dijo. —Y no me importa mantener el secreto... siempre y cuando cumplas algunas condiciones.Me eché a reír, inclinándome hacia adelante.—¿Estás intentando chantajearme, Nathan? —pregunté, aunque la idea me resultaba más divertida que irritante.—Prefiero llamarlo un acuerdo —respondió él, con la seriedad de un adulto negociando un contrato. —Quiero que consigas un auto para mi tía, hasta que arreglen el suyo. No quiero que siga tomando taxis.Asentí, sabiendo que no podía negarme a eso.—Hecho, —respondí. —¿Algo más?Una sonrisa gigante se plantó en su rostro, como si acabara de ganar una partida de ajedrez.—Una consola de videojuegos nueva también estaría bien —dijo, encogiéndose de hombros.—Así que, —dije, mirándolo con una sonrisa, —
CamilaEstaba guardando mis cosas en el bolso, desesperada por salir después de un día largo y agotador.Justo cuando estaba por ponerme de pie, la puerta de la oficina de Felipe se abrió y lo vi asomar la cabeza, con una sonrisa en los labios cuando me vio.—Camila, ¿tienes un minuto? —preguntó, haciendo un gesto para que me acercara.Suspiré, pensando en que era posible que ya no fuera a salir temprano, pero asentí y caminé hacia su oficina. Nathan estaba a mi lado, mirando con curiosidad.—Quédate aquí, ya vengo.Entré en su oficina, él estaba apoyado contra su escritorio, con la expresión relajada que siempre mostraba.—¿Qué ocurre? —pregunté, cruzándome de brazos, intentando leerlo.Él sonrió, estirando la mano hacia el cajón de su escritorio. Sacó un pequeño llavero y me lo lanzó. Lo atrapé al vuelo, pero al ver las llaves en mi mano, fruncí el ceño.—¿Y esto? —pregunté, levantando una ceja.—Son las llaves del auto que te prestaremos hasta que arreglen el tuyo, —dijo él con una
Camila—No es que no me guste la idea del auto nuevo, —dijo—. Pero... me gusta más cuando él está con nosotros.Solté un suspiro triste, sacudiendo la cabeza, mientras Nathan se levantaba del sofá y se acercaba a nosotras.—Sí, tía, —dijo Nathan, con ese tono medio burlón, medio sincero—. Joaquín es mucho más divertido que tú. Y además, parece que a ti también te gusta mucho estar con él.Me quedé congelada, sintiendo el calor subiendo a mis mejillas. Me separé un poco de Amy, que ahora me miraba con una sonrisa cómplice.—No es lo que piensas, Nathan, —dije, tratando de sonar despreocupada.Nathan rodó los ojos, cruzándose de brazos.—Sí, claro, —respondió con un tono sarcástico—. Te he visto, tía. Los dos están más felices cuando están juntos. Y, por si no te diste cuenta, Amy y yo también.Sentí un cosquilleo en el estómago, mis sobrinos no solo habían aceptado a Joaquín, sino que estaban pidiéndome que lo incluyera en nuestras vidas.—Está bien, Sherlocks, —dije, levantando las ma
Camila El calor subió por mi cuello hasta mis mejillas, y me mordí el labio mientras apartaba la mirada, intentando enfocarme en el secado de los platos.—Tal vez tengas razón, —dije, con una sonrisa traviesa—. No quiero que piensen que estoy dándote clases de cómo secar platos.Joaquín dejó el plato que estaba lavando y se giró hacia mí, con una expresión de pura diversión. Se acercó un paso, y sentí cómo el aire entre nosotros se volvía denso, cargado de algo más que simple coqueteo.—¿De verdad crees que necesito clases? —susurró, levantando una mano para acariciar mi mejilla.Tragué saliva, y apenas logré asentir.—Creo que te vendría bien una demostración —dije en tono provocador, sintiendo cómo mi voz temblaba un poco.En un segundo, Joaquín estaba sobre mí, empujándome suavemente contra la encimera, con sus manos firmes en mi cintura. Su cuerpo se apretó contra el mío, y sentí su aliento caliente en mi cuello antes de que sus labios rozaran mi piel.—Eres tan tentadora, —murmu
Joaquín Me quité la camisa con calma, disfrutando del peso de su mirada sobre mí. El aire fresco de la habitación acarició mi piel desnuda, y supe que Camila estaba siguiendo cada movimiento, aunque intentara disimularlo.Comencé a deslizarme fuera de mis pantalones, quedándome solo en bóxers, y cuando me giré para enfrentarla, vi cómo sus ojos se movían lentamente por mi torso, recorriendo los músculos de mi abdomen. Sus labios se entreabrieron un poco, y escuché que murmuró algo, casi inaudible, pero lo suficiente para arrancarme una sonrisa.—Santa mierda, —susurró ella, con los ojos bien abiertos—. El viejito está como quiere...Solté una carcajada, sorprendido por su comentario. Me incliné un poco hacia ella, apoyándome con las manos en la cama, acercándome lo suficiente como para que nuestros rostros quedaran a pocos centímetros.—¿Viejito? —dije, alzando una ceja y mostrando una sonrisa traviesa—. ¿Quieres comprobar qué tan "viejito" estoy?Ella se mordió el labio, y pensé q
Joaquín El sudor formaba una fina capa sobre nuestros cuerpos, y cada movimiento que hacía sobre mí me dejaba sin aliento. Mi mano se deslizó por su cintura, apretandola mientras me movía dentro y fuera de ella.Nos movíamos con tal sincronía, que parecía que habíamos hecho esto ciento de veces.—Eres hermosa, —murmuré, mi voz ronca y entrecortada.Ella se inclinó hacia mí, apoyando sus manos en mi pecho, besándome con lentitud. Mis dedos se apretaron en sus caderas, guiándola por un momento antes de que ella retomara el control.Camila tiró la cabeza hacia atrás, dejando que su cabello cayera a su espalda, regalándome una vista de su espectacular cuerpo. Su cuello expuesto era irresistible, y no pude evitar inclinarme hacia adelante, para besar su garganta, sintiendo el pulso rápido bajo mis labios.Me senté, manteniéndola sobre mí, acariciando su espalda, bajando una de mis manos rodeando sus caderas, mientras subía la otra por su espalda, aferrándome a su hombro. —No pares, —dije
Joaquín —Yo tampoco, pero es real, —susurró ella, sonriendo contra mis labios—. Y es increíble.Humedecí mi miembrø en su entrada, jugueteando un poco antes de hundirme con lentitud. Me incliné hacia atrás, apoyándome en mis manos para verme completamente clavado en su centro . Camila siguió mi mirada, mordiendo su labio inferior.—¡Ya muévete por Dios! —jadeo impaciente, alzando las caderas para enfatizar su pedido.Sonreí, orgulloso y arrogante de tenerla bajo mi cuerpo, suplicando por más. Comencé a balancear mis caderas con movimientos lentos y precisos, haciéndola arquearse hacia arriba. Justo cuando estaba por perder el control y darle más duro, escuchamos un golpe fuerte en la puerta de la habitación.—¡Tía! —se escuchó la voz de Nathan—. ¿Estás despierta? ¡Amy y yo tenemos hambre!Nos separamos de golpe, pero me moví demasiado rápido, y en ese instante sentí un pinchazo agudo en mi espalda baja, como si me hubieran apuñalado. El dolor recorrió todo mi costado derecho, hacié