El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con matices dorados y anaranjados. Jael y Maximiliano cabalgaban en silencio por un sendero de tierra que serpenteaba entre los campos, donde el aroma a hierba fresca y flores silvestres llenaba el aire.El sonido de los cascos de los caballos resonaba suavemente, como un eco distante de pensamientos profundos y decisiones inminentes.—Mira, Jael, este es el lugar donde Dylan perdio la cabeza y me imagino que no solo por ella, sino tambien por toda esta belleza natural Jael se detuvo, observando el entorno con admiración. Sin embargo, su mente no podía dejar de pensar en la inminente decisión de su amigo. La sombra de la venganza se cernía sobre ellos como una nube oscura, y la alegría del pasado se desvanecía en su pecho.—Max, ¿estás seguro de que esto es lo que quieres? —preguntó, su voz cargada de preocupación—. Casarte solo para llevar a cabo esa… venganza. No quiero que te conviertas en lo que tanto odias.Max se gi
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Savannah estaba sentada en la vieja mecedora del porche, observando el paisaje que había sido su hogar toda la vida. Su madre, Jennie, salió de la casa con una taza de café humeante en las manos, y se sentó a su lado, en una silla desgastada por el tiempo.—Savannah —comenzó Jennie, con la voz un poco temblorosa—. He estado pensando en todo lo que está pasando entre y Maximiliano tú.Savannah la miró, sus ojos llenos de determinación.—Mamá, no estoy deslumbrada. Estoy enamorada de Max. Es diferente, lo sientes, ¿verdad?, sé que estás preocupada, que te angustia mi futuro y lo que pueda sucederme, pero te aseguro que todo estará bien, mamá. Jennie soltó un suspiro profundo, dejando que el aire pesado de sus preocupaciones llenara el espacio entre ellas.—Lo sé, mi vida. Pero dejar el rancho para mudarte a la ciudad… eso puede ser muy difícil. No quiero que te lastimen. No puedo soportar l
El sol brillaba intensamente en el cielo, derramando su luz dorada sobre el pequeño jardín donde se celebraría la boda civil de Savannah y Maximiliano. Las flores estaban dispuestas con esmero, y el aroma de las rosas se mezclaba con el suave murmullo del viento.Era el gran día, el momento que habían estado esperando.La tía Ann, siempre enérgica, no dejaba de comentar lo hermosa que lucía Savannah.¡Eres una visión, querida! Tu padre estaría tan orgulloso de ti.decía mientras secaba una lágrima de alegría. Savannah sonrió, pero en el fondo, una sombra de preocupación se cernía sobre su corazón. No era solo el amor lo que la unía a Maximiliano; había un pasado oscuro que parecía entrelazarse con su futuro. Su futuro con Max, su pasado sin su padre. Felicidad y tristeza juntos.Maximiliano, por su parte, esperaba en el altar, sus pensamientos eran un torbellino. La venganza latía en su pecho con una fuerza casi palpable. Había llegado a este momento decidido a honrar la memoria de s
La luna llena brillaba con fuerza sobre el Rancho Brown, iluminando el paisaje con un resplandor plateado. Las estrellas titilaban en el cielo, como si estuvieran celebrando la unión de Savannah y Maximiliano. La noche era cálida, y una suave brisa acariciaba los campos de hierba dorada, llenando el aire con el suave murmullo de la naturaleza... todos los invitados se habian marchado ya, dejando el rancho sumido en silencioSavannah se encontraba en su habitación, un espacio decorado con flores silvestres y tonos cálidos que reflejaban su personalidad vibrante. Vestía un delicado vestido de encaje blanco que se ceñía a su figura, realzando su belleza. Mientras tanto, en el pasillo, Maximiliano se preparaba. Su mirada, tan intensa como el fuego, se perdía en la distancia. Aunque había llegado al altar con un objetivo muy claro, en su interior había algo que lo ataba a Savannah. La forma en que su risa iluminaba la habitación, el brillo en sus ojos, todo en ella lo llamaba. Sin embargo
Savannah miraba a su alrededor admirando todo a su paso mientras el auto se deslizaba por la entrada de gravilla. La imponente mansión que se alzaba ante ella era un espectáculo impresionante; sus grandes ventanales reflejaban el sol, y los jardines perfectamente cuidados parecían sacados de un cuento de hadas. Cada detalle de la casa emanaba lujo y sofisticación, algo que la dejaba sin palabras, nunca se imaginó que Max pudiese tener una vivienda así, aunque debió imaginarlo cuando él le dijo que era un importante heredero.—Es muy hermosa, Max —murmuró, girándose hacia él, esperando captar alguna señal de orgullo en su rostro. Pero él permaneció en silencio, con una expresión distante que la desconcertó.Quizás esté cansado por el viaje, pensó, tratando de calmar su curiosidad.Al entrar, fueron recibidos por Susana, una de las empleadas de la casa. La mujer, con una sonrisa amable, se acercó a ellos.—Bienvenido a casa, señor, es bueno verlo después de tanto tiempo.—Gracias Susana
Maximiliano despidió a Jael despues de decirle;—Muchas gracias hermano. Gracias por haber ido hasta el rancho para mi boda y parallevar los documentos, auque sé que no estás de acuerdo con lo que estoy haciendo, agradezco tu incondicionalidad. —Aunque sinceramente no sé hasta donde puedo llegar con ésto Max, siento que te estas equivocando, peor aún siento que ambos terminarán sufriendo como nunca.—El sufrimiento ya es parte de mi, hermano— Jael suspiró con frustración y se marchó. Max hubiese querido ir directamente hasta la habitación, estaba agotado, lo único que quería era descansar. Se encontró con Martha quien le sonrió y le dio la bienvenida— Martha, te voy a encomendar una tarea a la que no puedes fallar. —Si, señor.—En cuanto mi madre, mi prima y mi tía lleguen, envialas a mi despacho, estaré revisado algunos documentos. No importa si llegan solas, o todas juntas, envialas a mi despacho de inmediato.—Claro que si, señor.Maximiliano se dirigió al despacho y suspirando s
La tía Maggi junto a Ivy, atravesaron el umbral de la puerta del estudio, ambas mujeres se veían feliz de verlo, lo abrazaron mientras le daban la bienvenida una y otra vez. Max, presionó con fuerza a Ivy, estrechándola fuertemente contra su pecho, la pequeña Ivy era más que su prima, era su pequeña hermana y despertaba en él una ternura que muy veces sentía hacia otro ser humano. —¡Estoy tan feliz de que hayas vuelto a casa!— dijo Ivy abrazándolo con fuerza. —¡Espero que sigas tan feliz cuando les cuente todo lo que tengo que decir, así que será mejor que nos sentemos todos!— los labios de Violet estaban firmemente apretados en una linea recta, dejándo en evidencia que estaba molesta e inconforme.—¿A qué te refieres, sobrino?— preguntó la tía Maggi, desde la muerte de Dylan, ella parecía triste, apagada, como si hubiese perdido el brillo que la felicidad otorga, ahora, sus ojos aunque bonitos, carentes de alegría o emoción, una mirada vacía.—Siéntense y les pido que tengan pacien
—¡Oh, hijo, al fin respondes el teléfono!— Maximiliano se detuvo, su cuerpo entero entró en rigor cuándo escuchó el desesperado llanto de su madre. Frunció el ceño, sin procesar qué podría llevarla a llorar de aquella manera. —Estaba en un reunión importante...¿Qué sucede, madre?— preguntó siguiendo su camino, entró a su oficina y cerró la puerta tras él. —¿Por qué lloras? —Hay noticias horribles, Max— gimoteó la mujer— ¡Tu primo... Dylan está muerto!— gimoteó la mujer echándose a llorar aún peor, Maximiliano Neumann, sintió que dejó de respirar, la noticia lo cubrió como un balde de agua extremadamente fría, el dolor presionó su pecho con fuerza, y no supo en qué momento dejó de respirar... —¿De qué diablos hablas, madre?— su voz fue temblorosa— ¡Eso no... no puede, no puede ser cierto! —¡Tu tía está destrozada!— gimoteó—¡Han llamado para informar de que Dylan tuvo un accidente mientras regresaba de ese maldit* pueblo!, ¡ESTÁ MUERTO, MAX!—sollozó. —¡Voy a la casa ahora mismo!— e