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Isabella, con el corazón latiéndole con fuerza, siguió a Jameson por el pasillo de la casa de playa. La tenue luz de las lámparas de pie apenas iluminaban el camino, creando sombras alargadas que parecían bailar en las paredes. El sonido del mar rompiendo contra la costa se filtraba a través de las ventanas abiertas, añadiendo un aire melancólico a la escena. Finalmente, ella alcanzó a Jameson frente a la puerta de la habitación de él. Con determinación en sus ojos, lo encaró y le rogó que no entregara el anillo a Franklin. —¡El anillo, Jameson, no me importa qué hagas con él! ¡Pero no se lo des a ese hombre de regreso, por favor! —sus palabras resonaron en el pasillo vacío, llenas de desesperación. Sin embargo, Jameson la miró con frialdad, su mano aferrando con firmeza el objeto que simbolizaba tanto dolor para Isabella, que seguidamente guardó en el bolsillo de su pantalón. El pasillo parecía estrecharse a su alrededor, como si el destino mismo estuviera cerrando l
La habitación de Jameson estaba impregnada de una atmósfera elegante y lujosa, iluminada por la suave luz de la luna que se filtraba a través de las ventanas abiertas, dejando que la brisa marina acariciara la estancia. El sonido de las olas rompiendo en la playa cercana añadía un ritmo hipnótico al ambiente, mientras el aroma fresco de la noche primaveral tropical se colaba por todo el lugar. Isabella se encontraba sumida en la pasión y la complicidad con Jameson, sumergida en un mar de emociones confusas. Sus sentimientos por él eran un laberinto de deseo, incertidumbre y una anhelante necesidad que indescriptiblemente la hacía desear más… Más de la atención de ese hombre castaño, de su afilada mirada azul clavada en ella, más de sus besos embriagadores, de su pasión intensa, de su cuerpo junto al suyo mezclándose y haciendo del otro un lío… Jameson, con su mirada azul intensa y su presencia magnética, irradiaba un aire de misterio y peligro que atraía a Isabella como un imán
Los recuerdos de Franklin inundaron la mente de Isabella… Justo en ese momento, se sintió abrumada y con emociones encontradas. Su relación con él había sido un torbellino de amor, risas, lágrimas y despedidas. A pesar de la herida que aún no había sanado por completo, quería recordar los momentos felices con cariño, pero el dolor de su traición y todo lo malo que le había hecho para llevarla a terminar definitivamente esa larga relación… Opacaban esos recuerdos felices. Ella descendió las escaleras con paso lento mientras vestía únicamente la camisa manga larga de Jameson, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros esa mañana tras recordar a Franklin… Al llegar a la cocina, el aroma del café y el leve sonido de sartenes la recibieron. Allí estaba Jameson, de pie frente a la estufa, concentrado en preparar el desayuno. Al notar su presencia, Jameson se volvió hacia ella con una sonrisa cálida. —Buenos días, Isabella. Espero que hayas dormido bien. Les es
Franklin y Christina se adentraban en la recepción. Misma que se realizaba en un jardín especial de eventos de uno de los lujosos hoteles de la familia Harris, frente a la playa. La tensión entre ellos dos aumentaba conforme la fiesta se desarrollaba. Bailaron juntos, elegantes, sonriendo falsamente hasta que sintieron paz al separarse y cada uno ir por su lado un rato. Algunos minutos después, Franklin tomaba vino, mientras tenía una pequeña charla con su hermano menor, Nicholas Robinson. —Te dije que la trato bien —le dijo fríamente Franklin a su hermano, refiriéndose a su ahora esposa, Christina. —¿Si? ¿Entonces porqué tuvo que hacer gran parte de las actividades de su boda, sola?, recuerda que nuestra familia está apostando todo el futuro de la empresa en esto. —¿Crees que soy un niño?, llevo más tiempo que tú en la empresa, la he dirigido correctamente por 7 años, ¿tú que has hecho además de andar de mujeriego y fiestero? ¡Absolutamente nada!, solo eres un gasto para
—¿Estás bien, Isabella? —le preguntó ese hombre castaño, una vez se acercó a su esposa por contrato. Ella observó a Jameson y sonrió falsamente. —Lo estoy. Se me apetece algo frío, hace demasiado calor~ —sonrió ella ante la temperatura habitual de más de 30 grados en dicha ciudad. Ese hombre estuvo de acuerdo con su esposa, y salieron de la tienda después de algunas compras. Seguidamente él llevó a Isabella a una heladería cercana con un ambiente muy agradable y decoración pintoresca de colores llamativos e imagines de personas de piel oscura, pues en tal ciudad caribeña la gente de color predominaba. Una vez los dos estaban sentados, Isabella comía de su exquisito helado tropical de frutas ácidas. La combinación de lo ácido y los toques dulces le gustaron mucho y emocionada continuó comiéndolo. Jameson que en cambio, había pedido una bebida refrescante, tenía su mirada posada en esa belleza pelirroja. Analizando la expresión facial de su esposa la cual era más calmada
—¡¿Qué ocurrió?! —le preguntó Jameson expectante a su esposa por contrato— ¿Te duele el vientre? ¿Es por el bebé? ¿Te has golpeado con algo? Ante las preguntas de ese hombre que aferraba sus manos a los hombros de Isabella, ella reaccionó. —¡No! ¡No es nada de eso! —exclamó Isabella, mintiendo. Seguidamente ella desvío su mirada de la de Jameson, dándose cuenta que estaba cruzando límites que no debía. ¿Protección? ¿Aparentar? ¿Sexo de vez en cuando?, todo eso era parte del contrato que ella tenía con Jameson. El problema, era cuándo todo termine. Ella que se había dicho a sí misma al llegar a esa luna de miel, que se iba a concentrar en disfrutar mientras durara, se dió cuenta que… Solo se mentiría a sí misma. Sola, sin su futuro bebé, tendría que enfrentar que no tenía a nadie. Que sus relaciones fracasaron y que aunque fuera millonaria, estaría sola… ¿De qué diablos le serviría todo el dinero que ese multimillonario empresario le daría al finalizar el contrato?
« No contactaré más a Allison delante de ti, quiero que lleves el embarazo con paz y tranquilidad. » Las palabras de Jameson resonaban en la mente de Isabella esa noche, tras salir del baño. Ella comenzó ponerse su pijama, las puertas del balcón de su habitación se encontraban abiertas dejando que se filtre una refrescante brisa marina. Aún con la toalla de baño enrollada en su cabeza, sin haberse secado aún su larga cabellera pelirroja, ella salió a ese balcón cuya vista esa noche era magnífica. Sus ojos verdes esmeraldas podían ver el amplio paisaje nocturno y el extenso cielo estrellado, a pesar de que apenas eran las 6pm, en esa zona del Caribe ya había anochecido por completo. A Isabella le llamaba la atención, estaba disfrutando mucho de su primer viaje en el extranjero, eso sí, si dejaba de lado todos los sentimientos que la vivían agobiando. Intentaba ser fuerte y positiva, pero a veces simplemente sentía que se derrumbaba. Ella llamó a Evelyn, su mejor amiga
"Destinados a nunca ser…" Pensó Isabella. Las palabras de Jameson resonaban en su mente como un eco doloroso que se negaba a desvanecerse. Mientras él descansaba su cabeza en el regazo de Isabella, con su azul mirada puesta en ella, la hermosa mujer pelirroja luchaba contra las emociones tumultuosas que la invadían. Jameson suspiró y se levantó sin decirle ni una sola palabra más. No era estúpido, él sabía el impacto de sus palabras; inclusive una pequeña parte de él se sintió bien al ver que ella lloraba por lo que una vez tuvieron. Después de todo… ¿Cuántas veces no derramó él lágrimas por Isabella? Sin embargo, nuevamente él estaba olvidando que esa mujer ya estaba ligada a su vida por siempre a través del fruto en su vientre que les dejó ese reencuentro en la playa. —Recuerda cenar. Es importante para la salud del bebé… —tras esas palabras él comenzó a dirigirse a la salida. La brisa nocturna mecía suavemente los mechones del cabello pelirrojo de Isabella, ella l