Los recuerdos de Franklin inundaron la mente de Isabella… Justo en ese momento, se sintió abrumada y con emociones encontradas. Su relación con él había sido un torbellino de amor, risas, lágrimas y despedidas. A pesar de la herida que aún no había sanado por completo, quería recordar los momentos felices con cariño, pero el dolor de su traición y todo lo malo que le había hecho para llevarla a terminar definitivamente esa larga relación… Opacaban esos recuerdos felices. Ella descendió las escaleras con paso lento mientras vestía únicamente la camisa manga larga de Jameson, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros esa mañana tras recordar a Franklin… Al llegar a la cocina, el aroma del café y el leve sonido de sartenes la recibieron. Allí estaba Jameson, de pie frente a la estufa, concentrado en preparar el desayuno. Al notar su presencia, Jameson se volvió hacia ella con una sonrisa cálida. —Buenos días, Isabella. Espero que hayas dormido bien. Les es
Franklin y Christina se adentraban en la recepción. Misma que se realizaba en un jardín especial de eventos de uno de los lujosos hoteles de la familia Harris, frente a la playa. La tensión entre ellos dos aumentaba conforme la fiesta se desarrollaba. Bailaron juntos, elegantes, sonriendo falsamente hasta que sintieron paz al separarse y cada uno ir por su lado un rato. Algunos minutos después, Franklin tomaba vino, mientras tenía una pequeña charla con su hermano menor, Nicholas Robinson. —Te dije que la trato bien —le dijo fríamente Franklin a su hermano, refiriéndose a su ahora esposa, Christina. —¿Si? ¿Entonces porqué tuvo que hacer gran parte de las actividades de su boda, sola?, recuerda que nuestra familia está apostando todo el futuro de la empresa en esto. —¿Crees que soy un niño?, llevo más tiempo que tú en la empresa, la he dirigido correctamente por 7 años, ¿tú que has hecho además de andar de mujeriego y fiestero? ¡Absolutamente nada!, solo eres un gasto para
—¿Estás bien, Isabella? —le preguntó ese hombre castaño, una vez se acercó a su esposa por contrato. Ella observó a Jameson y sonrió falsamente. —Lo estoy. Se me apetece algo frío, hace demasiado calor~ —sonrió ella ante la temperatura habitual de más de 30 grados en dicha ciudad. Ese hombre estuvo de acuerdo con su esposa, y salieron de la tienda después de algunas compras. Seguidamente él llevó a Isabella a una heladería cercana con un ambiente muy agradable y decoración pintoresca de colores llamativos e imagines de personas de piel oscura, pues en tal ciudad caribeña la gente de color predominaba. Una vez los dos estaban sentados, Isabella comía de su exquisito helado tropical de frutas ácidas. La combinación de lo ácido y los toques dulces le gustaron mucho y emocionada continuó comiéndolo. Jameson que en cambio, había pedido una bebida refrescante, tenía su mirada posada en esa belleza pelirroja. Analizando la expresión facial de su esposa la cual era más calmada
—¡¿Qué ocurrió?! —le preguntó Jameson expectante a su esposa por contrato— ¿Te duele el vientre? ¿Es por el bebé? ¿Te has golpeado con algo? Ante las preguntas de ese hombre que aferraba sus manos a los hombros de Isabella, ella reaccionó. —¡No! ¡No es nada de eso! —exclamó Isabella, mintiendo. Seguidamente ella desvío su mirada de la de Jameson, dándose cuenta que estaba cruzando límites que no debía. ¿Protección? ¿Aparentar? ¿Sexo de vez en cuando?, todo eso era parte del contrato que ella tenía con Jameson. El problema, era cuándo todo termine. Ella que se había dicho a sí misma al llegar a esa luna de miel, que se iba a concentrar en disfrutar mientras durara, se dió cuenta que… Solo se mentiría a sí misma. Sola, sin su futuro bebé, tendría que enfrentar que no tenía a nadie. Que sus relaciones fracasaron y que aunque fuera millonaria, estaría sola… ¿De qué diablos le serviría todo el dinero que ese multimillonario empresario le daría al finalizar el contrato?
« No contactaré más a Allison delante de ti, quiero que lleves el embarazo con paz y tranquilidad. » Las palabras de Jameson resonaban en la mente de Isabella esa noche, tras salir del baño. Ella comenzó ponerse su pijama, las puertas del balcón de su habitación se encontraban abiertas dejando que se filtre una refrescante brisa marina. Aún con la toalla de baño enrollada en su cabeza, sin haberse secado aún su larga cabellera pelirroja, ella salió a ese balcón cuya vista esa noche era magnífica. Sus ojos verdes esmeraldas podían ver el amplio paisaje nocturno y el extenso cielo estrellado, a pesar de que apenas eran las 6pm, en esa zona del Caribe ya había anochecido por completo. A Isabella le llamaba la atención, estaba disfrutando mucho de su primer viaje en el extranjero, eso sí, si dejaba de lado todos los sentimientos que la vivían agobiando. Intentaba ser fuerte y positiva, pero a veces simplemente sentía que se derrumbaba. Ella llamó a Evelyn, su mejor amiga
"Destinados a nunca ser…" Pensó Isabella. Las palabras de Jameson resonaban en su mente como un eco doloroso que se negaba a desvanecerse. Mientras él descansaba su cabeza en el regazo de Isabella, con su azul mirada puesta en ella, la hermosa mujer pelirroja luchaba contra las emociones tumultuosas que la invadían. Jameson suspiró y se levantó sin decirle ni una sola palabra más. No era estúpido, él sabía el impacto de sus palabras; inclusive una pequeña parte de él se sintió bien al ver que ella lloraba por lo que una vez tuvieron. Después de todo… ¿Cuántas veces no derramó él lágrimas por Isabella? Sin embargo, nuevamente él estaba olvidando que esa mujer ya estaba ligada a su vida por siempre a través del fruto en su vientre que les dejó ese reencuentro en la playa. —Recuerda cenar. Es importante para la salud del bebé… —tras esas palabras él comenzó a dirigirse a la salida. La brisa nocturna mecía suavemente los mechones del cabello pelirrojo de Isabella, ella l
Jameson soltó a esa pelirroja en ese momento. Justo cuando Isabella vió que él comenzaba a aceptarlo… Un sentimiento como tornado que destruía su mundo entero la consumió. Le dolió en lo más profundo de su ser. Después de todo… Él era su primer amor. Ella se dió vuelta dispuesta a caminar y fue cuando él le dijo unas palabras que la impactaron. —Supongo… Que no soy lo suficientemente… Importante para ti… —decía él con su voz quebradiza— Quizá nunca me has amado. Porque ni siquiera puedes dejarme con la verdadera razón. Mentiras y más mentiras… Entonces… Vete. Isabella corrió lo más lejos que pudo bajo la lluvia sin siquiera volver a ver a Jameson. « —Te lo digo porque puedo ayudarte a resolver ese gran problema familiar que tienes. —Es demasiado dinero el que necesito… —Puedo dártelo. Es una miseria para mí~ pero nada es gratis en esta vida. Pide el monto. » Las palabras de doña Dayan cruzaron por su cabeza. Como si hubiera hecho un trato con el diablo, Isabella
Jameson no respondió nada ante las palabras de su esposa, echándole la culpa a él… En parte ella tenía razón. Isabella suspiró y se aferró suavemente a los brazos de Jameson mientras él la llevaba hacia el dormitorio. Una vez allí, él la depositó con cuidado en la cama y se sentó a su lado. —Isa, necesitas calmarte. No quiero que te hagas daño —dijo Jameson con sinceridad en su voz. Isabella lo miró con ojos llenos de confusión y dolor. —Lo tendré. Solo… —hizo ella una pausa mientras una de sus manos jugueteaba con un mechón largo pelirrojo de su cabellera. —¿Y si intentamos dejar de lado esos temas incómodos?, creo que el contrato matrimonial sería más fácil de lidiar si es de esa manera. Isabella se sorprendió ante las palabras de Jameson. —¿Hablas de que ya no pregunte por tu anillo y tú no lo harás respecto al pasado del porqué te dejé…? —le preguntó ella seriamente. —Sí. La respuesta de Jameson fue fría y directa, sus ojos de un hermoso tono azul veían a esa mujer