—¿Por qué terminaste conmigo hace 10 años, Isabella?, dime. No me molestaré contigo —le preguntó Jameson seriamente. —Creí que ya no te importaba el pasado… —le contestó Isabella recalcando las palabras que ese hombre le dijo cuando ambos se reencontraron. —No. Ya no es relevante ese hecho, por ese motivo dije que no me molestaría saberlo; ¿pero qué tan serio tiene que ser, para después de 10 años causar aún tu silencio? —le preguntó él y ella en ese momento se soltó del agarre de la mano de ese CEO a la suya. Isabella continuó caminando lentamente por la playa esa hermosa noche primaveral en el Caribe.La brisa fresca del mar mecía lentamente su cabellera pelirroja, ondulada y larga y levantaba un poco el vestido floral que esa mujer llevaba puesto el cuel dejaba ver sus muslos combinados al movimiento de sus caderas al caminar. La mirada azul de Jameson seguía a Isabella y fue entonces que él se percató que ella ya había avanzado demasiado y él se apresuró a alcanzar sus pasos.
—Si lo haces, me sería de ayuda; así que no espero que sea gratis. Habla, ¿qué quieres a cambio? —le preguntó Jameson a Isabella, no queriendo sentir que le debía algún favor a futuro… Pues él mismo estaba claro en que no quería NADA a parte del bebé que los ligue. —Primero te diré, que el contacto que conozco, era un empleado de Franklin hace un año atrás —le confesó esa mujer pelirroja con seriedad, ya que ella tenía experiencia en el ámbito—. El cual despidió por "edad avanzada", tienen 41 años, pero para Franklin ya no podía trabajar en su empresa. —¿Si Franklin lo despidió porque lo creía incapaz, por qué yo sí debería contratarlo?, es absurdo. —No. No lo es. Franklin lo despidió porque era muy directo con él, su edad fue una excusa. Odia que le recalquen que hace algo mal. Fue tu amigo, deberías saber cómo se pone en ese tema.. Jameson frunció el ceño, la conversación no le gustaba. Sobre todo por estar hablando constantemente de alguien que creyó su amigo y terminó com
Minutos más tarde, ambos habían regresado a la casa, tal como él le exigió a Isabella. Ella ingresó a su habitación y de inmediato se metió al baño tomando una agradable ducha con agua tibia. Él que había bajado a la primera planta de la casa, encontró el teléfono de Isabella mal puesto en la cocina. Recordó que ella había estado cocinando y por ello estaba ahí, también tenía que pasarle el contacto del nuevo candidato a ser su supervisor de esa sede, por lo que fue hacia la habitación de esa mujer pelirroja. Cuando él ingresó, la habitación estaba envuelta en un silencio inquietante, solo interrumpido por el suave sonido del agua que caía en la ducha. La puerta del baño abierta, las luces encendidas y las puertas del balcón también de par en par permitiendo la claridad de la luna de esa noche y la brisa fresca ingresar. Él decidió no interrumpir el baño de ella y mejor regresar después, pero en ese momento, algo llamó poderosamente su atención… Jameson Howard observó
Isabella, con el corazón latiéndole con fuerza, siguió a Jameson por el pasillo de la casa de playa. La tenue luz de las lámparas de pie apenas iluminaban el camino, creando sombras alargadas que parecían bailar en las paredes. El sonido del mar rompiendo contra la costa se filtraba a través de las ventanas abiertas, añadiendo un aire melancólico a la escena. Finalmente, ella alcanzó a Jameson frente a la puerta de la habitación de él. Con determinación en sus ojos, lo encaró y le rogó que no entregara el anillo a Franklin. —¡El anillo, Jameson, no me importa qué hagas con él! ¡Pero no se lo des a ese hombre de regreso, por favor! —sus palabras resonaron en el pasillo vacío, llenas de desesperación. Sin embargo, Jameson la miró con frialdad, su mano aferrando con firmeza el objeto que simbolizaba tanto dolor para Isabella, que seguidamente guardó en el bolsillo de su pantalón. El pasillo parecía estrecharse a su alrededor, como si el destino mismo estuviera cerrando l
La habitación de Jameson estaba impregnada de una atmósfera elegante y lujosa, iluminada por la suave luz de la luna que se filtraba a través de las ventanas abiertas, dejando que la brisa marina acariciara la estancia. El sonido de las olas rompiendo en la playa cercana añadía un ritmo hipnótico al ambiente, mientras el aroma fresco de la noche primaveral tropical se colaba por todo el lugar. Isabella se encontraba sumida en la pasión y la complicidad con Jameson, sumergida en un mar de emociones confusas. Sus sentimientos por él eran un laberinto de deseo, incertidumbre y una anhelante necesidad que indescriptiblemente la hacía desear más… Más de la atención de ese hombre castaño, de su afilada mirada azul clavada en ella, más de sus besos embriagadores, de su pasión intensa, de su cuerpo junto al suyo mezclándose y haciendo del otro un lío… Jameson, con su mirada azul intensa y su presencia magnética, irradiaba un aire de misterio y peligro que atraía a Isabella como un imán
Los recuerdos de Franklin inundaron la mente de Isabella… Justo en ese momento, se sintió abrumada y con emociones encontradas. Su relación con él había sido un torbellino de amor, risas, lágrimas y despedidas. A pesar de la herida que aún no había sanado por completo, quería recordar los momentos felices con cariño, pero el dolor de su traición y todo lo malo que le había hecho para llevarla a terminar definitivamente esa larga relación… Opacaban esos recuerdos felices. Ella descendió las escaleras con paso lento mientras vestía únicamente la camisa manga larga de Jameson, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros esa mañana tras recordar a Franklin… Al llegar a la cocina, el aroma del café y el leve sonido de sartenes la recibieron. Allí estaba Jameson, de pie frente a la estufa, concentrado en preparar el desayuno. Al notar su presencia, Jameson se volvió hacia ella con una sonrisa cálida. —Buenos días, Isabella. Espero que hayas dormido bien. Les es
Franklin y Christina se adentraban en la recepción. Misma que se realizaba en un jardín especial de eventos de uno de los lujosos hoteles de la familia Harris, frente a la playa. La tensión entre ellos dos aumentaba conforme la fiesta se desarrollaba. Bailaron juntos, elegantes, sonriendo falsamente hasta que sintieron paz al separarse y cada uno ir por su lado un rato. Algunos minutos después, Franklin tomaba vino, mientras tenía una pequeña charla con su hermano menor, Nicholas Robinson. —Te dije que la trato bien —le dijo fríamente Franklin a su hermano, refiriéndose a su ahora esposa, Christina. —¿Si? ¿Entonces porqué tuvo que hacer gran parte de las actividades de su boda, sola?, recuerda que nuestra familia está apostando todo el futuro de la empresa en esto. —¿Crees que soy un niño?, llevo más tiempo que tú en la empresa, la he dirigido correctamente por 7 años, ¿tú que has hecho además de andar de mujeriego y fiestero? ¡Absolutamente nada!, solo eres un gasto para
—¿Estás bien, Isabella? —le preguntó ese hombre castaño, una vez se acercó a su esposa por contrato. Ella observó a Jameson y sonrió falsamente. —Lo estoy. Se me apetece algo frío, hace demasiado calor~ —sonrió ella ante la temperatura habitual de más de 30 grados en dicha ciudad. Ese hombre estuvo de acuerdo con su esposa, y salieron de la tienda después de algunas compras. Seguidamente él llevó a Isabella a una heladería cercana con un ambiente muy agradable y decoración pintoresca de colores llamativos e imagines de personas de piel oscura, pues en tal ciudad caribeña la gente de color predominaba. Una vez los dos estaban sentados, Isabella comía de su exquisito helado tropical de frutas ácidas. La combinación de lo ácido y los toques dulces le gustaron mucho y emocionada continuó comiéndolo. Jameson que en cambio, había pedido una bebida refrescante, tenía su mirada posada en esa belleza pelirroja. Analizando la expresión facial de su esposa la cual era más calmada