CamilaMe pase el resto de la mañana analizando la gestión del personal que manejaba mi antecesor, luego de una hora llamé a Evelina para que trajera los perfiles de los empleados del departamento de diseño, necesitaba saber que tan capacitados se encontraba para laborar en dichos cargos. Después de tanto tiempo me sentí útil, no soportaba esa vida de mantenida que llevaba. Nunca fue de mi agrado la idea de depender económicamente de alguien. A la hora del almuerzo bajé a la cafetería de la empresa, todos parecían tener sus propias amistades y charlar entre ellos, me sentía rara y fuera de lugar al no conocer a nadie.—¿Dieta estricta? —preguntó el señor Volkov a mi lado, sobresaltándome. —Oh, no, para nada —miré mi plato y sólo había escogido ensaladas de baja caloría —solo que no tengo mucho apetito el día de hoy. —Entiendo —miré el suyo, un plato balanceado, similar a los que consumía Dmitry. Elegí una bebida fría y tomé la bandeja para ir a buscar una mesa. —¿Puedo acompañart
Camila La fría brisa engrifó mi cuerpo, me abracé fuerte al brazo de Dmitry cuando salimos de la camioneta, el lugar estaba completamente cubierto de nieve. Caminamos hasta dentro de una pequeña cabaña alejada del pequeño caserío, el interior parecía un poco a cogedor, sin embargo el frío no se dejaba de sentir. —Tan puntual como siempre, jefe —el tinte de coquetería no me pasó desapercibida, una mujer de alta estatura, cuerpo muy bien proporcionado, ojos verdes y de labios rojos se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla, ni siquiera reparó en mi presencia sólo me ignoró volviendo a su antiguo lugar. No pude evitar hacer un gesto de fastidio ante su actitud petulante y la falta de indiferencia de él para con ella. —Kira —saludó con amabilidad cuando con nadie de sus hombres era así, ni siquiera con Oksana —te presento a Camila, mi mujer. La mujer posó sus fríos e indiferentes ojos sobre mi, examinándome de pie a cabeza sin cambiar su expresión altanera. —No es la gran cosa
Camila El viaje de regreso fue bastante interesante, mis piernas dolían al igual que mi intimidad ardía, trataba de caminar con normalidad hasta la camioneta que nos esperaba. —¿Estás bien, pequeña? —preguntó con socarronería, lo miré mal sentándome en los asientos traseros. —Creo que te pásate esta vez —musité por lo bajo haciéndolo reír, tomó su sitio a mi lado y me atrajo a su pecho. —Tu lo pediste así te lo recuerdo. Nos volvíamos tan insaciables en la cama que el sexo casual y tierno me parecía insuficiente y poco satisfactorio, me gustaba la dureza y rudeza en cómo lo hacíamos olvidando que después el cuerpo me pasaría factura. —Solo quiero llegar a mi cama a dormir —murmuré sobre su pecho—Como lo desees.El auto se puso en marcha adentrándose a la ciudad, se detuvieron frente a un lugar de auto servicio para comprar la pizza que le pedí, mi estomago rugía ante la necesidad de comida. Entramos al departamento y corrí al baño para ducharme y vestirme con algo más cómodo,
Camila Le sostengo la mirada de la misma forma y lentamente saqué su miembro de mi boca, relamí mis labios y con su ayuda me puse en pie, con salvajismo me apresó contra su boca tomándome fuertemente de la parte baja de mi cabeza, gemí ante todo lo que me avasallaba en ese momento. Mi cuerpo entero vibraba con las mismas ansias de siempre. Se apartó de mi y me giró, dejándome de espaldas a él, me ericé cuando sentí sus labios en la parte trasera de mi cuello, sus manos se deslizaron por mi cuerpo y se detuvieron en mis caderas. La música seguía sonando dándole un aire erótico y romántico a la vez, o así sentía eso último porque mi corazón estaba a punto de explotar del amor que le tenía.Sus besos fueron descendiendo por mi espalda, mi boca estaba entreabierta y mis ojos cerrados, entregada por completo al placer. Sentí como sus hábiles dedos se abrieron paso entre mis piernas y se deslizaron por mis humedecidos pliegues, no introdujo nada sólo me acariciaba convirtiendo aquello en
Camila "Sola" era lo último que estaba en este lugar, no sabía si sacarlo de su error o dejarlo pasar, me gustaba tener mi vida personal privada y no mezclarla con la gente que trabajaba. —Si, bueno... algunas circunstancias me llevaron a tomar la decisión —que mi ahora marido, por así decirlo, se le dio por secuestrarme en plena boda. —Entiendo —asintió sonriendo extendiendo su mano por sobre la mesa para tomar la mía, de pronto olvidé cómo se respiraba —Se qué tal vez sonará un tanto desconcertante para ti o quizás ya lo hayas notado pero desde que te vi entrar a la oficina para la entrevista me sentí atraído por ti, eres hermosa e inteligente, es casi imposible no fijarse en ti. —Yo... —quería soltar sus manos y largarme de ahí, había sido un completo error aceptar su invitación. No me gustaba el rumbo de todo esto —Espera —volvió a sonreír —me gustaría que me dieras la oportunidad de conocerte. Abrí mi boca para hablar al mismo tiempo que alejaba mis manos con disimulo. —¿Y
Los camiones que transportaban los hombres de la Yakuza se detuvieron en una pequeña cabaña, de uno de los vehículos bajó el líder siendo escoltado por al menos diez hombres. El frío caló sus huesos, se esforzó por no temblar y mantener la compostura, su cuerpo era débil ante el frío lo que era desventajoso para la estadía en ese lugar. —Señor —el hombre que abrió hizo una reverencia, lo ignoró pasando de paso hacia el interior. —La cabaña ha sido habilitada para usted, lo consideramos teniendo en cuenta su deseo para que su presencia pase desapercibida. Miró a su alrededor con descontento, no era un lugar adecuado para él que estaba acostumbrado a las comodidades y lujos, pero no le quedaba de otra. No quería arriesgarse a hospedarse en hotel de lujo, Dmitry Ivankov no podía enterarse de su ubicación, de lo contrario estaba seguro que iría por él, después de todo estaban en su territorio el cual conocía como la palma de su mano. No podía subestimar a su enemigo en territorio incie
Mientras tanto Dmitry se divertía en observado como sus hombres se divertían torturando al traidor, había tomado tiempo dar con él, supo esconderse al no revelar su verdadero nombre. Se acercó a él sintiendo la satisfacción de ver el dolor reflejado en sus ojos, el miedo lo corroía y era incapaz de ocultarlo. —Admiren al cuarto Vor de la mafia rusa —sus hombre rieron mofándose de Ostión —el que tendrá a las Suki como ejército. Las burlas continuaron así como las torturas no pararon hasta que el hombre dio su último suspiro antes de morir, arrepintiéndose de haber nacido y maldiciendo el día en que decidió traicionar a la hermandad. El precio a pagar fue muy elevado, inhumano como lo era todo en la mafia roja.—Así mueren los traidores —murmuraban algunos mientras veían cómo despedazaban el cadáver y alimentaban a las perras, como eran llamados los traidores independientemente del género, obligándolos a comerse la carne cruda, incluida sus órganos. —Guardamos la parte especial para
Los valores que nos rigen la mayor parte de nuestra vida a veces son los detonantes para sacar todo lo que nos obligaron a guardar, a no sacar a flote nuestra maldad, esa que se oculta hasta en lugar más recóndito de cualquier ser humano.Camila se aferraba al arma de alto calibre que sostenía en la mano, estaban siendo transportados al bosque donde interceptarían a los japoneses, sabían que se estaban moviendo por esos lares para pasar desapercibidos, olvidando que era el territorio del demonio que respiraba pesadamente con las ansias de exterminarlos, que nada en ese lugar se movía sin que él no lo supiera. Bajo un radar estaban al pendiente de los movimientos de camionetas, los drones estaban en el aire vigilando a la espera de ellos. —Son muchos —comentó uno a su lado. —Pero no más que nosotros —le respondió otroLos susurros entre ellos no paraban, en su mayoría siendo pretenciosos. Él caminó hasta donde había dejado a su mujer, Grigori parecía indicarle algunas cosas y ella s