Camila Observó el agarre por unos segundos, frunció el ceño y se soltó, traté de disimular mi decepción y fingí sonreír. —No confundas las cosas, Camila —Yo... —quise hablar pero no sabía que decirle, el nudo en mi garganta no me dejaba. —Duerme —dijo saliendo de la habitación y dejándome un vacío enorme, las lágrimas querían salir pero no lo permití, ya no quería seguir llorando y verme como tan frágil y débil. Me metí a la cama cerrando los ojos y tratando de alejar todos los recuerdos en mi memoria, como él me lo había dicho, ya no existía y nada volvería a ser lo mismo. No quería vivir más con esta ilusión y afrentar de una buena vez lo que me esperaba a su lado. Desperté temprano para vestirme y maquillarme con algo suave, sujeté mi cabello en una coleta dejando algunas hebras delanteras sueltas. Mentalizándome que no iba a llorar y me plantaría firme ante mi padre, podía ir imaginando ya todos los reclamos y ofrendas que me diría. Bajé al comedor para desayunar, mi estóma
Camila El avión aterrizó en New York a las seis de la tarde, el aire fresco me recibió con melancolía, extrañaba este lugar, demasiado.Cuatro camionetas Cadillac Escalade negras último modelo aguardaban en la pista, las puertas de una ya estaban abiertas para que pudiéramos entrar, la abordé sintiendo mil emociones encima, traté de controlar el temblor en mi cuerpo, debía mantenerme firme. —Iremos ahora mismo, pasaremos la noche en un hotel y mañana temprano regresaremos a Moscú —dijo acomodándose a mi lado y dando la orden para partir, una camioneta iba adelante y las otras dos atrás. La ciudad me parecía más grande ahora, llegar a la zona residencial nos llevó mucho tiempo, sentí mi corazón latir con gran fuerza al reconocer la calle. El auto se detuvo frente a la entrada, miré dudosa sabiendo que probablemente con esta decisión perdería de un todo a mi padre. —Quiero entrar sola —le pedí volteando a verlo con súplica, necesitaba mi espacio a solas con mi padre. —No, te acompa
CamilaSu voz fue como un trueno, desafiante e intimidante, bastó para que aflojara el agarre y me soltara, caminé hasta posicionarme al lado de aquel hombre que mantenía su cuerpo erguido y completamente tenso. Ángel alzó las cejas mirando de uno en uno, sonrió irónico, en sus ojos se podía observar el dolor, la decepción y la ira mezclarse, esa no era una buena señal, tenía que sacar a Dmitry de aquí en ese mismo momento. —¡Vaya! Tan descarada te volviste —soltó —ya traes a tu amante a presentárselo a tu padre —Vámonos —tomé el brazo del ruso jalándolo al vehículo pero este no se movió ni un poco y se mantuvo firme con la mirada desafiante. —Siempre evitando las cosas, ¿no, Camila? Algo tan típico en ti, no sé porque te aguanté tantas cosas.—Lo siento, Ángel, no quería que las cosas fueran así pero... —su risa sarcástica me interrumpió —¿Lo sientes? Que fácil, querer solucionar toda la mierda que me hiciste con un "lo siento" —negó con su cabeza mirándome con odio —Dime, ¿cómo
Dmitry —¿Ya recibieron los resultados del cuerpo? —le pregunté a Grigori, uno de mis hombres de confianza. —En unos momentos estarán listos, señor. —¿Qué hay del cargamento que se trasladaría a Suecia? —le di una calada al tabaco que sostenía entre mis dedos. —Se ha complicado un poco, el cargamento se encuentra en el puerto de San Petersburgo listo para partir, un operativo policial retrasaron el trayecto. —¿Operativo policial? —Si, señor. Afortunadamente apareció Makarov a impedir que revisaran los camiones. —¿Qué pretende ese hijo de puta? Se le ha dado lo que ha pedido para que no nos retrase con sus estúpidos operativos. —Se escuchan rumores que la INTERPOL quiere intervenir en Rusia, están desesperados por dar con usted, señor. Sonreí—Dale al agente a cargo del operativo una pequeña advertencia de mi parte y de paso también a Makarov, no quiero gente husmeando en mis asuntos y no estoy dispuesto a perder ningún cargamento esta vez. —Como ordene, señor, ¿algo más que n
El avión aterrizó por la noche en la pista privada en Moscú, varías camionetas aguardaban por ellos y todo el equipo. Esa noche tendrían que escoltar al Jefe a la torre central para reunirse con los líderes de la Bratva. Mandó a su esposa en una de las camionetas dando órdenes estrictas que la llevaran directo a la mansión sin ninguno contratiempo o altercado. Aunque Rusia era un lugar intocable no estaba demás tomar precauciones, no se podía arriesgar a descuidar su seguridad, el que sus enemigos lograran atraparla sería tomado como una burla al no proteger sus puntos débiles. Abordó un helicóptero que lo llevó hasta la torre, ya los Vors se encontraban ahí aguardando su llegada.—El descanso terminó, señores —llegó tomando su puesto en la cabecera de la mesa —es hora de terminar con los afganos que no son más que una piedra en nuestros zapatos. —¿Cómo procederemos, señor? —preguntó Igor Sokolov —Hoy me traerán a su bastardo, se lo enviaremos en una caja de regalo en respuesta a
Dmitry salió del sótano caminando hasta su habitación faltaba muy poco para el amanecer, contaba con pocas horas de descanso y los ojos le empezaban a pesar por el cansancio. Se detuvo al final de las escaleras viendo el pasillo que llevaba a la habitación de ella, dudoso caminó en su dirección arrepintiéndose a solo unos pasos de la puerta, se dio la vuelta deteniéndose ante la lucha de si entrar o no. A su lado podía descansar tranquilo y lo sabía, ella le transmitía esa serenidad que tanto necesitaba en su vida pero también estaba lo que implicaba tanto acercamiento, caería de nuevo y esta vez quizá no hubiera retorno. —¡Al demonio todo! —giró sus pies terminando con los pocos pasos que le faltaban y con gran cuidado para no hacer ruido la abrió, todo estaba a oscuras y requirió mucho esfuerzo llegar a la cama son hacer el más mínimo ruido. Se quitó los zapatos, la camisa incluida la corbata y el saco, y por último el pantalón. Soltó un suspiro mirándola dormir con lo poco que pod
Un soldado de la Bratva era formado con entrenamientos extremos, superando lo inhumano, muchos eran forjados desde pequeño volviéndolos casi indestructibles ante sus enemigos. Sus especialidades eran el manejo de armas cortas y largas con una base de velocidad y bravura en sus acciones, la letalidad en cada uno de sus movimientos los convertía en repartidores de muerte, capacitados para no sentir y no tener piedad de nadie. Si el Jefe ordenaba que moriría, así lo hacían sin rechistar. —Tienes que aprender a moverte como el viento, utilizar el método de sorpresa con tus enemigos —Nicolay se movía alrededor del ring analizando su posición y corrigiendo posturas —en el combate cuerpo a cuerpo tienes que tener cuidado, en la mafia nadie juega limpio, tratarán de matarte con alguna arma blanca, por lo que a ti nunca debe faltarte ninguna. Encuentra un sitio donde siempre puedas llevarla. Si vas a pelear con alguien recuerda siempre usar todas tus extremidades, puños, rodillas, codos y pie
La puerta de su habitación se abrió dándole el paso al hombre que la observó sin ninguna expresar ninguna emoción, se paró delante de ella con las manos en su bolsillo viéndola cómo lanzaba gritos en medio del llanto. Su reacción era algo que esperaba, Camila era alguien demasiado sensible y expresiva que le entregaba el corazón a todas las personas cercanas a ella. Quería quitarle esa humanidad, quería que aquello le ayudara a eliminarla de una vez y fuera ella quien se hiciera cargo de los responsables de la muerte de su amiga. —Todo este drama no la revivirá —su voz seca solo la hizo enfurecer, elevó su mirada oscurecida que expresaba tantas cosas entre ellas el dolor y el instinto asesino que se comenzaba a despertar. —Es mi culpa, por mi culpa ella esta muerta, Adele tiene razón. Soy una mierda de persona, era yo quien debía estar en esa caja y no ella. Dmitry blanco tomó por los brazos levantándola odiando verla en aquella posición.—Las reinas como tú no se arrodillan, hace