MÍA Me acerco a Joa, que está sentado en un taburete, y me meto entre sus piernas. Lo abrazo por el cuello y me quedo así durante unos minutos largos; sin hablar y disfrutando de su calor y su contacto. Me huele el pelo. —Me encanta tu olor —dice. —A mí me encanta tu barba —le confieso mientras la toco, y él se ríe. Joaquín no era precisamente el chico más risueño. Su sonrisa casi siempre esa reprimida y ladeada, pero cuando lo hacía de verdad, iluminaba todo. —Es mi mejor encanto. —No. El mejor son tus ojos, tus cejas tupidas y tus pestañas largas. Le beso cada ojo con suavidad y Joaquín exhala. Luego lo beso en la boca con pasión. Él me agarra el trasero con las dos manos y me aprieta. «¡Dios, se siente increíble! ¡Calor, calor!» Gimo fuerte y me pego más a él. Lo agarro del pelo, busco su lengua con la mía y la chupo. Joa gruñe en mi boca y me agarra fuerte. Escucho que alguien ingresa. Doy un brinco del susto y me separo de Joaquín en el acto. Giro la cabeza y veo a papá
JOAQUÍNRegreso a casa después de pasar dos días inmejorables con Mía. Es imposible explicar todo lo que hemos estado viviendo juntos. Hace mucho que no disfrutaba de tanta paz; me desconecté, apagué todos los interruptores y me dejé llevar por su espíritu. Eso es ella, un alma libre, que contagia su magia a todos.No quería irme de su casa. A pesar de la tragedia que han tenido que superar, viven felices y con amor, y eso se respira en el ambiente. Es lógico desear hacer nido en un lugar así.Me voy directo a mi cuarto a prepararme para la cena de esta noche. Quiero ver a Juana.Este fin de semana me dio tiempo de pensar en algunas ideas para la imagen de la cosmética. Creo que ya es hora de un cambio, hace años que manejamos el mismo concepto.Abro la puerta de mi cuarto y encuentro a Vivian acostada en ropa interior; esperándome, claro está. Nadie lleva encaje rojo para dormir cómodamente. Me había olvidado de que ayer la dejé aquí.—¿Qué haces todavía aquí? —le pregunto mientras m
JOAQUÍN—¿Estás segura de que puedes subir este monstruo? —le pregunto a Mía en el primer escalón de Monserrate.Pone los ojos en blanco y Andrés le echa una mirada, como diciendo «¿qué tal con este?»—No es la primera vez que subo, Joaquín. Me preocupo más de ti. No creo que lo logres a la primera.«Con que esas tenemos…»—¿Quieres apostar? —la reto.—Te espero arriba. Trata de no demorar tanto, bebé —me dice Mía.—Presumida. Prepárate para pagar tu apuesta.—Suerte. —Andrés me palmea el hombro.¡Joder!Monserrate era de mis lugares favoritos en Bogotá, tenía la mejor vista de la ciudad y antes lo subía con frecuencia para tomar fotos, especialmente en las noches. Han pasado años de eso, y tengo que admitir que no siempre lo hacía caminando. Usaba el teleférico, porque también me daba otros ángulos para capturar el paisaje.Subir estos mil seiscientos y cinco escalones era todo un reto para mí en estos momentos. Dudo que Mía pudiera hacerlo sin ayuda, pero es terca. Debo estar cerca
MÍAAl final de la semana habíamos hecho planes para ir todos al festival de verano. Era un plan imperdible en estas fechas. Después de la pandemia, la gente estaba loca por hacer algo diferente en la ciudad y los parques estaban a punto de reventar.Me dio la impresión de que Joa no quería venir, así que le pregunté cuando llegamos, y nos sentamos debajo de unos de los árboles del parque Simón Bolívar. La vista del lago era preciosa y, a pesar del sol, el clima era agradable.—¿Tenías otros planes para hoy?Me mira extrañado.—No, ¿por qué?—Porque pareces incómodo, como si no quisieras estar aquí. Podemos irnos si quieres.No tenía ningún problema con pasar otro fin de semana con él, viendo películas en mi cuarto.—Te ves contenta de estar aquí.—No siempre se trata de mí, Joaquín.—Difiero.—No cambies el tema. Anda, dime, ¿Qué tienes?Sin importar la gente que estaba alrededor, ni siquiera nuestros amigos, que se encontraban a pocos metros, me senté a horcajadas sobre sus piernas
MÍALos primeros meses de universidad han pasado volando. Debe ser por lo magnífico y perfecto que ha sido. Joaquín y yo nos vemos allí todos los días por las mañanas y en las tardes y noches, en mi casa. Papá dice que le proponga mudarse a mi cuarto. Lo dice en broma obviamente. Para él, Joa es mi novio. ¡Dios! ¡Si hasta lo nombró yerno hace dos días en la cena! Joaquín casi se ahogó con una albóndiga.—Yerno, ¿me pasas la sal, por favor?Joaquín miró a ambos lados como si le hablara a otra persona. Cuando por fin logró tragar el pedazo de carne que tenía atorado en la garganta, le pasó la sal.—Gracias, yerno.No sé cómo hice para aguantar las ganas que tenía de tirarle el salero en la cabeza.No ha sido el único bochorno que he pasado por culpa de mi padre. Lo trata como si ya me hubiera casado con él: le dice «hijo». ¡Por Dios santo!Ni hablar de la abuela… Viene a casa tres o cuatro veces por semana, siempre a la hora que Joa está acá. Le mete conversación, lo abraza, lo besa, le
Sabía que al entrar en el mundo de la medicina, mis horas de sueño se reducirían drásticamente, pero ¡virgen santa! ¡Ni siquiera había terminado el primer semestre todavía!La semana pasada había sido caótica, especialmente por mis compromisos en la universidad. Los segundos parciales me tenían agotada. El ritmo era implacable y parecía que el tiempo se desvanecía entre las conferencias, las tareas, las interminables sesiones de estudio y las horas en el anfiteatro estudiando cadáveres. Cada día era una lucha constante para mantenerme enfocada y no sucumbir al cansancio. Aunque mi pasión por la medicina me motivaba a seguir adelante, debo admitir que en algunos momentos me sentí abrumada.Me dolía la pierna, más veces de las recomendadas y por mi falta de tiempo, me había saltado dos secciones de terapia. Por si fuera poco, no había visto a Joaquín desde hace una semana, aunque hablamos todos los días antes de dormir y el sexo telefónico era increíble. Ni siquiera nos habíamos cruzado
«Debilidades. No tenías ninguna, solo una: que ya lo amaba.»MÍAHoy es sábado y Lara y yo estamos en las gradas del estadio de la universidad. En unos minutos termina el partido de fútbol que los muchachos juegan. Vamos ganando 2 a 0. Ver a Joaquín jugar es muy emocionante y erótico, tengo que reconocer. Es bastante competitivo y ofensivo en la cancha. Verlo correr, sudar y cómo sus músculos se tensan, me tiene un poco acalorada. Lara no le quita los ojos de encima a Frank que, por cierto, marcó los dos goles que ahora tienen victorioso al equipo.—¡Gol! —grita Lara, y yo brinco de la banca—. ¡Golazo! ¡Eso es, cariño! ¡Eres el mejor!Yo solo aplaudo enérgica mientras río y atisbo cómo Frank se quita la camiseta y la mueve sobre su cabeza. Salimos de las gradas y vamos a la cancha para reunirnos con los chicos. Vemos de lejos a Joa, Frank y el Costeño tomando una bebida energizante. Se quitan las camisetas y respiro hondo al ver el pecho velludo de Joaquín, sus abdominales planos y su
«Ese momento exacto, en el que te das cuenta que te estás enamorando, y caes, caes, caes.»JOAQUÍNAcabo de dejar que Mía se vaya de los vestidores de la universidad. Estaba llorando y furiosa como nunca pensé que llegaría a verla.¿En qué momento pasó toda esta mierda? ¡Maldita sea! Vivian me va a escuchar. Salgo como alma que lleva el diablo a la cancha de fútbol y encuentro a Vivian hablando como si nada con sus amigos. Ni siquiera estudia aquí, ¿a qué coño ha venido?—¡Vivian! —le grito, tirando de su brazo y llevándola al final de las gradas.—Espera, ¿qué te pasa? —pregunta la muy cínica.—No te hagas la idiota. ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Cómo se te ocurre besarme? ¿En qué estabas pensando?—No es para tanto, fue un beso de amigos, nada más. Ni que fuera la primera vez. Fue solo un pico de felicitaciones —me responde de lo más fresca.—Un pico… de amigos. ¿Crees que soy imbécil o qué? Te conozco muy bien, sé que no haces nada sin segundas intenciones. ¿Qué quieres? Dime, ¿tan urg