JOAQUÍN — ¿Quieres algo de tomar? —me ofrece cuando estamos en su cocina. Se quita la chaqueta. Veo sus hermosos senos que se asoman por el top. Su piel es bronceada y tersa. Se me hace la boca agua. Tengo que admitir que soy el tipo de hombre que prefiere unas buenas tetas. Me gustan grandes. —Agua o soda. Si tienes —le digo sin quitar la vista de su escote. Me ofrece soda, se quita los zapatos quedando a pies descalzos y también la sudadera. Me quedo viendo su pie ortopédico, sonrió porque tiene las uñas pintadas. La vanidad de las mujeres. Queda nuevamente en top y short. Tomamos nuestras bebidas mirándonos fijamente y veo a Mía respirando con dificultad. Sus mejillas están rojas y sus labios húmedos. ¡Jesús! Apoya sus codos en la encimera y sus senos se levantan por encima del top. Miro sus lindos pechos y me muerdo los labios. La veo a los ojos. Lo hace adrede, intenta provocarme. —Me la pones muy difícil, si sigues haciendo esto, no me voy a poder controlar —le adviert
JOAQUÍNSu cuarto es justo como lo imaginé. Muy ella. Grande, espacioso y colorido, lleno de vida. Su cama es enorme, dos mesas de noche, tocador y sofá esquinero. Todo en madera antigua, muchos colores. Las paredes son violetas y verde menta. Cortinas coloridas y en el techo cuelgan muchos atrapasueños de todos los tamaños y colores. Además, tiene muchos cojines en la cama y el sofá.En unas de sus mesitas de noche tiene una fotografía, la tomo y veo a una Mía mucho más joven con su padre y una mujer que debe ser su madre.—Es mamá ¿Era hermosa, verdad? —pregunta mientras me abraza por detrás.—Muy hermosa, igual que tú. Te pareces mucho a ella.—Sí. A ella le encantaba decir que éramos hermanas. Era una mujer muy jovial y alegre. Éramos muy unidas, mi mejor amiga. También discutíamos mucho. Ambas teníamos un temperamento fuerte. Aunque no lo creas, tengo mi genio. No querrás conocerme molesta.—Quiero conocerte toda, completa, lo bueno, lo malo, molesta, contesta, alegre, triste. Co
MÍAMi despertador suena a las siete en punto. Lo apago y abro mis ojos. Me quedo en mi cama viendo el brazo velludo que envuelve mi cintura. Giro mi cabeza y veo a Joaquín durmiendo profundamente casi encima de mí. Tiene su pierna sobre la mía, siento los vellos de sus piernas en mi piel, su calor y por si fuera poco su virilidad en mi trasero.Permanecí varios minutos a su lado, saboreando el momento. Tocando con la punta de los dedos las venas que sobresalen de su antebrazo. Es tan varonil, tan guapo. Huele de maravilla, aun por la mañana y su respiración me eriza la piel del cuello.Lo contemplo por un rato más antes de salir con mucho cuidado de la cama. Ayer no tuve oportunidad de detallarlo en la oscuridad, miro su espalda ancha, cintura estrecha, brazos definidos y marcados, piel blanca. Necesita un bronceado urgente. Sonrió.Retiro lentamente las sábanas para salir de la cama y no puedo evitar contemplar el ejemplar de hombre que tengo en mi cama, sus piernas largas, fuertes
MÍAJoaquín se baña en el cuarto de huéspedes mientras yo uso el mío. Lo que diera por ducharme con él. No pasa nada con soñar.A veces pienso porque tardo tanto en dar el paso, que hace falta. Confianza, Seguridad, picardía, osadía. Reflexiono mientras me ducho. Confió en Joaquín, sé que no llevamos mucho de conocernos, pero ha demostrado que soy especial para él o por lo menos así lo siento. Entonces ¿Qué somos? Novios no, solo amigos tampoco, amigos con derecho a roce. Sí, eso somos. ¡Y por qué no! Vale la pena salirse del cascarón de vez en cuando, hacer locuras, arriesgarse.¿Si no es ahora cuando?¡Tú puedes, tú puedes!Salgo del baño en ropa interior, peinada y con mi prótesis puesta, lista para cambiarme. Me puse una lencería sexy de encaje negro, brasier de media copa y tanga.La puerta se abre de repente y entra Joaquín. Se queda petrificado, apenas me ve de pies a cabezas unos segundos y después se da la vuelta rápidamente y se tapa la cara.—Debí tocar la puerta, lo siento
MÍA Me acerco a Joa, que está sentado en un taburete, y me meto entre sus piernas. Lo abrazo por el cuello y me quedo así durante unos minutos largos; sin hablar y disfrutando de su calor y su contacto. Me huele el pelo. —Me encanta tu olor —dice. —A mí me encanta tu barba —le confieso mientras la toco, y él se ríe. Joaquín no era precisamente el chico más risueño. Su sonrisa casi siempre esa reprimida y ladeada, pero cuando lo hacía de verdad, iluminaba todo. —Es mi mejor encanto. —No. El mejor son tus ojos, tus cejas tupidas y tus pestañas largas. Le beso cada ojo con suavidad y Joaquín exhala. Luego lo beso en la boca con pasión. Él me agarra el trasero con las dos manos y me aprieta. «¡Dios, se siente increíble! ¡Calor, calor!» Gimo fuerte y me pego más a él. Lo agarro del pelo, busco su lengua con la mía y la chupo. Joa gruñe en mi boca y me agarra fuerte. Escucho que alguien ingresa. Doy un brinco del susto y me separo de Joaquín en el acto. Giro la cabeza y veo a papá
JOAQUÍNRegreso a casa después de pasar dos días inmejorables con Mía. Es imposible explicar todo lo que hemos estado viviendo juntos. Hace mucho que no disfrutaba de tanta paz; me desconecté, apagué todos los interruptores y me dejé llevar por su espíritu. Eso es ella, un alma libre, que contagia su magia a todos.No quería irme de su casa. A pesar de la tragedia que han tenido que superar, viven felices y con amor, y eso se respira en el ambiente. Es lógico desear hacer nido en un lugar así.Me voy directo a mi cuarto a prepararme para la cena de esta noche. Quiero ver a Juana.Este fin de semana me dio tiempo de pensar en algunas ideas para la imagen de la cosmética. Creo que ya es hora de un cambio, hace años que manejamos el mismo concepto.Abro la puerta de mi cuarto y encuentro a Vivian acostada en ropa interior; esperándome, claro está. Nadie lleva encaje rojo para dormir cómodamente. Me había olvidado de que ayer la dejé aquí.—¿Qué haces todavía aquí? —le pregunto mientras m
JOAQUÍN—¿Estás segura de que puedes subir este monstruo? —le pregunto a Mía en el primer escalón de Monserrate.Pone los ojos en blanco y Andrés le echa una mirada, como diciendo «¿qué tal con este?»—No es la primera vez que subo, Joaquín. Me preocupo más de ti. No creo que lo logres a la primera.«Con que esas tenemos…»—¿Quieres apostar? —la reto.—Te espero arriba. Trata de no demorar tanto, bebé —me dice Mía.—Presumida. Prepárate para pagar tu apuesta.—Suerte. —Andrés me palmea el hombro.¡Joder!Monserrate era de mis lugares favoritos en Bogotá, tenía la mejor vista de la ciudad y antes lo subía con frecuencia para tomar fotos, especialmente en las noches. Han pasado años de eso, y tengo que admitir que no siempre lo hacía caminando. Usaba el teleférico, porque también me daba otros ángulos para capturar el paisaje.Subir estos mil seiscientos y cinco escalones era todo un reto para mí en estos momentos. Dudo que Mía pudiera hacerlo sin ayuda, pero es terca. Debo estar cerca
MÍAAl final de la semana habíamos hecho planes para ir todos al festival de verano. Era un plan imperdible en estas fechas. Después de la pandemia, la gente estaba loca por hacer algo diferente en la ciudad y los parques estaban a punto de reventar.Me dio la impresión de que Joa no quería venir, así que le pregunté cuando llegamos, y nos sentamos debajo de unos de los árboles del parque Simón Bolívar. La vista del lago era preciosa y, a pesar del sol, el clima era agradable.—¿Tenías otros planes para hoy?Me mira extrañado.—No, ¿por qué?—Porque pareces incómodo, como si no quisieras estar aquí. Podemos irnos si quieres.No tenía ningún problema con pasar otro fin de semana con él, viendo películas en mi cuarto.—Te ves contenta de estar aquí.—No siempre se trata de mí, Joaquín.—Difiero.—No cambies el tema. Anda, dime, ¿Qué tienes?Sin importar la gente que estaba alrededor, ni siquiera nuestros amigos, que se encontraban a pocos metros, me senté a horcajadas sobre sus piernas