MÍA—Espero que te guste el lugar, que te sientas cómoda.—Me encanta.El restaurante es muy bonito y elegante. Está decorado en azul eléctrico, rojo y plateado, la luz es tenue, pero se ve todo a la perfección. Es íntimo y acogedor. La música de fondo es suave y romántica.Nuestra mesa se encuentra en un extremo, un poco apartada de las demás, nos brinda intimidad. Me ayuda con la silla y se sienta a mi lado y no al frente como esperaba.—Tengo una duda desde que salimos de tu casa.—Pregúntame.— ¿Va muy seguido Andrés? — ¡Dios!, sabía que eso de darle celos me iba a salir caro.—Andrés y yo somos muy cercanos, es el único amigo que tengo, pasamos juntos mucho tiempo y tenemos cosas en común. Y sí, va seguido a casa y yo a la de él —Joa se muerde la mejilla escuchándome atentamente—. Y por si todavía tienes dudas, solo somos amigos. Él es casi el hermano que nunca tuve.— ¿Entiendo entonces, que nunca has tenido nada con él?¡Oh! Prefiero decirle la verdad, estamos empezando de cero
JOAQUÍNDos semanas después de mi cita con Mía todavía me pregunto ¿Qué mierda estoy haciendo? Estoy en un verdadero enigma, fuera de mi elemento. No soy yo mismo cuando estoy con ella, me hace sentir… Otra persona.Mía, me hace hacer cosas locas.Tengo impulsos locos, el impulso de hacer cualquier cosa para hacerla sonreír.Hemos compartido mucho, nos vemos todos los días en la universidad, la llevo siempre a su casa; caminamos por su barrio y le compró un helado de yogur, en una heladería cerca de la plaza. Estábamos en pleno verano y ya empieza a hacer un poco de calor y sol. El helado la refresca. Se ha convertido en rutina lanzarnos un beso de despedida, yo desde la esquina y ella en su balcón.Me estoy convirtiendo en un hombre cursi. ¡Joder!Hasta tengo la costumbre de llevar monedas en los bolsillos, porque siempre que vemos a algún artista callejero, ella insiste en dejarle propina.Regresamos al Corralito a comer hamburguesas con todo el grupo; Frank, Lara, el Costeño y Andr
MÍAHasta el momento no tengo planes para este fin de semana. Miro la cámara que sostengo en mis manos y busco lo que necesito para limpiarla. No puedo evitar pensar en el festival y en Mía.Marco su número y me responde al cuarto timbre.—Hola —susurro.—Hola.—Dime que puedo verte hoy.Te extraño, Mía.— ¡Cierto!, casi lo olvido. Quedé de avisarte cuando fuera la clase de rumba terapia en pareja. En una hora inicia y ya me estoy alistando. Si quieres acompañarme te esperaré en mi casa. ¿Qué dices?—Me parece perfecto. ¿Cómo debo ir vestido? No quiero hacerte quedar mal.—Con pantalones de yoga, ajustados y camisa de licra… ah sí, zapatillas de ballet, por favor —dice en tono serio.— ¡Que! —ni loco.—Eres un encanto. Vístete como acostumbras para ir al gimnasio, algo cómodo que te permita moverte.—Muy graciosa, en verdad me engañaste. Vale, te veo pronto, muñeca. Besos.—Hasta entonces. Chico tonto.Me alisto y llevo mi cámara para la clase. Cuando llego a mi carro en el parqueader
JOAQUÍN — ¿Quieres algo de tomar? —me ofrece cuando estamos en su cocina. Se quita la chaqueta. Veo sus hermosos senos que se asoman por el top. Su piel es bronceada y tersa. Se me hace la boca agua. Tengo que admitir que soy el tipo de hombre que prefiere unas buenas tetas. Me gustan grandes. —Agua o soda. Si tienes —le digo sin quitar la vista de su escote. Me ofrece soda, se quita los zapatos quedando a pies descalzos y también la sudadera. Me quedo viendo su pie ortopédico, sonrió porque tiene las uñas pintadas. La vanidad de las mujeres. Queda nuevamente en top y short. Tomamos nuestras bebidas mirándonos fijamente y veo a Mía respirando con dificultad. Sus mejillas están rojas y sus labios húmedos. ¡Jesús! Apoya sus codos en la encimera y sus senos se levantan por encima del top. Miro sus lindos pechos y me muerdo los labios. La veo a los ojos. Lo hace adrede, intenta provocarme. —Me la pones muy difícil, si sigues haciendo esto, no me voy a poder controlar —le adviert
JOAQUÍNSu cuarto es justo como lo imaginé. Muy ella. Grande, espacioso y colorido, lleno de vida. Su cama es enorme, dos mesas de noche, tocador y sofá esquinero. Todo en madera antigua, muchos colores. Las paredes son violetas y verde menta. Cortinas coloridas y en el techo cuelgan muchos atrapasueños de todos los tamaños y colores. Además, tiene muchos cojines en la cama y el sofá.En unas de sus mesitas de noche tiene una fotografía, la tomo y veo a una Mía mucho más joven con su padre y una mujer que debe ser su madre.—Es mamá ¿Era hermosa, verdad? —pregunta mientras me abraza por detrás.—Muy hermosa, igual que tú. Te pareces mucho a ella.—Sí. A ella le encantaba decir que éramos hermanas. Era una mujer muy jovial y alegre. Éramos muy unidas, mi mejor amiga. También discutíamos mucho. Ambas teníamos un temperamento fuerte. Aunque no lo creas, tengo mi genio. No querrás conocerme molesta.—Quiero conocerte toda, completa, lo bueno, lo malo, molesta, contesta, alegre, triste. Co
MÍAMi despertador suena a las siete en punto. Lo apago y abro mis ojos. Me quedo en mi cama viendo el brazo velludo que envuelve mi cintura. Giro mi cabeza y veo a Joaquín durmiendo profundamente casi encima de mí. Tiene su pierna sobre la mía, siento los vellos de sus piernas en mi piel, su calor y por si fuera poco su virilidad en mi trasero.Permanecí varios minutos a su lado, saboreando el momento. Tocando con la punta de los dedos las venas que sobresalen de su antebrazo. Es tan varonil, tan guapo. Huele de maravilla, aun por la mañana y su respiración me eriza la piel del cuello.Lo contemplo por un rato más antes de salir con mucho cuidado de la cama. Ayer no tuve oportunidad de detallarlo en la oscuridad, miro su espalda ancha, cintura estrecha, brazos definidos y marcados, piel blanca. Necesita un bronceado urgente. Sonrió.Retiro lentamente las sábanas para salir de la cama y no puedo evitar contemplar el ejemplar de hombre que tengo en mi cama, sus piernas largas, fuertes
MÍAJoaquín se baña en el cuarto de huéspedes mientras yo uso el mío. Lo que diera por ducharme con él. No pasa nada con soñar.A veces pienso porque tardo tanto en dar el paso, que hace falta. Confianza, Seguridad, picardía, osadía. Reflexiono mientras me ducho. Confió en Joaquín, sé que no llevamos mucho de conocernos, pero ha demostrado que soy especial para él o por lo menos así lo siento. Entonces ¿Qué somos? Novios no, solo amigos tampoco, amigos con derecho a roce. Sí, eso somos. ¡Y por qué no! Vale la pena salirse del cascarón de vez en cuando, hacer locuras, arriesgarse.¿Si no es ahora cuando?¡Tú puedes, tú puedes!Salgo del baño en ropa interior, peinada y con mi prótesis puesta, lista para cambiarme. Me puse una lencería sexy de encaje negro, brasier de media copa y tanga.La puerta se abre de repente y entra Joaquín. Se queda petrificado, apenas me ve de pies a cabezas unos segundos y después se da la vuelta rápidamente y se tapa la cara.—Debí tocar la puerta, lo siento
MÍA Me acerco a Joa, que está sentado en un taburete, y me meto entre sus piernas. Lo abrazo por el cuello y me quedo así durante unos minutos largos; sin hablar y disfrutando de su calor y su contacto. Me huele el pelo. —Me encanta tu olor —dice. —A mí me encanta tu barba —le confieso mientras la toco, y él se ríe. Joaquín no era precisamente el chico más risueño. Su sonrisa casi siempre esa reprimida y ladeada, pero cuando lo hacía de verdad, iluminaba todo. —Es mi mejor encanto. —No. El mejor son tus ojos, tus cejas tupidas y tus pestañas largas. Le beso cada ojo con suavidad y Joaquín exhala. Luego lo beso en la boca con pasión. Él me agarra el trasero con las dos manos y me aprieta. «¡Dios, se siente increíble! ¡Calor, calor!» Gimo fuerte y me pego más a él. Lo agarro del pelo, busco su lengua con la mía y la chupo. Joa gruñe en mi boca y me agarra fuerte. Escucho que alguien ingresa. Doy un brinco del susto y me separo de Joaquín en el acto. Giro la cabeza y veo a papá