JOAQUÍN —Mía. —Mía nada, no tienes ningún derecho a hacerme preguntas y apártate. ¿Por qué me tocas así? —me reprocha intentando zafarse. Me acerco a su oído y le susurro. —Porque quiero, porque me muero por estar cerca de ti, por tocarte, besarte, sentirte. Su cuerpo vibra fuerte y su respiración se agita por mis palabras. La aprieta fuerte en la cintura y me acerco para besarla, pero somos interrumpidos por nuestros amigos que llegan a la mesa. Mía aprovecha la oportunidad para soltarse de mí como si quemara. Mi frustración crece cada segundo que no la tengo cerca. Andrés llega justo al tiempo para que Mía se encarga de las presentaciones y a todos parece caerle bien, menos a mí. Me ignora por un buen rato, mientras tiene toda su atención en él, se hablan bajo al oído y ríen en cada tanto. Ella parece otra persona con él. Ha quitado mi mano de su pierna y cintura cada vez que la toco y me está desesperando. Estoy haciendo el papelón de mi vida. Son casi las 11 de la noche y
MÍA —Te daré mi concejo como hombre —prestamos atención a las sabias palabras de Andrés—. Define desde el principio el tipo de relación que tendrás con él, así no te ilusionaras, esperado cosas que él no está dispuesto a darte —la abuela y Lara asisten con la cabeza. — ¿Ese es tu modus operandi? —le pregunta Lara. —Si —Andrés elevando los hombros. —Críticas a Joa, pero tú eres igual de perro que él —le dice Lara. Andrés queda con la boca abierta y la abuela y yo soltamos una risotada. —No lo critico, ni lo juzgo, solo dudo que de sus intenciones con mi amiga —se defiende Andrés—. Y no soy un perro, no salgo con una mujer diferente cada semana ni mucho menos. Soy sincero con ellas desde el principio y aceptan mis condiciones. Además, soy víctima de discriminación más seguido de lo que piensan. Tener una prótesis no es precisamente atractivo para las mujeres. No quiero que Mía pase por eso. Yo soy hombre y lo manejo mejor, pero ella puede salir lastimada. —Sabes que he pasado por e
JOAQUÍN Me he quedado con ganas de hablar con Mía todos estos días, también de tener una conversación caliente con ella y limar asperezas, me ha funcionado siempre con otras chicas. Pero ella es diferente. No hay punto de comparación con las mujeres que han pasado por mi vida. Mía es noble, dulce, delicada. Como un ángel. Me molesta que no quiera verme, ni hablar conmigo. Que no me extrañe ni un poquito. ¿Tan poca cosa soy para ella? No estoy acostumbrado al rechazo. A que una chica me ignore, como si no le gustara nada. Como si no pudiera resistirse a mí. Esa noche en el bar puede ver cosas en ella que no había visto antes, es muy divertida, tiene buen sentido del humor y su risa es preciosa. Su verdadera risa, las que le daba a su mejor amigo. Quiero hacerla reír igual, entre otras cosas. No lo puedo negar, la deseo. No quiero apresurar las cosas con ella, quiero tomarme mi tiempo para saber hasta dónde puede llegar. Si fuera otra ya me la habría cogido más de una vez y ni m
MÍAMe sorprendí cuando Lara me llamó y me insistió que la acompañara a un evento benéfico en la empresa de su padre, fue tanto la lata que no me pude negar. Hizo mucho énfasis en la elegancia y que tenía que ir deslumbrante.—Hola loquilla, ala, qué elegancia. Llegué en mal momento.—Voy de salida, estoy esperando a Lara.—Te envié un mensaje de texto hace veinte minutos para avisarte que venía —me dice moviendo las cajas de comida en el aire.—Me desprendí del celular mientras me arreglaba. Voy de salida Andrés.—Sí, de eso me doy cuenta. Por cierto, estás bellísima.—Gracias.—Cuídate mucho, por favor —pongo los ojos en blanco.Ya estoy un poco cansada de que me digan siempre lo mismo. No soy una niña. Sé cuidarme sola y ya es hora de que me traten como una mujer adulta.— ¿Cuándo dejarán de tratarme como una niña? —le digo molesta.—Nunca, eres nuestra niña —le hago mala cara.—Perdón. No es mi intención que te sientas así y no creo que seas una niña. Para nada. Eres como mi herma
MÍA—Espero que te guste el lugar, que te sientas cómoda.—Me encanta.El restaurante es muy bonito y elegante. Está decorado en azul eléctrico, rojo y plateado, la luz es tenue, pero se ve todo a la perfección. Es íntimo y acogedor. La música de fondo es suave y romántica.Nuestra mesa se encuentra en un extremo, un poco apartada de las demás, nos brinda intimidad. Me ayuda con la silla y se sienta a mi lado y no al frente como esperaba.—Tengo una duda desde que salimos de tu casa.—Pregúntame.— ¿Va muy seguido Andrés? — ¡Dios!, sabía que eso de darle celos me iba a salir caro.—Andrés y yo somos muy cercanos, es el único amigo que tengo, pasamos juntos mucho tiempo y tenemos cosas en común. Y sí, va seguido a casa y yo a la de él —Joa se muerde la mejilla escuchándome atentamente—. Y por si todavía tienes dudas, solo somos amigos. Él es casi el hermano que nunca tuve.— ¿Entiendo entonces, que nunca has tenido nada con él?¡Oh! Prefiero decirle la verdad, estamos empezando de cero
JOAQUÍNDos semanas después de mi cita con Mía todavía me pregunto ¿Qué mierda estoy haciendo? Estoy en un verdadero enigma, fuera de mi elemento. No soy yo mismo cuando estoy con ella, me hace sentir… Otra persona.Mía, me hace hacer cosas locas.Tengo impulsos locos, el impulso de hacer cualquier cosa para hacerla sonreír.Hemos compartido mucho, nos vemos todos los días en la universidad, la llevo siempre a su casa; caminamos por su barrio y le compró un helado de yogur, en una heladería cerca de la plaza. Estábamos en pleno verano y ya empieza a hacer un poco de calor y sol. El helado la refresca. Se ha convertido en rutina lanzarnos un beso de despedida, yo desde la esquina y ella en su balcón.Me estoy convirtiendo en un hombre cursi. ¡Joder!Hasta tengo la costumbre de llevar monedas en los bolsillos, porque siempre que vemos a algún artista callejero, ella insiste en dejarle propina.Regresamos al Corralito a comer hamburguesas con todo el grupo; Frank, Lara, el Costeño y Andr
MÍAHasta el momento no tengo planes para este fin de semana. Miro la cámara que sostengo en mis manos y busco lo que necesito para limpiarla. No puedo evitar pensar en el festival y en Mía.Marco su número y me responde al cuarto timbre.—Hola —susurro.—Hola.—Dime que puedo verte hoy.Te extraño, Mía.— ¡Cierto!, casi lo olvido. Quedé de avisarte cuando fuera la clase de rumba terapia en pareja. En una hora inicia y ya me estoy alistando. Si quieres acompañarme te esperaré en mi casa. ¿Qué dices?—Me parece perfecto. ¿Cómo debo ir vestido? No quiero hacerte quedar mal.—Con pantalones de yoga, ajustados y camisa de licra… ah sí, zapatillas de ballet, por favor —dice en tono serio.— ¡Que! —ni loco.—Eres un encanto. Vístete como acostumbras para ir al gimnasio, algo cómodo que te permita moverte.—Muy graciosa, en verdad me engañaste. Vale, te veo pronto, muñeca. Besos.—Hasta entonces. Chico tonto.Me alisto y llevo mi cámara para la clase. Cuando llego a mi carro en el parqueader
JOAQUÍN — ¿Quieres algo de tomar? —me ofrece cuando estamos en su cocina. Se quita la chaqueta. Veo sus hermosos senos que se asoman por el top. Su piel es bronceada y tersa. Se me hace la boca agua. Tengo que admitir que soy el tipo de hombre que prefiere unas buenas tetas. Me gustan grandes. —Agua o soda. Si tienes —le digo sin quitar la vista de su escote. Me ofrece soda, se quita los zapatos quedando a pies descalzos y también la sudadera. Me quedo viendo su pie ortopédico, sonrió porque tiene las uñas pintadas. La vanidad de las mujeres. Queda nuevamente en top y short. Tomamos nuestras bebidas mirándonos fijamente y veo a Mía respirando con dificultad. Sus mejillas están rojas y sus labios húmedos. ¡Jesús! Apoya sus codos en la encimera y sus senos se levantan por encima del top. Miro sus lindos pechos y me muerdo los labios. La veo a los ojos. Lo hace adrede, intenta provocarme. —Me la pones muy difícil, si sigues haciendo esto, no me voy a poder controlar —le adviert