¡PERDONAME!

Se bebió otro sorbo de su bebida para bajar el nudo en su garganta.

Darío la quería muerta, eso lo sabía, él se lo había dicho antes de marcharse.

—Cómo puedes ser tan malo, me equivoqué y lo admito, pero estoy tratando de arreglar las cosas por el bien de ambos.

A Darío no le importaba lo que sucediera con Patricia o su marido.

—Te pidió que vinieras, no es verdad, acaso tiene miedo de mí.

Patricia estaba allí por sí misma. Después de la decisión del anciano, estaba preocupada por el futuro de ambos.

No se sentía segura, no quería volver a ser pobre, se negaba a vivir de la misma manera que al principio.

Esperando la limosna de su prima, soñando con hacer tantas cosas y no poder hacerlas, en ese momento vivía una vida de ensueño.

—Vine por mi cuenta, él no sabe que estoy aquí. Ya conseguiste que la familia Allen le diera la espalda, no crees que es suficiente, ya cobraste tu venganza.

—No tienes idea, tu marido no escapará de lo que le espera y tú tampoco. Será mejor que te marches,
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