Patricia estaba desayunando junto a su novio, su celular empezó a timbrar.Miró la pantalla, se trataba de un número desconocido, decidió responder. —Patricia Zamora, ¿con quién tengo el gusto? —Eso no importa, no es necesario que sepa quién soy. La voz del otro lado de la línea era realmente escalofriante. La mujer sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era una sensación realmente espantosa. —¿Qué es lo que quiere? Voy a colgar. —Sofía está viva y va a cobrar venganza por lo que le hiciste. Vives en su casa, comes su comida y gastas su dinero, eres una escoria de persona, no vales nada, enterraste el cadáver de alguien más, fingiendo que era el de ella, qué ingenioso. El teléfono cayó de las manos de Patricia; la mujer respiró profundamente una y otra vez. Debía de ser una broma. Pablo se acercó al ver lo pálida que estaba su novia. —¿Amor, estás bien? —preguntó Pablo, preocupado. —Un hombre me llamó, dice que Sofía está viva, eso no puede ser verdad, está muerta, la
Sofía estaba en la cocina tratando de cocinar algo delicioso; era su manera de agradecer a Darío por cuidarla. —Eso no se ve apetitoso —habló Félix mirando la carne medio quemada en la mesa. Sofía se sentía apenada. Darío podía sufrir una indigestión si probaba su comida. En el pasado tenía un chef que le cocinaba lo que ella deseaba comer. No tenía que preocuparse por cosas como esa, su vida era muy fácil en ese entonces. —Mi señora, yo puedo hacerlo —le habló María al ver la cara de decepción de la joven. —Quieres probarlo, quizás sabe mejor de como se ve. Félix se acercó, tomo una cuchara y probó un bocado, pero la comida no tenía bien sabor. —Lo lamento preciosa, pero no tiene buen sabor. Sofía se sentó, había pasado toda la mañana en la cocina y lo que había preparado se veía horrible. —¿Qué huele a quemado? Hablo Darío entrando a la cocina, miro a Sofía con un delantal, en su carita había decepción. Miró lo que había en la mesa, luego su mirada volvió a Sofía. —¿Lo c
Agatha estaba realmente preocupada, gracias a su nuera sabía que su hijo salía todas las mañanas y regresaba por las tardes.Pero era consciente de que no iba a la oficina, solo su secretaria se mantenía en ese lugar. Había ido en varias ocasiones y la respuesta de la mujer era la misma. En toda esa semana su hijo no había ido a trabajar. Quería que su hijo se casara con Linda, ella era la mujer perfecta, pero no siempre los hijos estaban de acuerdo con la decisión de los padres. Su hombre de confianza le había dado la información que había solicitado; pero quería verlo con sus propios ojos, de lo contrario no le creería. Agatha empezó a conducir por las abarrotadas calles de la ciudad; había obtenido la información que necesitaba. Quería saber quién era la amante de su hijo, tenía esa duda clavada, que no la dejaba dormir, su intuición de madre le decía que algo no estaba bien. Debía de llegar al fondo de todo eso o se volvería loca. Darío, en algunas ocasiones, era demasiado b
Agatha soltó a la joven.Darío notó las marcas en el brazo de Sofía, quien parecía estar asustada. Sofía corrió a su lado y se ocultó detrás de él. La mujer notó la mirada fría en el rostro de su hijo. María se acercó al escuchar el alboroto y se sorprendió al ver a una mujer desconocida en la mansión. —¿Puedo saber qué hace esa mujer aquí? Supuestamente, debería de estar en el cementerio. Darío sabía que su madre odiaba a Sofía, pero no podía permitir que su secreto saliera a la luz. —Ella es la misteriosa amante de la que todos hablan, no es verdad, que dirá su esposo si se entera de que está aquí. —No puedes hacer eso, mamá —le advirtió Darío —ese hombre es peligroso y lo sabes. Agatha sabía que su hijo tenía razón, había muchos rumores acerca de Pablo, se murmuraba que tenía sus manos manchadas con sangre. —¿Por qué no? Acaso te da miedo que algo malo le pase a esa mujer, ella es tu enemiga, acaso lo olvidas. Darío estaba pensando en una manera de disipar el enojo de su
Gabriela ingresó a un bar, ordenó un par de botellas, quería olvidarse de todo, había perdido a una persona realmente importante en su vida.Se tomó el primer trago; si tan solo ese día la hubiera acompañado, todo sería diferente. Pero la había visto tan feliz con la noticia del embarazo que no se preocupó. Se sentía culpable, el tiempo pasaba, pero el dolor no se iba. Se bebió el segundo trago, estaba molesta con ella misma, con el mundo, como podía haber personas tan malas. —¿Puedo acompañarla señorita?Levantó la vista, encontrándose con la mirada de Andrew. —Me gustaría estar sola por si no le molesta —respondió en tono seco. Andrew la miró fijamente por unos segundos, podía notar la tristeza en el rostro de la joven. —¿Pasa algo? —Está muerta, tenías razón todo este tiempo. Andrew tomó asiento, sabía a lo que se refería. —Las paredes tienen oídos, no hables muy fuerte.La joven frunció los labios con molestia, no quería hablar con nadie en ese momento, pero Andrew parec
—Eres un imbécil. Darío le mostró una sonrisa. —¿Por qué? Solo intento ayudarla. Carlo colocó todo lo que necesitaba en la mesa, tomó unas gasas y las empapó con alcohol. —Quítate la camisa. Darío hizo lo que le ordenó su amigo; tenía una herida en el abdomen. —Le pediste matrimonio para ayudarla o para evitar que se marchara. Darío frunció los labios, molesto, Carlo parecía leer sus pensamientos. —Trato de ayudarla, si él la encuentra, sabes lo que le haré. —Lo sé, pero de nada te servirá ocultar tus sentimientos. Darío sintió un dolor agonizante en el momento en que el alcohol tocó la herida, se mordió los labios para evitar gritar. —Sentimientos, de que hablas. —Te conozco mejor que nadie, no juegues conmigo. Darío le dedicó una mirada fría a su amigo, eso lo hizo guardar silencio. Tiempo después, Carlo había terminado su trabajo. —Debes de tener cuidado o van a matarte. —Estaré bien, no te preocupes demasiado. —Además, para proponerle matrimonio a una mujer, se nec
3 MESES DESPUÉS.Darío estaba sentado en su escritorio, sumergido entre los papeles. No había sabido de Linda en meses, era como si la tierra se la hubiera tragado. Su vida era más tranquila, respiró profundamente, se sirvió un trago y lo bebió. Sofía había firmado, eran esposos o eso era lo que debían de fingir que eran. —Señor, le llegó esto. Félix se acercó y le entregó una invitación. Siempre le llegaban ese tipo de invitaciones a diferentes fiestas o eventos, nunca asistía. Sacó la invitación del sobre y frunció los labios, molesto. Patricia le había enviado una invitación a una fiesta, para celebrar su compromiso. Una sonrisa asomó en sus labios. ¿Qué era lo que pretendía esa mujer, ponerle celoso? Eso jamás lo conseguiría, ella no era importante para él. —Es una invitación, celebrarán su compromiso. Félix se cruzó de brazos, acaso esa mujer se había vuelto loca. —¿Qué pretende, joderte la vida? —Efectivamente, quiere restregarme en el rostro lo feliz que es con su nu
A la mañana siguiente Sofía despertó por la gran cantidad de luz que entraba a la habitación.Se sentía mucho mejor, parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz. Observó a Darío, tenía a la pequeña en brazos. Félix estaba sentado en el sofá leyendo un diario. —Qué bueno, que estás despierta, ¿cómo te sientes cariño? —Como si un camión me hubiera arrollado —respondió sentándose en la cama. María ingresó a la habitación, debía ayudar a la jefe a arreglarse, iban a abandonar el hospital. Darío salió de la habitación con la beba en brazos, sus ojitos lo miraban con atención, le parecía muy hermosa. —Pareces, el padre de esa pequeña criatura. Darío le mostró una sonrisa a su amigo. Había pasado al lado de Sofía mucho tiempo, le tenía cariño a la niña. —Bueno, yo soy el padre, he estado pendiente de ella todo este tiempo. Félix lo miró de reojo, le parecía un hombre diferente desde que Sofía había llegado a su vida. —¿Qué harás cuando ella decida marcharse?Darío se quedó