DESCARADA

Patricia estaba en la oficina de Darío, se arregló el vestido, llevaba una hermosa lencería en color negro que había comprado especialmente para hacer caer a su exnovio.

Su blusa era escotada, dejaba ver algo de piel y el precioso encaje.

Si Pablo volvía a la miseria, no le servía como marido, podía amarlo, pero el dinero era lo principal, de amor no se vive.

Pensaba que era una estupidez pensar que un hombre sin riqueza podía hacerte feliz, solo era fantasía que le vendían a las mujeres. Nadie es feliz con deudas y viviendo con muy poco o casi nada.

Escuchó la puerta al abrirse, se sentó sobre el escritorio.

Observó a Félix ingresar al lugar, el hombre la miró y negó con la cabeza.

—Será mejor que te vistas y te largues de aquí en este momento.

—Estoy esperando a Darío, así que lárgate.

Estaba decidida a hacer que Darío cayera en sus manos nuevamente.

—¿Qué pretendes? —la voz de Darío llamó su atención —mi esposa me atendió muy bien anoche, no tienes idea de todo lo que hicim
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