Poco a poco los lobos salieron del encanto producido por el aullido del maldito, pero para la sorpresa de los miembros de la manada, el resto de malditos se mantenían quietos en sus lugares, sus grandes cuerpos solo dejan clara su pesada respiración. Sus fauces semiabiertas dejan escapar un gruñido pesado. Ante el rápido movimiento del alfa Blake en la dirección del lobo mutado y la compañera del Alfa, los lobos se apresuraron a moverse, sus instintos diciendo que deben proteger a la Luna de la Manada. Pero no pudieron hacer nada, ya que los malditos recuperaron su movilidad, por lo cual se reanudó el enfrentamiento. Anne no supo cómo reaccionar ante aquella imagen, quien antes fuera un enorme y salvaje lobo, ahora es un hombre inconsciente a sus pies, solo necesita fijarse un poco para descubrir que es apenas un niño, o por lo menos eso le parece, ya que su rostro está contra el suelo. Un gruñido la lleva a fijar su mirada al frente, y es entonces que nota a aquel lobo que se acerca
Para Anne todo aquello pasó en cámara, el cómo aquel lobo iba hacia ella con claras intenciones de atacarla y el cómo Lían lo detiene justo antes de que pueda darle alcance. Sus piernas se mueven para alejarse de Allan, quiere estar con Lían, solo con él sabe que estará segura, pero de nuevo una de aquellas extrañas mujeres se coloca frente a ella cerrando su paso. — Debe venir conmigo, mi señora. Y aquellas son las últimas palabras que escucha antes de que todo se torne oscuro. . . Dugan logró soltarse de las fauces de Lían, pero eso no quita el fuerte daño que sufrió en su pata. Sus lamentos salen bajos mientras retrocede con dificultad, dejando un marcado rastro de sangre; volviendo a su piel humana, deja escapar el grito de dolor que estuvo reteniendo. Lían avanza poco a poco hacia él, los rastros sobre su hocico, una mezcla de la sangre de Blake y Dugan, sus garras totalmente fuera dejan pronunciados surcos en la tierra a cada paso que dan sus patas. — ¡Piedad! — Es el clam
El bosque se volvía cada vez más denso y el saber que los malditos podían estar rondando entre la espesura lo vuelve más amenazante. Una baja maldición escapó de su parte humana en el momento que el aroma de Anne comenzó a desvanecerse, por suerte, Lían es un rastreador muy hábil, lo que le permite seguir el débil rastro del olor de su compañera. En aquella zona, la humedad se hace más fuerte, por lo que el aire estaba pesado, por un momento, Lían sintió como si los propios árboles contuvieran la respiración en un intento de ayudarle con su persecución. Los sentidos de Lían estaban finamente sintonizados. Cada paso fue deliberado, sus pisadas, aunque presurosas, caían silenciosamente sobre el suelo cubierto de hojas, con cuidado de no perturbar el delicado equilibrio de la naturaleza a su alrededor. Inhaló profundamente, aspirando las partículas de olor que flotaban en la brisa, buscando el rastro escurridizo. El olor era débil, casi imperceptible para un olfato inexperto, pero Lían
El lobo se retorció al sentirse atado, intenta de todas las formas soltarse. Al ver como el centinela que tenía sujeta a Anne comienza a alejarse, su desesperación aumenta aún más. — Alfa Lían, — Eli llama al lobo mientras se acerca a él, sus ojos bañados en una profunda tristeza — sinceramente, espero que un día pueda perdóname. Y eso fue lo último que el lobo escuchó antes de que la sacerdotisa lo dejara incosciente. . ** Anne estaba de pie al borde del bosque, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras una ráfaga de viento susurraba a través de los árboles. La luna, llena y radiante, arrojaba un resplandor etéreo sobre el claro que tenía delante. Fue allí donde Anne vio una vez más a su madre. — Lían, ¿dónde está? Caminando al interior del claro, Anne pregunta aquello que le desespera. — Vivo. — le responde su madre con total calma. — Aún no es su tiempo. — Dijiste que usarían mi cuerpo para ayudar. — Anne no duda en reclamar. Su molestia solo aumenta al ver la calma
Los párpados de Lían se abrieron, revelando un par de ojos que dejan claro su aturdimiento. Todo lo que le rodeaba no era más que un borrón de verdes y marrones apagados, y los olores de la tierra húmeda y el follaje invadieron sus sentidos. La confusión se apoderó de Lían mientras luchaban por recordar cómo habían terminado en medio del denso bosque, acostados sobre un lecho de hojas caídas. Lentamente, Lían se empujó hacia arriba, sintiendo un dolor sordo en la cabeza. El movimiento repentino hizo que se balancearan inestablemente, su equilibrio flaqueando como un equilibrista atrapado con la guardia baja. Levanta la mano para tocarse la sien, haciendo una mueca de dolor al tocar el punto sensible, pero no encuentra ninguna herida visible que pueda cuásar aquel dolor. Cuando Lían miró a su alrededor, un movimiento entre la maleza llamó su atención. A través de la maraña de árboles, capta una suave voz femenina llamándole, una voz que, por un momento, es acompañada por el celaje de
Cillian se levanta de su rincón, sacudiendo el peso del dolor de su espalda. Se dirige hacia la puerta de su cabaña y sale al exterior. El aire fresco del bosque acaricia su rostro, pero su mente sigue atormentada por la ausencia de Alice. A pesar de ello, sabe que debe responder al llamado de su señora. Siguiendo el llamado en su mente, Cillian se adentra en el bosque. Cada paso que da es firme y decidido, aunque su corazón se sienta destrozado. Conoce el camino, pues ha seguido cada paso que esa conexión le ha dado durante mucho. A medida que se acerca a su destino, puede percibir una energía densa en el aire. La presencia de otros seres, oscuros y peligrosos, se hace evidente. Sin embargo, Cillian no vacila. Su determinación y lealtad hacia su señora le hacen seguir adelante sin ninguna vacilación. Finalmente, llega a un claro rodeado de árboles altos y antiguos. En el centro del claro, rodeada por una suave luz dorada, se encuentra con ella, la encarnación humana de su Madre Lun
Con paso lento y amenazante, Hansen se acerca a aquella sacerdotisa, y aun cuando el pánico está presente en el rostro de la mujer, mantiene su rostro a una altura altiva, negada a doblegarse ante un ser tan despreciable como el antiguo anciano. — No está bien que diga cosas así sobre nuestros hermanos — suelta el hombre con odio implícito en sus palabras. —, pero les daré una razón para seguir dando su amable ayuda. — Un grito ahogado se queda dentro de las sacerdotisas al ver como el lobo acerca su mano a ella, pero este solo deja una caricia sobre una de ellas. — Si no continúan manipulando a los lobos malditos para que hagan mi voluntad, las consecuencias serán devastadoras, para ustedes claro está. — advirtió Hansen, su voz resonando con determinación. Las sacerdotisas se estremecieron ante las palabras amenazantes, conscientes en todo momento de la gravedad de la situación en la que están. Miraron fijamente a Hansen quien continúa acariciando los negros cabellos de una de sus h
Allan buscaba desesperadamente a su hermana. No podía aceptar la idea de que Alice estuviera muerta. Cada rincón del refugio fue explorado meticulosamente, pero no encontró rastro alguno de su hermana, o su cuñado y muchos menos de la pequeña Ellen. En su afán por encontrarla, Allan ignoró el llamado de todos los que encontró a su paso, y solo se detuvo cuando se encontró con Zven. Para el lobo no fue difícil entender lo que pasa, por lo que Zven se acercó a Allan con cautela, sabiendo que estaba lidiando con un dolor abrumador. — Allan, — dice en tono bajo y compasivo. — ¿Dónde está Alice? — pregunta ignorando el tono con el que es llamado y sin dejar que su amigo diga nada más. Por un momento el centinela guarda silencio, al igual que los lobos cercanos que logran escuchar su pregunta. Allan paseó la mirada por el entorno una vez más, y fue allí donde Zven lo notó, aquellos ojos llenos de dolor y una chispa de esperanza. — ¿Zven? ¿Sabes dónde está Aidan? Zven asintió, conscient