Despreciable

La hizo suya hasta el cansancio, la dejó sin aliento, tanto, que Julieta quedó profundamente dormida. Mientras que Máximo la observa detenidamente, su rostro, su cabello, su fino cuello, sus pechos, cintura, lo que ahora es de él y esas piernas que provocan.

—eres solo mía— musitó. A pesar de que la formó varias veces, quería más de ella, por lo menos le soportó el ritmo para ser una primeriza. —¿Qué mierdas estoy pensando?— coloca sus manos sobre su cabeza, jalando un poco su cabello por la frustración —¡Solo sexo, no lo olvides!— murmura y sale de la habitación

Se siente confundido en este momento, pero todo se esfuma al pasar por el pasillo que conecta con la sala de estar y ver a Aquiles recostado en la pared, leyendo el periódico.

—¡Aquiles!— lo menciona y este se posiciona firme como un soldado

—señor— le habla con respeto

—¡Me dices ya mismo! ¿Qué hacías en la habitación de Julieta! Porque no les creo ni mierda ¿O es que ahora te quieres relacionar con lo que es mío?

—no se
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