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Clint reservó el fin de semana siguiente para hacer su barco. La picazón estaba en su punto máximo y casi lo había cancelado todo y se hundió en las putas. La única razón por la que no lo hizo fue porque el sabor del desafío, el gusto por la conquista, hablaba más fuerte y se obligó a aguantar. Muy a regañadientes, hizo programas para dos con Ana Lícia, desde visitas a la iglesia y salidas al centro comercial, hasta obras de teatro, paseos por la playa y, para colmo, cenas a la luz de las velas. El domingo, para finalizar la gira de la resistencia, pasaban el día en casa de sus abuelos, en un asado familiar para celebrar el cumpleaños de un familiar.

En el camino, Clint estaba a punto de darse por vencido. No solo ir a la fiesta, al fin y al cabo, la casa estaba a dos horas de la ciudad, sino también desistir de sus avances: todos fueron fracasos, las reunione

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